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Quiero dejar en esta comunidad este escrito como un signo de unión emocional con mi país entero, Venezuela, que encuentra en la hazaña de Yulimar Rojas un motivo de esperanza y alegría.

Agradecida de esta ventana, que mantienen funcionando @marcybetancourt y @solperez para el encuentro de los venezolanos que hacemos vida en Steemit, les dejo este escrito, que une realidad y ficción , como un humilde homenaje a esta venezolana que quedará como ejemplo en la historia del país.


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Colagge realizado con la Foto de Yann Caradec y otras fuentes F F F

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No lo imaginó en su infancia. Correteó su alegría infantil entre amigos que crecieron con ella, en el populoso barrio donde aprendió a dominar su cuerpo, bailando salsa y encestando pelotas en la cancha de básquet.

Cuando llegó a la pubertad la madre la observaba mirándose al espejo, evaluando las largas extremidades, el cuerpo de gacela. Fue en esa época cuando los entrenadores de básquetbol y los de atletismo se la disputaron.

Ahora estaba allí, después de una meteórica sucesión de días, de semanas de meses y de años que fueron llenando sus ojos de bronces, de platas y de oros y en el que cada nuevo paso era un reto por lograr llegar unos pocos centímetros más lejos. Su cuerpo y su determinación fueron sus mejores aliados.

Se había acostumbrado a las luces y a las cámaras, al bullicio de las grandes competencias, a los gritos de las gradas y a diferenciar entre todas las voces la de su entrenador. A identificar cómo aquel silbido particular que él le hacía se convertía en su mente en el mejor consejo: imagínalo.

Había aprendido a conocer cada uno de sus músculos, sabía para qué la naturaleza los había puesto en su cuerpo, sentía la flexibilidad de cada una de sus articulaciones y cómo toda su anatomía entera interactuaba con el viento y con cada pedazo de tierra que tocaban sus pies.

Ese domingo se despertó tranquila, satisfecha, con la suave sensación de que todo estaba como debía estar, como cuando alguien prepara una gran fiesta y todos los elementos están a punto, solo a la espera de que llegue la hora .

Al abrir los ojos recordó a su mamá, a su familia. Su padre sabía que podía pedirle que rompiera el récord mundial.

“Yo lo voy a romper, papá, lo voy a romper.” Le había dicho con total normalidad.

Allí estaba en el magno escenario de los juegos olímpicos, allí las marcas y las medidas en el espacio cubierto de la arena del triple salto. Al verla coordinar sus movimientos con sus pensamientos todos sabían que estaba muy cerca de tocar la gloria. No había dudas de que lograría el oro en las olimpíadas. Pero su empeño estaba en otro récord, lo intentó una y otra vez.

Se le vio volando, en tres hermosos y elegantes saltos, se le vio aterrizar sobre la arena, se le vio levantarse sin emoción, fría en la ejecución. Mientras saltaba su cuerpo le decía que algo había fallado, que había ladeado la cadera, que necesitaba un poco más de velocidad, de fuerza, de flexibilidad, de resistencia. Pero sabía que el salto perfecto estaba dentro de ella.

Tenía una nueva oportunidad. Entonces pidió apoyo, pidió aplausos, Su entrenador le envió el familiar silbido, contraseña y acicate. Volvió a coordinar mente y cuerpo, imaginando y ordenando cada movimiento.
Desde las tribunas le llegó el murmullo familiar que se extinguió cuando arrancó la carrera. Un silenció profundo la acompañó en el aire. Estaba haciendo lo imposible, lo que nunca nadie había hecho. Dos minutos eternos, más rápido, más alto, más fuerte.

Cuando Yulimar se levantó del piso supo que lo había logrado, un potente gesto de victoria brotó sin control. Una incongruente mezcla de triunfo y de angustia la llenó por escasos segundos hasta que los jueces cantaron el récord. Fue entonces cuando comenzó una imparable, veloz y alegre carrera. La atleta corría, se detenía, se lanzaba en el piso, se recostaba de una baranda, abrazada a una bandera...

El país tricolor reía y lloraba con ella. Por un segundo las calles grises y mustias se llenaron de un resplandor dorado.

Cuando llegó el momento de tomar la fotografía oficial, Yulimar relajo su cara, sus brazos realizaron un gracioso y femenino gesto. Esa fotografía la retrató serena, una hermosa chica venezolana que supo imaginar el cielo y trabajar para ello.

Gracias por leer

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@gracielaacevedo

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Un tributo muy lindo para esta gran atleta, hoy nos alegramos en Venezuela por su triunfo, buen artículo @gracielaacevedo

Gracias por yu comentario @@@lita2021 una manera de retribuir el asombro por la hazaña de esta joven venezolana-

Hola, profesora! Qué maravilla leer nuevamente algo de su autoría. Este ensayo es inspirador. Me encantó.
Le envío un abrazo.

Hola, @@@danapalooza, muchas gracias por tu cálido comentario! Abrazo recibido y correspondido.