Mañana...

Así empieza un poema de Mario Bennedetti (Bienvenida) y justo eso es lo que pienso cuando medito que llegarás mañana. Sin embargo difiero un poco de él, podrías llegar mucho más linda y más fuerte, aunque quizás más nostálgica. Una parte de tu corazón se quedó allá en ese viaje, formando parte de otras personas. Supongo que extrañarás lo que fue o lo que pudo haber sido en la distancia, lejos de mí, lejos de estas tierras. Aunque sé que te morías por vernos, ya que, nuestras locuras te entretienen y nuestros detalles te enamoran. A pesar de que, muchas veces te sacamos de quicio o te entristecemos porque nos creemos muy ocupados para estar contigo el tiempo que quieres.

De todas formas, aún no creo que llegues. He estado en un sueño de espera, estos meses que hemos estado separadas. Mi corazón salta de alegría por verte al fin, solo quiero abrazarte, sentir tus caricias en mi cabello, tus besos mojados sobre mi rostro, tu notable calidez. Extraño esa calma que me transmites cuando estoy estresada y esos buenos deseos que me mandas cuando todo está saliendo mal. También extraño esas declaraciones virtuales en el momento justo, disparan los latidos de mi corazón, llenándome de dicha. Sé que las hiciste en el exilio, pero no es lo mismo poder regresar a casa y besarte, a simplemente conformarme con ellas.

Siempre me ha maravillado tu optimismo, sencillez, cariño, la alegría con la que realizas cada acción y el temple que tienes para controlar situaciones o tomar decisiones. A pesar de que el día esté gris, tú te las arreglas para que salga el sol. Aunque prefiero creer que tú eres la estrella que nos ilumina; que ese rayo de luz que aclara mi noche y me brinda calor, proviene de ti y no de situaciones externas. Apuesto que más de una persona lo ha sentido, no solo yo, eres tan especial que todos se asombran al conocerte. Dejas una estela de felicidad a través de tu paso por el mundo. Cuando descubrí esa palabra pensé que se ajustaba perfectamente a ti; calas hondo en la mente y en el corazón, dejas huella. Me pregunto si alguien podría olvidar a tan exquisita mujer: fuerte, bella e inteligente.

Te admiro y no es en secreto, así que deberías saberlo. Me has enseñado tanto que siento que nunca podré pagar el amor y tiempo que invertiste en convertirme en la persona que soy ahora. Tú, pintora de mi alma, has coloreado con tu polvo de hadas todo a mi alrededor desde hace años. Te agradezco todo el esfuerzo y sacrificio, todo lo que has sufrido por mí. Sé que estas palabras no son suficientes, pero al menos podrás leer mis sentimientos claramente.