Cómo iba a saber el sapó René que su esposa, quien siempre había sido una mujer de su casa y amante de su esposo, estaría sospechando de él. Hasta los momentos, el sapo René había sido un caballero, fiestero y buen diente, tal vez algo coqueto, pero nada que pudiera ofender e inquietar a su esposa. Por eso, cuando le dijeron a René que su esposa le había puesto un detective para que lo siguiera, se sintió furioso.

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Cuando encaró a su esposa, esta le hizo ver que tenía motivos para investigarlo. Por las informaciones que tenía en las manos y que le había suministrado el investigador, René estaba comiendo en otro lado. Mudo, desorientado, sin saber cómo manifestarse, tomó sus cosas y decidió irse. Ante esta actuación, la esposa quedó helada y le preguntó con sorpresa: ¿Entonces es cierto? ¿Comes en otra parte?

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René no supo qué decir! Pero al ver a su esposa que hablaba seriamente, suspiró aliviado y tuvo que aceptar su error: "¡¡Sí, amor mío, pero no lo volveré hacer!!" -juró en llanto el sapo René-. Solo fue una vez y para serte sincero, no me gustó nada, dijo René entre los brazos de su esposa. "Todo lo hice porque mis amigos me obligaron", apuntó René recordando las deliciosas ancas de rana que se había comido todas aquellas mañanas.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS