Historias reales #125: Acariciar sin tocar


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Imagen de mi archivo personal

Acariciar sin tocar

La mujer había pasado todo el día en el bulevar tejiendo gorros, bufandas, carteras. Sus manos hábiles, cual araña, tejían sin parar, tratando de hacer algo que llamara la atención de los transeúntes. Solo unos pocos se habían detenido y nadie había comprado. Aunque estaba preocupada de llegar con las manos vacías de alimento a su casa, empezó a recoger su mercancía porque se hacía muy tarde.

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Cuando estaba recogiendo, se acercó un señor interesado en comprar una manta para su nieto recién nacido. Aunque la mujer no tenía ninguna ya lista, le dijo que podría hacerle una rápidamente porque realmente era muy hábil y rápida. El hombre aceptó y a medida que la mujer tejía, el hombre iba contando historias de él y sus hijos. La mujer escuchaba aquellas historias de familia y con el mismo sentimiento de hermandad que el hombre transmitía, con ese mismo sentimiento ella tejía.

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Tal vez fueron dos horas en las que se hicieron compañía, pero parecía una eternidad. Cada historia era como una manta: llena de calor y protección. Cuando la manta estuvo lista, la mujer se la entregó al hombre quien se fue complacido con los resultados. La mujer también se fue feliz, no solo porque llevaba dinero a casa, sino porque aquellas historias le habían acariciado el alma.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS