De momentos eternos.

Hace un tiempo había un señor parado frente a mi ventana. Estaba de pie, mirando a los escasos carros que pasaban por la calle mientras fumaba un cigarrillo. No sé por qué pero no pude hacer otra cosa más que observarlo. Estaba oscuro, tan oscuro y frío como puede estar a las 2:30am.

El señor estaba de pie con su cigarrillo, en su rostro se reflejaba toda la derrota y el cansancio de una vida llena de altos y bajos. Era una persona consumida por la edad y el abatimiento producto de la rutina. Estaba ahí, de a momentos movía su pie izquierdo de un lado a otro. No sé qué estaba esperando, pero definitivamente estaba a la espera de algo. Quizá, como todos nosotros, seguía esperando encontrar aquello que le diera sentido a su vida. Quizá, sólo quería encontrarse a si mismo. O quizá no buscaba nada y era el más puro reflejo de la derrota.

---

Fuente.

---

Minutos antes me encontraba en mi cama sin poder dormir, inundada de esos pensamientos típicos del insomnio. Mi vista pasó de estar fija en el techo a posarse sobre el rostro de aquel señor de cara triste. Por un momento, sentí que nuestras vistas se encontraron. Creí que pude sentir su dolor y que él pudo sentir el mio. No sé si de verdad pasó o sólo fui yo en un intento de no sentirme sola.

A la mañana siguiente, mientras estaba de regreso a casa, estaba un señor sentado en el piso cantando y tocando su guitarra. Tenía una voz muy dulce y suave. Cantaba una de esas baladas que te arrugan el corazón. Nadie le prestaba atención, las personas pasaban y pasaban e ignoraban aquella dulce y melancólica melodía que llegaba a sus oídos. Justo al lado del señor, sobre nada más que un pedazo de cartón, se encontraba una niña pequeña de ojos tiernos que no hacía más que observar y escuchar con admiración a ese señor que se encontraba a su lado. Y así como todos lo ignoraban, ella los ignoraba a todos.

Pensé en el futuro. Pensé en la niña y en cómo sería dentro de 20 años. Pensé en si recordaría constantemente ese momento. Quise creer que sí, que dentro de unos años, la magia del momento no haría más que inmortalizar el recuerdo.

Al llegar a casa pensé en la ironía que se hallaba en el hecho de que dos personas en tres segundos de mi vida, hayan hecho más diferencia que aquellos que llevan años en ella.