Cervantes Magazine Vol 24: Noticias de Humor
A continuación, una sarta de disparates que nos envía un usuario, fue insistente, usó una serie de técnicas sofisticadas de chantaje emocional y amenazas para obligarnos a publicar su artículo.
En consecuencia, decidimos seguirle la corriente para evitar males mayores. Si entre los lectores se encuentra algún especialista en salud mental, por favor háganos llegar sugerencias para lidiar con este tipo de personalidades.
Nuestra revista no se hace responsable de los problemas mentales de su autor ni de las opiniones emitidas en este artículo.
¡Ah, la infancia! Esa etapa maravillosa de la vida cuando estar desnudos es lo más natural del mundo. ¿Recuerdas tu infancia? ¿Recuerdas lo bonito que era no preocuparte?
Extraño cuando lo más importante era ver mi programa favorito en la tv y salir a jugar con los amigos, cuando cualquier tristeza se curaba con un helado. Esa hermosa época libre de pelo púbico.
Recuerdo con nostalgia esas tardes doradas llenas de patadas al balón y a quien lo llevaba; cuando podía hacer maldades sin consecuencias. Un castigo y ya está. ¡Qué bonita época!
¡Y qué bonitos los niños! Esos pequeños demonios impertinentes que pueden decir lo que se les venga en gana y son disculpados por ser niños. Y los peores, son los bebés. Ellos pueden morder el pecho de una mujer en público.
Definitivamente, son miembros de una élite opresora que puede estar desnuda y morder pechos en público si les da la gana. ¿Por qué ellos pueden? ¿Será por la ausencia de vello púbico?
No, no creo que sea por el pelo púbico. Como sea, divago. Se supone que este es un artículo humorístico cuyo tema central es la infancia. Pero ¿Qué es la infancia? ¿Que nos diferencia de los niños? Algunos dicen que es la inocencia, afirman que los niños son inocentes y lo repiten con ternura cuando hacen una maldad. “Pobrecito, es un niño no sabe lo que hace”.
¡Mentira! ¡No son inocentes! ¿Se te olvidó cuando eras niño? ¿Se te olvidaron las cosas que hiciste? ¡No son inocentes! ¡Son unos diablillos plenamente conscientes de lo que hacen!
Otros dicen que es la capacidad de asombro. Opinan que siempre se es niño mientras conservemos la capacidad de sorprendernos por las cosas nuevas.
No me parece, es decir, si te asombras tanto como cuando era un niño no es porque lo sigas siendo, es porque no conoces mucho. Es natural que un aborigen caníbal en Nueva York no cierre la boca ni parpadee al ver los rascacielos, pero eso no lo hace más niño, ni menos canibal ¿Cierto?
Por lo tanto, no es la capacidad de asombro, ni mucho menos la bondad. Los niños son malos, de hecho, no conozco ninguno que pueda llamar bueno, todos son unos pequeños dictadores egocéntricos, egoístas y envidiosos. “Pequeños Fascistas”.
Seamos sinceros, los niños son así. Yo fui malo, muy malo. Aún lo sería si pudiera. De niño perseguía a los gatos tratando de pisarle la cola. Aún lo hago si se descuidan.
No es una calumnia ni mucho menos. Basta con que recuerden su infancia. Si la olvidaron, entonces, les daré un claro ejemplo de su maligno y premeditado comportamiento.
En primer lugar, no se dejen engañar por su disfraz adorable, sean objetivos. Dicho esto, observen cuidadosamente cuando un niño pequeño quiere algo. Digamos un helado.
Jamás aceptan un no por respuesta. Si la víctima se niega, entonces empieza la táctica de la manipulación.
En primer lugar, hacen pucheros, si no funciona, fingen llorar. Habitualmente eso funciona. Pero a veces no es suficiente, así que las lágrimas de cocodrilo se hacen reales y se convierten en ríos. Y empiezan los gritos. Y los “¡Tú no me quieres!” no se hacen esperar.
Es decir, el llorar bajito no es el único plan, de ahí su maestría. Cuando notan que no funciona, sin pérdida de tiempo ni remordimiento alguno, pasan al plan B, el escándalo.
Ellos saben, sí, claro que saben que un niño malcriado avergüenza a sus padres. Nunca lo dudes, saben perfectamente lo que hacen.
Abren bien sus ojillos y graban en su memoria cual grito desgarrador causa mayor impresión en sus padres, cual los humilla o apena más.
Definitivamente, siguen un método, hacen ensayo y error hasta que da con la tecla. ¿Viste Jurassic Park (Parque Jurásico)? ¿Recuerdas esos dinosaurios que tantearon toda la jaula hasta que encontraron la manera de escapar?
Así son los niños, estudian a la presa, encuentran sus debilidades, deciden cuál será el modus operandi y atacan sin piedad. Si eres padre o madre, toma nota, estás criando a un pequeño depredador.
Entonces, no pueden decirme que los niños son buenos. No hay niño bueno, eso pienso yo. He visto bebés guiñándome el ojo con maldad mientras le muerden el pecho a su madre. Saben que pueden, y lo hacen impunemente.
Pero si no es capacidad de asombro, inocencia o bondad, ¿De qué trata la infancia? ¿Será acaso de indefensión? ¿Será eso lo que nos diferencia de ellos? ¿Uno deja de ser niño en el momento en que deja de depender de otro?
Tampoco lo compro, todos tendríamos una segunda infancia si llegamos a cierta edad y hay algunos que nunca dejan de ser niños.
Descartando entonces la inocencia, la capacidad de asombro, la bondad y la indefensión, debo concluir que lo que nos diferencia de los niños son dos cosas: la impunidad y el pelo púbico.
Son pequeños tiranos libres de hacer maldades impunemente e inmunes a las ladillas. ¡Cómo los envidio!
jajajaja que brutal te quedo, me encanto esto ¨¡Mentira! ¡No son inocentes! ¿Se te olvidó cuando eras niño? ¿Se te olvidaron las cosas que hiciste? ¡No son inocentes! ¡Son unos diablillos plenamente conscientes de lo que hacen!¨
Si que lo son! Sólo que engañan a la gente con sus caritas regordetas y ojos de gato con botas! Pero yo sé quienes son, yo los conozco y no me engañan...
Claro que no son inocentes. Estudialos y verás. Claro, ya JCalero los estudió. Recordé el caso de uno de mis sobrinos que, de no más de 8 años lloraba camino al velorio de su abuelo, mi padre, y cuando lo consolamos dijo que todo se le pasaría con un PlayStation. ¿Es inocente? ¡Qué va!
Y como ese seguro habrán miles de ejemplos! Debemos abrir bien los ojos y no dejar que nos engañen!
Hahahaha! Muy bueno el artículo @jcalero, me asombra que recuerdes que le pisabas la cola a los gatos, imagino que como lo sigues haciendo es cuestión de costumbre y eso no se olvida hahaha, yo recuerdo muy poco de mi infancia pero de que fui malo, lo fui.
No sólo le pisaba la cola a los gatos, una vez me acusaron injustamente de ladrón de gallinas por perseguir a un pollo en un pueblo donde estaba con mis padres.