La Salvaje // RELATO
Los habitantes del respetado vecindario de Cloverdale estaban orgullosos de que un miembro de su comunidad, fue condecorado por el alcalde, como reconocimiento por todo lo aportado a los vecinos y a la ciudad.
Por más de quince años William Bochner ha dirigido el más importante mercado gratuito, destinado para los inmigrantes recién llegados. Dispuesto a brindar su ayuda al necesitado. Era un hombre querido por toda la comunidad.
Los domingos asistía a la iglesia, colaborando con el servicio religioso. Miembro de un club de tenis, apoyando a jóvenes promesa. Manejaba una página web, donde ofrecía asesoría gratuita para los extranjeros que deseaban irse a vivir a Canadá. Por las noches, impartía clases de ingles y francés para los extranjeros, gratuitas, había conseguido financiamiento de algunos empresarios locales. Aprendió el idioma español durante su juventud, cuando viajo por diferentes países de América latina como misionero de la iglesia.
Tenía sesenta años cumplidos, pero se mantenía saludable, fuerte y con ganas de seguir trabajando para el vecindario.
Su vecina más cercana era Patricia Dunn, una viuda de cuarenta y ocho años, que sentía una atracción por el señor Bochner. No importaba los quince años de diferencia. Todos los días, lo invitaba a tomar una taza de café, el cual el caballero aceptaba con gusto. El café era el único vicio conocido de ese excelente hombre. Ella se sentía mal, porque William parecía no darse cuenta que ella quería entablar una relación sentimental.
Lo más importante para él era estar siempre activo, trabajando y ayudando.
El mercado gratuito abrió las puertas. A Mario Cárdenas, el encargado de recibir la mercancía, le pareció extraño que William no estuviera en el lugar. Le gustaba madrugar y llegar antes que los demás, para limpiar los estantes y ordenar los productos del refrigerador. Lo llamo al móvil, estaba apagado. Lo llamo a la casa y nadie contestaba. No se presento, algo no parecía bien. Cuando cerró el mercado a las dos de la tarde, se dirigió a la casa de Bochner.
Mario golpeaba la puerta. No recibía respuesta. Patricia salió de la casa vecina. El joven le explico que William no fue al mercado y tampoco respondía el teléfono. Ella le dijo que se quedo esperándolo anoche para tomar una taza de café con una deliciosa torta, pero nunca llego.
Patricia fue hasta la casa del frente para preguntarle a Fred y Tiffany Duncan, miembros de la misma iglesia de William. Ellos informaron que el día de ayer, no fue a dar la charla que le correspondía. Preocupados, se aglomeraron en la puerta. No escuchaban nada. Fred se disponía a llamar a la policía, pero Mario tomo la decisión de forzar la entrada con una de las herramientas que tenía en la motocicleta.
El interior de la casa estaba oscuro. Los bombillos estaban rotos, no podían encenderse. Patricia era la más preocupada. Llego hasta el comedor. Un grito aterrador puso en alerta a los demás.
En el suelo, yacía el cuerpo de William Bochner, sobre un espeso pozo de sangre. Le habían abierto desde el pecho hasta el estomago, también presentaba múltiples puñaladas en las extremidades. Y para el horror de todos los que estaban viendo ese cuadro sangriento, el rostro era una masa deforme por la cantidad de golpes recibidos.
Fred no soporto la escena que parecía sacada de una película gore. Entro al baño para vomitar. La esposa, Tiffany, exclamaba que llamara a la policía. Mario estaba petrificado y Patricia tuvo un ataque de nervios.
Escucharon un ruido proveniente del sótano. ¡Hay que tener cuidado! ¡El asesino parece que todavía está en la casa! El joven Mario fue hasta los escalones que dirigían al sótano. Las mujeres pedían que no se acercara. ¡Espera que venga la policía! En su mano llevaba la herramienta de acero, preparada para golpear. Pero la oscuridad no le dejo ver cuando una criatura le salto encima, mordiéndole el cuello con tanta fuerza, que le arranco un pedazo de carne. Daba manotazos con la herramienta, pero no lograba dar en el blanco. La sangre le salía a chorros. No podía gritar.
lluvia.
En medio de las sombras, la criatura se abalanzo hacia donde estaban las dos mujeres. En ese instante Fred salió del baño. Estaba asustado, pero no dejaría que hicieran daño a su esposa. Se interpuso, recibiendo la embestida. Se golpeo la cabeza contra una pequeña mesa de roble. Semi inconsciente pudo ver que la atacante era una mujer de aspecto salvaje, cubierta de sangre y suciedad. Fue lo último que vio Fred, antes que la extraña le aplastara repetidamente la cabeza con la mesa.
Tiffany estaba en shock, viendo como asesinaban a su marido. Patricia agarro el cuchillo que estaba junto al cadáver en la cocina, resbalo, manchándose en el charco de sangre. La mujer salvaje salto sobre la indefensa Tiffany, arrastrándola hasta la sala, donde seria estrangulada. ¡Tiffany! ¿Dónde estás? Gritaba Patricia sujetando el cuchillo entre sus manos. Pero no recibirá respuesta.
No podía creer la pesadilla que estaba viviendo. Debía salvarse. Corrió hacia la puerta, apuntando el cuchillo al frente. Llego, parecía estar a salvo. Ella sintió una frías manos apretarla por las piernas. Cayó al piso. La arrastran de nuevo al interior de la casa. Fue recibiendo unas fuertes mordidas en las piernas. Intentado soportar el dolor, dirigió las puñaladas hacia la pierna, logrando acertar el cuchillo en el hombro de la agresora.
Aprovechando el momento, se fue arrastrando hasta salir de la casa. En el jardín, comenzó a gritar auxilio.
La mujer salvaje también salió de la casa, quería asesinar a Patricia. Pero los rayos del sol la encandilaron. Se cubría el rostro con sus manos. Quería entrar a la casa, sin lograr encontrar el camino correcto. Gritaba frases que no se entendían. Desesperada, corrió en dirección a la calle, donde fue atropellada por una camioneta conducida por unos jóvenes del vecindario.
El escándalo mancho el orgullo del prestigioso vecindario de Cloverdale. Los periódicos reseñaron la masacre y la posterior investigación. La asesina salvaje se llamaba María Fonseca, hija de inmigrantes mexicanos, desaparecida hace quince años durante un paseo al parque, cuando tenía cinco años de edad. William Bochner la rapto y mantuvo cautiva durante todo ese tiempo. Recibiendo abusos de todo tipo. La policía encontró los huesos de otras tres chicas. El apasionado trabajo a favor de los inmigrantes era usado por Bochner para seleccionar las víctimas. Construyo una habitación en el sótano, donde encerraba las escogidas. El hombre ejemplar, amigo de todos, condecorado por la alcaldía, devoto miembro de la iglesia, admirado por comunidad, el amor de Patricia, era un demonio viviendo entre nosotros.
Versión en ingles la encuentras en mi blog Link
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¡¡¡Felicidades!!!