A mí me gustan las rosas, su perfume, sus colores y su diversidad. Cuando comencé a pintar también empecé a experimentar con ellas. Entonces un día una prima me pidió un cuadro en óleo, con dos rosas como sus hijas, así quedó.

Ellas son sus rosas, tiernas hermanas, cada una con sus dones, que así como muchos jóvenes venezolanos, decidieron emprender la travesía que significa conseguir vivir y cumplir sus metas.

¿Acaso no criamos a los hijos como emprendedores? ¿no les dijimos que tenían alas y podían volar? ¿los enseñamos a ser conformistas?¿la resignación tiene que ser la consigna?

Son valientes, cada uno de los que sale a conocer otro rumbo se enfrenta a eventualidades mucho peores que quienes se tienen que quedar, pero aun así lo enfrentan. Sus padres devuelven la sonrisa, aunque rotos, no lo demuestran, porque aunque duela y las extrañen, ellas deben estar bien y recibir el rocío de tierras ajenas, y entender que para ellos siempre serán sus rosas.

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