GÉLIDA REALIDAD (RELATO)
Los días en esta inmensa ciudad me abruman constantemente. Las calles emiten un clamor de cansancio. Los transeúntes se desplazan azarosamente, sin miedo alguno. Mi piel temblorosa se acomoda, despacio al frío clima. Pero les confieso me he extasiado con los espacios naturales que emiten tranquilidad y la indescriptible escena de las palomas posadas en las palmas datileras, dando ejemplo de amor en su más pura expresión.
… Me asomo a la ventana y al fin un rayo de sol me saluda presuroso. El rocío se interpone. Me sirvo una exquisita taza de chocolate, casi hirviendo. Los recuerdos se interponen dulcemente, entre sorbo y sorbo. Siento la suave palma de mis amores infinitos. Como extraño sus juegos agridulces y el caos de mi entrañable hogar...
Mis ojos se impregnan de lagrimas deseosas, pero un ruido incesante me vuelve a la realidad. Me levanto un poco inquieta. Bajo las escaleras lentamente. Siento tu olor, desde tan lejos, la neblina, aparece, sin avisar. La gélida temperatura entumece mis manos. ¡Como imploro un abrazo!
Camino y los jardines podados a la perfección me dan tranquilidad, pero pienso en las avenidas vestidas de cansancio y me ataca el pánico. Los ojos se me cierran. Me venció el cansancio en esta gélida realidad…
Los días en esta inmensa ciudad me abruman constantemente. Las calles emiten un clamor de cansancio. Los transeúntes se desplazan azarosamente, sin miedo alguno. Mi piel temblorosa se acomoda, despacio al frío clima. Pero les confieso me he extasiado con los espacios naturales que emiten tranquilidad y la indescriptible escena de las palomas posadas en las palmas datileras, dando ejemplo de amor en su más pura expresión.
… Me asomo a la ventana y al fin un rayo de sol me saluda presuroso. El rocío se interpone. Me sirvo una exquisita taza de chocolate, casi hirviendo. Los recuerdos se interponen dulcemente, entre sorbo y sorbo. Siento la suave palma de mis amores infinitos. Como extraño sus juegos agridulces y el caos de mi entrañable hogar...
Mis ojos se impregnan de lagrimas deseosas, pero un ruido incesante me vuelve a la realidad. Me levanto un poco inquieta. Bajo las escaleras lentamente. Siento tu olor, desde tan lejos, la neblina, aparece, sin avisar. La gélida temperatura entumece mis manos. ¡Como imploro un abrazo!
Camino y los jardines podados a la perfección me dan tranquilidad, pero pienso en las avenidas vestidas de cansancio y me ataca el pánico. Los ojos se me cierran. Me venció el cansancio en esta gélida realidad…