50° Concurso de Redacción de historias: "El juicio"

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El Sr. Armando Romero está siendo acusado por estafa, sin embargo, en el desarrollo del juicio, el fiscal presenta una cantidad de pruebas que no solo muestran la culpabilidad del acusado, sino que también lo incriminan en una serie de delitos como extorsión, secuestro e incluso asesinato. De ser culpable enfrentaría una pena entre 25 y 30 años de prisión.

Los abogados defensores, Carolai Álvarez y Cristian Gómez, tienen problemas para demostrar la inocencia de su cliente, ya que las pruebas lo señalan como culpable de todos estos cargos. El sr. Armando insiste en su completa inocencia, sus abogados le piden que si sabe algo que lo pueda librar de todo esto era el momento de decirlo, sin embargo, mantiene silencio y baja la cabeza, evidentemente oculta información, de repente, entra en la sala...

y comienza, después de un largo suspiro con el que pretendía deshacerse de su evidente consternación, a narrar su historia.

Yo estaba furioso porque el joven Jesús Alberto Istúriz, hoy presuntamente desaparecido, le había dicho a su padre que los repuestos para su automóvil que ya me había cancelado, nunca se los entregué, cuando la verdad era que él jamás llegó a pagar ni siquiera el 50% que se requería para pedirlos al fabricante. Su progenitor, Rómulo Istúriz, quien hace años atrás fue mi vecino de cuarto en una residencia de solteros, me contactó un día telefónicamente para preguntarme lo que pasaba y yo le conté la verdad.

Sé que Rómulo estaba confundido, porque, como hombre de negocios, sabía que aquello no tenía sentido, nada bueno sacaba un vendedor como yo, con tantos años en esto, apropiándome del dinero ajeno. A las diez de la mañana del siguiente día, aproximadamente, se presentó el joven Istúriz en mi casa, mostrando en su rostro una rabia a la cual parecía no estar acostumbrado. Comencé a decirle que se calmara, que le dijera la verdad a su padre y todo se arreglaría, pero entonces se sacó un revólver del bolsillo y me lo puso en la cabeza.

No me preocupé por mí en ese momento, sin embargo, sino por mi hija Roxana, quien ya estaba a punto de regresar del liceo. Me amarró las manos con una cuerda, me ató un trapo negro alrededor de la cabeza para taparme los ojos, me introdujo otro en la boca para que no gritara y me encerró en el cuarto que me sirve de almacén, propinándome un soberano empujón que me dejó tirado sobre el piso. No habían pasado ni quince minutos cuando volvió a entrar.

Ya tu preciosa hijita está bien amarrada también en su cuarto, me dijo con determinación, si no haces lo que te ordene, la mataré sin contemplaciones. Fue entonces cuando me obligó, a través de una llamada con su propio teléfono, a decirle a su padre que lo tenía secuestrado y que debía dejarme diez mil dólares en la casilla policial abandonada que está cerca de la iglesia. Si realizaba todo como se lo ordenaba, tendría a su hijo de vuelta a las seis de la tarde del siguiente día. Esas instrucciones debía cumplirlas esa misma noche y no debía avisarles a las autoridades ni realizar nada por su cuenta, solo debía esperar.

Ya no supe más nada hasta esa misma madrugada cuando vinieron a desatarme y a despedirse de mí. Yo estoy embarazada de Jesús Alberto, papá, dijo Roxana mientras me daba un beso en la mejilla y se preparaba para partir, nos vamos para Ecuador. Disculpe, suegro, expresó él simulando un gesto de arrepentimiento, así era el único modo de obtener dinero para el viaje sin que nadie nos denunciara, porque usted no va a mandar a meter presa a su única que, además, le dará dentro de siete meses su primer nieto, verdad.

Esa misma noche cuando la policía me encontró sentado en el jardín, perdido en el laberinto de mis pensamientos, y comenzó a hacerme un sinfín de preguntas estuve a punto de volverme loco. Me quedé callado, con la mente en blanco, sin saber a ciencia cierta qué había pasado.

Después asumí que con mi silencio los protegería para siempre… hasta que hace unos momentos comprendí que es una insensatez que ese padre que cree haber perdido a su hijo esté dispuesto a mandarme a la cárcel, en lugar de saber que muy pronto ambos seremos abuelos.

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Invito a los amigos: @genomil, @enrisanti y @rosybelyepez a participar en este ameno concurso. Por aquí les dejo el enlace.