Antes de Heráclito, los filósofos griegos, de modo particular, sólo se interesaban por darle respuestas a interrogantes relacionadas a la creación y constitución del cosmo. Así, se preguntaban , por ejemplo, ¿de qué estaba hecho el mundo? ¿cómo se formó aquel? ¿hacia dónde va el mundo y cuales son sus límites?, etc, etc. La física, o la filosofía, que para el tiempo de la Grecia Antigua no se diferenciaban, eran la misma cosa, sólo les movía un interés, saber de qué material estaba hecho el cosmos, cómo y quién lo habría construido, es decir, el interés supremo de aquel momento era netamente de carácter ontológico.

La respuesta de Heráclito

La respuesta dada por Heráclito, ante la ontológica interrogante ¿qué existe?, fue la la más alejada, y particular, de las dadas hasta el momento.Según él, nada existía de modo estático, fijo, no había un mundo cual edificio construido, no había construcción alguna, “el cosmos es, en el mejor de los casos, una pila de basuras al azar”, señalaba Heráclito.

En este orden de ideas, para Heráclito nada existía de modo estático, fijo, estable, contrariamente consideraba que todo, absolutamente todo, existía en un estado de transformación permanente, en flujo constante, así el sentido de su filosofía tenía como fundamente la siguiente frase “Todo fluye nada está en reposo”.

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En tanto, para Heráclito lo único realmente existente era el cambio, por lo que consideraba que todo cuanto se presentaba ante nuestros ojos, en un instante, al momento siguiente era algo distinto, es decir, ser y no ser es la nota más característica de la realidad, en los términos de El Oscuro de Éfeso

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