La fatiga se había incorporado a los días. Sentía que el cansancio era un estado permanente en ella. Suspiraba mucho y en cada suspiro, sentía que la vida se le iba. Se sentaba y miraba a su alrededor buscando el motivo de tanta fatiga, pero no alcanzaba a ver por qué la dejadez, la modorra, las ganas de permanecer dormida. Comía bien, hacía ejercicio y también salía, pero cada vez eran más los episodios de falta de ánimo y de sentirse sin energía.

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Un día se dio cuenta que tuvo ánimo mientras leía y que, a pesar de que le gustaba estar sola, agradeció estar en compañía. Después se rodeó de amigos y de la más cercana familia, y pasó, extrañamente, un día lleno de alegría. También les cocinó y hasta cantó varias melodías. Los presentes la aplaudieron porque se dieron cuenta que estaba distinta: nada de quejas, ni de tristezas, tampoco de risas fingidas. Estaba realmente feliz y muy extrovertida.

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Luego de eso se percató que estaba llena de entusiasmo y mucha energía y a partir de ese momento empezó a alimentar el alma con la mejor de las comidas: mucho amor, amigos, gente querida. Porque a veces sin darnos cuentas nos rodeamos de cosas y personas que son la verdadera pesadilla, y vamos por ahí muertos en vida.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS