Los venezolanos somos chéveres
Los venezolanos somos chéveres
Mi nombre es Nancy y soy profesora de literatura. Me gusta decir que soy tan criolla como la arepa. Me gusta viajar, por lo que conozco casi toda Venezuela y casi todos sus sitios turísticos. Nací en Cumaná, capital del Estado Sucre, cerquita del mar y aunque parezca insólito, no sé nadar y soy alérgica al pescado.
Mi estado tiene playas hermosas que visito cuando puedo y en ellas puedes darte el lujo no solo de tomar el sol, nadar, pescar, sino también bucear y hacer otros deportes acuáticos. Entre las zonas playeras que te puedo recomendar están Mochima y Araya. ¡Todo un espectáculo de azules y arena blanca!
También hay otras zonas playeras en Venezuela que son tan famosas, hermosas y agradables como las anteriores. He estado en Morrocoy, Adícora, algunas playas de Margarita y Coche. En todas ellas se vive sabroso y bonito, porque en el mar la vida es más sabrosa.
Así como existen playas hermosas, en Venezuela poseemos ríos caudalosos como el Orinoco y el Caroní, los cuales son dos de los más grandes de Latinoamérica. El primero ocupa el cuarto lugar entre los ríos más grandes de Suramérica y el segundo, debido a su caudal, es aprovechado para generar energía hidroeléctrica. Por lo que debes visitar estos dos grandes ríos y La Represa del Guri, el embalse de agua más grande del país.
Aunque los sitios anteriores que te he mencionado pueden ser calurosos, hay otras zonas del país que poseen un clima más agradable, como es el caso de Mérida, Táchira y Trujillo, la parte andina de nuestro país. Mérida es una zona muy turística, con un mercado enorme, lugares para visitar, con una gastronomía inigualable y especialmente, con habitantes amables, respetuosos y dispuestos a atenderte como un amigo. Allí puedes ver nieve en las montañas y hasta si tienes suerte, verla caer sobre ti.
Táchira sobresale no solo por su clima, también por su paisaje y su gente. Un lugar que hay que visitar no una sola vez, sino muchas veces.
En Trujillo está una de las estatuas más grandes de América y es de la Virgen María: La Virgen de la Paz. Llegar a este lugar te lleva a sentir que hay momentos que puedes estar más cerca del cielo:
Igualmente, en Trujillo existe un lugar llamado Isnotú, donde está el santuario de uno de los santos más milagrosos y en el que todos los venezolanos creemos: El Doctor José Gregorio Hernández. En estos tiempos de crisis, a veces es necesario creer, tener esperanza, mirar al cielo.
Y es que así somos los venezolanos: creyentes, respetuosos y amables con las creencias de los otros.
El venezolano se ríe a pesar de las adversidades, echa chiste, canta. Muchas personas dicen cómo un país que vive una crisis como la que vivimos, puede tener ganas de seguir sonriendo. Y tal vez la risa ha sido nuestra guarida, nuestro refugio en los momentos más oscuros, nuestro salvavidas para poder sobrevivir.
Hablar del venezolano es hablar del café por la mañana, del sancocho y la parrilla entre amigos, de la cerveza el fin de semana, del estar con la familia. Aquí en Venezuela celebramos lo más trivial, tenemos un talento especial para hacer una fiesta de cualquier situación. Esta disposición a la gozadera, el alboroto, tal vez es más común en unas zonas que en otras, pero es parte de nuestro ADN.
Hay que decirlo: nosotros invertimos gran parte de nuestra vida en las relaciones interpersonales. Somos hospitalarios, amigos del vecino, del compañero de trabajo, pero también del chinito del abasto, del zapatero, del verdulero del mercado. El verdadero venezolano no discrimina. Nosotros le decimos compadre, hermano y primo al que nos saluda en la calle, y en las buenas y malas, siempre pueden contar con nosotros. Nosotros no solo celebramos la amistad, también creemos en ella.
En estos días veía un programa donde entrevistaban a algunos venezolanos en el exilio y una de las preguntas que se les hacía era qué extrañaban del país. La respuesta era: el calor humano, la familia, los amigos, la jodedera. Cuando yo hablo del SER del venezolano en mis clases de literatura, les cuento a mis estudiantes que en 1955 Susana Duijm ganó el Miss Mundo. Obviamente, inmediatamente le llovieron contratos y ofertas de trabajos en todas partes. Su carrera de modelo estaba en su mejor momento cuando la reina de belleza, decidió retornar a Venezuela. Cuando regresó, todo el país salió a recibirla y cuando le preguntaron por qué había rechazado vivir fuera de aquí, ella dijo que extrañaba a Venezuela, que extrañaba a su gente, las arepas y que aquí todos éramos chéveres. ¡Pues sí, no les digo mentira cuando afirmo que los venezolanos somos chéveres!