La luna se desnuda frente a mí, lo he visto antes, pero lo que parece normal se transforma en algo misterioso, mis sentidos se agudizan y mi estómago se retuerce al ver el nacimiento de la madre de la noche, el velo lebruno de las nubes finas cual cola de humo van siendo cómplices de su aparición, mientras yo me quedo inerte presenciando tan peculiar entrada.

Logro reaccionar a medias cuando ya puedo ver lo inmenso de su esplendor, una esfera perfecta que me indica lo majestuoso e inmenso que debe ser a la cercanía, y vuelvo a entrar en trance, su alineación perfecta conmigo, hace que me sienta como atraído hacia su ubicación, se mueve pero no lo hace, me muevo pero es lo mismo.

Pienso y recuerdo, observo y olvido, trato de no ser atrapado por ese presagio que llaman luna llena, en medio de una tarde que ya no es tal, porque se la ha comido la noche, cuantos segundos? cuantos minutos? es un momento distinto que me lleva a preguntarme, puede ser esa señal?

Somos parte del universo, lo he escuchado antes, pero la luna es el más vil de los acertijos, un planeta?, una estrella?, un satélite natural?, de qué tamaño es la conexión que tenemos con ella y cuán grande es su influencia en nuestro vivir?

Me quedo triste y desolado al no poder hablarle, quisiera preguntarle qué debo hacer, porque me escogió a mí ese día, tal vez su desnudez fue algo franco que me indica que debo renacer en mí, debo iniciar algo nuevo.

Es mi humilde y sincera interpretación, mi ADN descifrado por ella me coloca en el lugar perfecto para activar mi existencia y contribuir con el ciclo de la providencia, es mi deber hacerlo, cuál cosecha de trigo, cual siembra de maíz, igual a la preparación de una poción medicinal debo tomar en cuenta su posición, su etapa, su estación, para así garantizar el goce de lo que me ofrece esta tan majestuosa renovación, luna llena, hombre nuevo.