De: Mí / Para: Ti
Dortmund, 15 de enero de 1978
De: Mí
Para: Tí
En todo este tiempo, no he dejado de amarte. Así debo comenzar mi carta. Es justo que te lo diga, puesto que ya ha pasado demasiado tiempo desde la última carta que te envié. Mucho ha pasado también… por fin terminé el poema que tanto me había costado escribir. ¿Recuerdas? Aquel verano en Viena, paseando por el Volksgarten. Comencé a recitarte aquellos primeros versos que vinieron a mi mente, que años después continuaron torturándome para que los expresara en papel. Finalmente lo logré. Todo gracias a ti. Fue tu rostro, aquel magnánimo recuerdo que llevo conmigo, aquella sonrisa impoluta la que me llevó a lograrlo. Te extraño.
Alemania ya no es la misma. No para mí al menos. He estado recorriendo Europa como ya sabes, consiguiendo trabajos menores que me ayudan a sobrevivir mientras esta grave crisis económica me sigue intentando llevar a la ruina. Al punto de no retorno. Y francamente, me siento a punto de atravesarlo. No soporto esta situación. Necesito verte. Necesito encontrarte de nuevo entre mis brazos. El aliento se me escapa de la boca a pasos agigantados, porque mi corazón llora cada vez que te recuerdo. Lo cual es cada minuto. Necesito que vengas a mi auxilio. Tú y solo tú.
El tiempo se agota. No me estoy haciendo más joven. Ni tú tampoco. Deseo encontrarte, caminando por Hohensyburg, y que me sorprendas con uno de esos abrazos fortísimos y esos besos profundos que siempre me diste. Cumplir nuestro sueño: caminar por la medianoche en Dortmund mientras llueve. Quedarnos empapados y embelesados viendo el magnífico Signal Iduna Park, o corriendo por las ruinas de Burg Hardenstein. Una lágrima surca mi rostro mientras escribo estas líneas. ¿Es esto el verdadero amor? ¿O es solo mi corazón desdichado, expresando su más grande tristeza por no tenerte aquí a mi lado para consolarme?
No quiero que pasen más días sin ti. Más horas. Más años. No quiero despertar en 50 años, para recordar que una vez te olvidé y que ahora no te tengo, que hace mucho te perdí. No quiero contactarte, y decirte dónde estoy, para que, en mi desespero, me vuele la cabeza con una bala enferma, y que minutos después entres tú por mi puerta y te haga más daño del que ya te he hecho. Mi garganta se ha acostumbrado a los nudos, mi pecho a hincharse, no de orgullo, sino de aquella energía negativa que sentimos justo cuando estamos a punto de echarnos a llorar. Te extraño. Si alguna vez te perdí, no puedo expresar con suficientes palabras en todos los idiomas del universo, lo mucho que quiero que vuelvas a mi lado.
Sigo siendo tuyo, aquel amante desamparado que conseguiste en Florencia, donde empezó nuestra aventura. Sigo siendo tuyo… solo espero que tú sigas siendo mía, aquí y ahora. Y vengas rauda a buscarme y hagamos el amor como fugitivos. Donde sea que estés, encuéntrame. Te estoy esperando. Que esta carta te llegue en buen estado, que te encuentres bien, pero que quieras estar mejor… conmigo. Soy capaz de hacer el mundo a un lado… por ti. Ven a envejecer conmigo.
Siempre tuyo,
Mí.