Cierto día Marina, quien no sabía mentir, le dijo a su papá que quería ser grande para hacer cosas de grande:

_¿Cómo qué cosas quieres hacer, Marina? -le preguntó su padre muy preocupado.

_Por ejemplo, me gustaría ayudar a lavar los platos y no pedirle a mamá que lave mis platos. También me gustaría ayudar a regar las plantas y hasta poder alcanzar los libros que están en la parte de arriba del estante.

_Ah, era eso. -dijo suspirando el padre- solo aguarda un poco y ya verás cómo creces.

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Como el padre de Marina era carpintero, la niña le pidió que le hiciera un banco.

_¿Para qué quieres un banco, Marina? -preguntó el padre pendiente de la curiosidad de la niña.

_Para poder treparme a él y hacer lo que te dije -expresó la niña tal cual como lo había pensado. Entonces el padre le prometió que le haría el mejor banco de todos.

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Y así fue, el padre se metió a su taller y no salió de allí hasta que estuvo hecho un banco de madera, perfecto para Marina. La niña, al verlo, quedó encantada e inmediatamente se subió a él, pero con tan mala suerte que se resbaló y cayó al suelo. En medio del llanto, el padre la levantó, la cargó en sus brazos y la llevó para que hiciera todo lo que había querido hacer montada en el banco. Pronto, la tristeza pasó y Marina comenzó a reír nuevamente. Con su sinceridad de siempre, Marina montada en los brazos de su padre dijo:

_¡Este es el mejor banco que pudiste darme!

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS