Desde el día anterior, la gente la estaba esperando. Los que venían de otros pueblos huyendo de ella, habían comentado los destrozos que había dejado.

_Tuvimos que salir corriendo y dejar todo atrás. Solo tenemos lo que tenemos puesto -decían unos.

_Llegó sin darnos cuenta, solo un frío helado que llegó segundos antes, nos avisó que ya estaba en el pueblo -dijeron otros. Así que los pueblerinos se prepararon para que la neblina no los agarrara desprevenidos.

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Lo que decían es que la neblina desaparecía a la gente y que las consumía como si fueran agua y sal.

_Después de la neblina, los pueblos quedaban desolados, como si hubiese pasado la peste. La neblina los cubre por una semana en la que solo es oscuridad, frío y silencio. -contaban los pocos sobrevivientes que narraban la historia como si estuvieran muertos o dementes.

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_Cerremos las puertas, pronto llegará, cierren las ventanas -decía la gente. Y pasaban días de angustias y de espera, y nada. Entonces la gente se tranquilizaba, volvía a sus rutinas normales: el trabajo, la escuela, las labores de la casa. Por la noches dormían tranquilos y hacían las rutinas de las mañanas. Pero, en cualquier instante, como la gente contaba, alguien sentía un frío aterrador y helado en la espalda. Pero al voltear, ya era era tarde: una gruesa y gris neblina los tragaba.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS