Oficios peculiares
En la Patagonia y no me refiero a la turística que muchos de alguna forma conocemos sino a la profunda esa que no figura en folletos de agencias de viaje, aun hoy en pleno siglo XXI hay oficios que causan asombro y sorpresa en la mayoría de la gente, tal es el caso de los puesteros.
Una fresca y límpida noche de enero, estábamos en medio de una isla sin nombre que se forma en la unión de los ríos Chimehuín y Collón Cura, el guía de pesca, el pilchero y los tres pescadores que formábamos el grupo; habíamos parado allí para disfrutar de una opípara cena y un merecido descanso luego de una intensa jornada que había comenzado muy temprano por la mañana bajo el puente desde el que habíamos partido en balsas especiales para pescadores.
El pilchero, de nombre Javier, era un joven nacido y criado en una gran estancia de ovejas, de esas que eclosionaron en el siglo XIX, a todas luces tenía ascendencia indígena y cuando lo interrogué al respecto me dijo que sus abuelos habían sido wakeskar (alakaluf), una tribu del sur de Argentina y Chile cuyos dominios eran los canales fueguinos, como todas las demás tribus habían sido masacrados casi hasta su extinción.
Luego de la cena vino el mate alrededor del rescoldo, si bien era una hermosa noche de verano, en esas latitudes la caída del sol siempre trae fresco y la reunión alrededor del fuego es de lo más placentero, más aun estando en medio de un río de deshielo; la ronda se extendía y comenzaron las anécdotas y los cuentos tan típicos de la gente de montaña.
Javier comenzó a contar aspectos de la vida de un pariente que era puestero según dijo. Este señor sobre el que no dio nombres se encontraba a cargo de un puesto de la estancia donde él vivió hasta que cumplió 16 años.
El lugar era un paraje olvidado de Dios donde el puestero en cuestión se moldeó en la rudeza del clima, de la desolación del paisaje y de la soledad. A veces pasaban meses cuando no un largo año hasta poder recibir provisiones, la paga y lo más importante, conversar con alguien aunque más no fuera por un rato.
Esos hombres, contaba, solo conocen dos estaciones del año: muy fría y fría, tal es el clima en la región donde el viento es el invitado diario que siempre se comporta descortésmente con el lugareño que lo soporta estoicamente y en soledad, solo acompañado por algún caballo, sus inseparables perros y un rancho que únicamente por milagro se mantiene en pie.
En ese lugar a veces el puestero se convierte en “bagualero”, un oficio que increíblemente se sigue practicando en los tiempos que corren y consiste en acorralar ganado bovino u ovino en estado salvaje escapados mucho tiempo atrás de los corrales de sus dueños y perdidos en la libertad de la inmensidad de la meseta; siempre con la colaboración de una jauría de perros que generalmente dominan al animal que luego es sacrificado para obtener alimento, en algunos casos también para vender y sobrevivir. Esa misma técnica se utiliza con los equinos solo que estos generalmente se venden o pasan a engrosar la tropilla propia, rara vez comen equinos.
Otra singular tarea que el puestero suele desarrollar es la de cazar leones (en la Patagonia llaman león al puma o león americano). En estos menesteres también es necesario contar con varios perros quienes siguen el rastro del felino y lo acorralan hasta que llega el cazador y lo última con el arma que tenga, generalmente un revolver o un machete.
En una oportunidad el pariente estuvo persiguiendo el rastro de un león por varios días, lo seguía con obstinación porque casi le mató a su caballo bayo; lo descubrió una mañana mientras desayunaba su mate y observó que el animal se comportaba extrañamente, cuando se acercó vio las inconfundibles marcas de las zarpas profundamente hundidas en las ancas de la pobre bestia. Le costó mucho tiempo curarlo, principalmente evitar que se agusanara, sentencia de muerte para todos los que se lastiman y no reciben una rápida asistencia. Según dicen, los caballos de color claro son muy apreciados por estos felinos ya que con su vista asombrosa los pueden detectar perfectamente en la oscuridad tanto como si estuviera iluminados.
Par finalizar con su exposición Javier contó algo que nos dejó perplejos, cuando el puma se encuentra acorralado por la jauría y en espera del gaucho que pondrá fin a su vida, suele intentar atrapar a algún perro y en lugar de matarlo lo sostiene entre sus garras por el cuello mientras el pobre can aúlla espantado, es su última tentativa de amedrentar a los otros perros y contar con un momento de duda y debilidad para intentar su huida.
Le pregunté a Javier si había sido puestero y me contestó que no, le bastaba conocer las historias de esos hombres para saber que no era lo suyo, estudiaba en Roca para ser biólogo y en verano trabajaba ayudando a algún guía de pesca.
Esa noche luego de terminada la charla me quedé un rato bajo las estrellas observando el espectáculo que en esa oscuridad es deslumbrante.
Héctor Gugliermo
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Interesante relato @hosgug , mis abuelos vivían en el campo y tenían estancia ,no tan al sur ,acá nomas , en Buenos Aires , si bien no había pumas pero si de vez en cuando salían a perseguir un zorro o un lagarto , siempre me gusto la vida de campo y sus historias, gracias por compartir esta.
La vida de campo es dura, a veces mucho, en la Patagonia eso se multiplica porque el clima y la soledad son extremos, la gente refleja esa dureza en su carácter.
Es verdad , mi abuelo se levantaba 4 o 5 de la mañana en pleno invierno , con un frió tremendo , pero a el le gustaba , sacaba las vacas a pastorear , las ovejas y los caballos, una vida bastante dura, lo que siempre me llamo la atención es que nunca se enfermaba , a pesar de tanto frió o calor y trabajo forzoso.
La vida en el campo es dura pero tiene un encanto especial.
En un viaje pastoral a chile salimos por un tunel que ae estaba construyendo el Pino Hachado y hay nos aventuramos por la patagonia y para nuestro regreso a Bs As cruzando los campos Petrolíferos. No vimos a Patoruzu
jajaja. Patoruzú era tehuelche, quedan pocos de esos, pero hay que aclarar que no fueron masacrados solo por la colonización, mucho tuvieron que ver los mapuches, un pueblo guerrero que contrastaba notablemente con los pacíficos patoruzúes.
Que buena historias, estos puesteros si que mas que vivir era sobrevivir. Seguramente deben quedar muy pocos.
Quedan más de los que suponemos y en Chile muchos más todavía! Hay muchas estancias inmensas y es necesario cuidar determinados lugares, eso lo hacen estos puesteros.
Excelente post super interesante. Upvoted Follow saludos desde Canadá
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Gracias por tu comentario. Ya los estaba siguiendo! Muy buena información, recomendable!