Con la luna a mi favor
Quise acercarme tan pronto como me percaté de su existencia, pero había tenido un día muy duro en la oficina, tenía presión de la que me quería deshacer antes de acercarme, seguía viéndola disimuladamente en caso de que quisiera levantarse e irse, allí sin duda saldría corriendo detrás de ella. Primero quería terminar aquel vaso de brandy con el que tenía ya algunos minutos jugando, moviendo en círculos, conversando, y dejando que se llevara mi mal humor con cada sorbo.
¿Cómo era? Intimidante a mis ojos. Igual me armé de valor y camine hacia ella, aunque con cada paso que daba sentía más el típico temor al rechazo de cuando te enfrentas a una situación incierta. Sin aun haber pensado en que iba a decirle cuando llegara a donde estaba casi recostada de la barra, seguí caminando mientras pasaban preguntas por mi mente en un intento desesperado de mi inconsciente por saber qué clase de conversación sacarle, ¿Qué podría interesarle a alguien como ella? ¿Vendría de haber tenido el mismo día duro que yo en el trabajo? No parece tener hijos, es bastante joven, aunque su postura, su manera tan sutilmente seductora de arreglarse, su cabello un tanto "casual" lo suficientemente despeinado como para saber que había estado gran parte del día en la calle sin tener oportunidad de retocarlo, y labios rojos, dan la impresión de que ha vivido de sobra como para tener una experiencia interesante que quisiera que compartiese conmigo… ¿Esos tacones tan altos no la harán sentir incomoda y querrá quitárselos ya?
La bordee para llegar al asiento que estaba vacío a su lado, al sentarme allí inmediatamente pude percibir su perfume que me hipnotizo desde ese primer instante, mientras pedía otro vaso de brandy y le ofrecía algo de beber a ella. Pasaron las horas y aun no sé como pudimos llegar a compenetrarnos tan bien. ¡Qué agradable conversación estábamos teniendo! si no hubiese sido por eso no creo que hubiese podido despegar mi mirada de sus labios, su cabello, y sus senos.
“Estoy bastante cansada de tanta gente ¿quieres ir a mi casa? Vivo a unas pocas cuadras de aquí”
Fue lo último que escuche antes de sumergirme en el éxtasis más profundo que alguien pudiese llegar a experimentar, o tal vez es que todo lo demás se volvió irrelevante, y mi cerebro lo descartó. Se convirtió en adictivo querer seguirla besando, abrazando, y teniendo solo para mí. Una y otra vez besaba su cuello, allí justo en donde mi boca también rozaba con su lóbulo, al que también agarraba con un pequeño mordisco mientras jugaba con mi lengua, y respiraba en su cuello, alternando mis manos en su cintura, tenía la piel más suave con la que hubiese tenido contacto hasta esa noche. Su compañía resultó refrescante.
Aquella excelente amante a la que apenas conocía, no me la saco de la cabeza, y es que ella tampoco me lo permite… Sigo sin saber su nombre, su edad, o a que se dedica, solo sé quería dar más de lo que yo esperaba recibir, y que es puntual a nuestra cita cada semana.
Un recuerdo de una noche de aventura
Asi es, Gabriela ;)
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