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Ayer fue un día extraño para mí. Un día que sentí pasó demasiado lento, y del que todo mundo se había desconectado. Yo que ya no soy tan aficionado a las redes sociales, entraba continuamente a estas y estaban muertas, sin mucho movimiento, no había nada que leer, nada que comentar.
Publiqué en varias plataformas y vi, no sin un dejo de tristeza de mi parte, que no tenían vistas, así que decidí (una vez más) dejar de preocuparme por si los otros me leen, y escribir más para mi mismo.
La idea de un nuevo tipo de publicaciones vino a mi mente, unas que fueran una especie de diario personal, sumamente libre, en el que narrara mi día a día. Tengo una sección similar, que es 'Bitácora personal', pero esta la escribo cuando tengo algo que quiero compartir, y esta otra sería literalmente un diario personal.
Recordé haber visto dentro de las iniciativas de Steemit algo similar, así que decidí investigar un poco y me encontré con el hashtag
#thediarygame promovido por
@steemitblog y que es prácticamente lo mismo que estaba pensando hacer, así que esta será mi primera publicación como parte de esta iniciativa en la que al parecer juega también un rol importante
@steemcurator01. No tengo claros todavía los detalles de la iniciativa, pero el simple hecho de saber que hay otras personas en esta plataforma compartiendo su día a día, me hace querer sumarme.
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Pero volviendo a ayer, aproveché el hastío para avanzar un poco en la lectura de 'Nefando', de Mónica Ojeda, un libro al que le huyo porque cada vez que me pongo a leerlo me da ideas para algún texto, y acabo sentándome a escribir, y ayer no fue la excepción. Llevo el 20% del libro leído y ya dio pie a tres cuentos: uno que ya publiqué por acá, otro que ya esta listo y estoy dejando madurar un poco para revisarlo con calma antes de publicarlo, y uno más que está en proceso.
Sin embargo me hizo bien el sentarme a escribir, y sobre todo me hizo cuestionarme cosas, ya que el cuento que escribí es sobre una mujer que nació en un cuerpo de hombre.
Esto motivado por un personaje de la novela de Ojeda, que tiene esa particularidad y en cierta manera odia su cuerpo de hombre, sobre todo su órgano reproductor, que tiene erecciones cuando menos lo espera y al que no sabe como controlar porque además de poner en evidencia sus deseos reprimidos le recuerda de una manera muy cruda que esta en un cuerpo equivodado, llegando incluso a autoflagelarse para poner tener a ese otro ella, a raya.
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La novela me hizo también reflexionar sobre mi formación y mi sistema de creencias con párrafos tan interesantes (y polémicos) como el siguiente:
Pero al final hay que preguntarnos qué es lo que nos une a todos. Y lo que nos une, además del idioma, el pasado colonial y todas esas mamadas, es que venimos de una educación cristiana. No importa si creemos o no en Jesús, la paloma, Diosito que quita el pecado del mundo, María siempre virgen y demás chingadas. Lo que importa es que todos crecimos viendo las mismas imágenes: Jesús clavado en una cruz, con la mirada torcida hacia arriba, con la corona de espinas y la sangre corriéndole por la cara como un manantial, y que nos dijeron, a toditos, que eso era hermoso y misterioso, que eso, morir, sacrificarte, entregar tu cuerpo a los más horribles tormentos por y para alguien, era el amor. Con eso nos chingaron desde el principio, pero cuando a uno lo chingan desde tan temprano no se da cuenta de que lo han chingado, uno cree que las cosas son así y que está bien.
El libro pinta para ser de mis favoritos del año, y darme más ideas a desarrollar, ojalá así sea.
Aparte de la lectura del libro, comer, dormir bañarme y demás aspectos propios de la vida diaria, lo más destacado de ayer fue la batalla interior para tener un día menos tortuoso, que tuve todo el día. El encierro y la falta de contacto con amigos y familia, ayer me pesó bastante, y me la pasé racionalizando mis emociones para poder manejarlas mejor, y no es que esa sea la mejor manera de hacerlo, simplemente es la me funciona mejor a mí.
Entre los triunfos de esta batalla estuvo el no refugiarme en la comida, y cenar algo ligero en vez de una pizza que estuve a punto de pedir. El salir a regar algunas macetas de mi jardín a pesar de que eran las 11 de la noche, con todo lo deprimente que eso se oye, y dejar de estar enojado con los amigos que no me han devuelto mensajes, al ponerme en su lugar y pensar que pueden estar pasando por su propio proceso particular de adaptación a lo que estamos viviendo, y por eso no lo han hecho.
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Parte de ese proceso, y lo que podría decir que fue mi victoria final, y más importante del día, fue el poner nuevamente adelante de todas las dudas y malas ideas que a veces el encierro nos mete en la cabeza, lo bueno de las cosas, y agradecer lo mucho o poco que se tiene en vez de lamentarme por lo que me falta o lo que deseo, lo que se dice muy fácil, pero no siempre es sencillo de hacer.
Así fue mi día de ayer. Una batalla personal en que no fui vencido, y sigo en pie de guerra contra mi mismo para conservar mi salud mental, lo más en forma posible a pesar de la adversidad llamada Covid-19. Mañana ya les contaré como van las cosas. Por lo pronto gracias por leerme... o no. De todas formas, gracias.
©bonzopoe, 2020.
Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.