Buscando a Dios
Hay quienes buscan a Dios cuando ya no ven propósitos en sus vidas, hay quienes buscan ser perdonados y aceptados, otros buscan a Dios porque es "lo que se espera", sin embargo él buscó a Dios porque sintió su llamado.
Eufemio nunca quiso otra vida sino la que sabía llevaría en el seminario.
Fuente
Sentado aquel día en el corredor que daba hacia las habitaciones de la casa parroquial vinieron varios recuerdos de su familia, había concluido que para llegar a esta vida se necesita de un grupo de personas que terminan siendo como extraños.
Se descubrió diciéndose a sí mismo: formar parte de una familia requiere en la mayoría de los casos alianzas sin sentidos, llamados de sangre que invitan a perpetuarse en el mundo de las manipulaciones y los sinsabores, todo en nombre de la sangre, definitivamente era un peso para mi.
Sin embargo, no era la ausencia de familia lo que desencadenada aquel sentimiento de soledad de Eufemio. Había algo más.
Después de ese pensamiento vinieron muchos más, recordó su llegaba al seminario, la emoción que lo invadió al entrar al lugar que había estado esperando ocupar.
Las clases de Teología lo hicieron sentir reconfortado, tanto por aprender, historias contadas por hombres que se volvieron santos, santos que consiguieron a Dios a lo largo de sus historias.
Sin embargo, la vida sacerdotal, las dinámicas internas de la iglesia, los feligreses, el mundo que se enseñaba y el que se ocultaba en medio de aquellas paredes dejaban en Eufemio espacios vacíos que no podía llenarlos con su fe.
En esos momentos, justo cuando sentía que su fe se ponía en riesgo o se disminuía era cuando rezaba más, lo hacía por períodos de tiempo tan largos que nunca notó que se iba quedando aislado del resto.
Muchas noches antes de dormir se cuestionaba si era él quien fallaba, si le hacía falta entender algo más, ¿Qué sucede en mí?, ¿Qué debo aprender Dios mío?, ¿Por qué no encajo en ningún lugar?, ¿Dónde estás Dios?
Eufemio rezaba y le preguntaba a Dios donde podía encontrarlo, sus oraciones y su pregunta se repetían como los cuencos de un rosario, ni en las caras de sus familiares y mucho menos en los que esperaban de él para sentirse totalmente aprobados por ellos, ni en los feligreses que buscaban perdón en las confesiones como para librarse temporalmente del pecado que poco después volverían cometer, ni los secretos más oscuros de los sacerdotes, ni en las recámaras de las monjas, la inocencia sin duda alguna había dejado de habitar en cada uno de esos espacios.
Hasta que un día, ensimismado y absorto en sus pensamientos Eufemio volvió a preguntarle a Dios ¿Dónde estás? y en ese mismo corredor que lo había recibido tantas veces apareció una mariposa y un gato.
Ambas criaturas posaron cerca de él cuando estaba haciéndose la misma pregunta: el revolotear de la mariposa pareció conmover a Eufemio porque sus alas se movían con tanta serenidad al mismo tiempo, las caricias del gato que se enredaba entre sus piernas como diciéndole:
Estoy aquí, ¡no me ves!, deja de buscarme en otros hombres, búscame en la inocencia de los más puros, ocúpate de albergar esa misma inocencia, no te olvides que eres hombre al igual que todos y la inocencia también puede abandonarte.
Eufemio logró identificar quien le hablaba, regocijo sintió en su corazón, había encontrado a Dios y ahora sabía donde podía encontrarlo.
Gracias por el apoyo!
Me encantó leerte. Gracias por estar.
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A Dios HAY QUE buscarlo todos los dias por medio de la palabra y atraves de la oracion