LAS ALMAS INQUIETAS.
Esa calle que me pertenece de tanto transitarle, de tanto verla, de tanto padecerla; espera sumisa por sus visitantes de siempre, añorando las voces y sonidos de tiempos pasados y como yo, lamenta ausencias y padece el frío del abandono. Cuanto quisiera salir y decirte que estoy contigo, que no me he marchado y que solo espero el momento en que esté preparada para acompañarte de nuevo.
Mis traviesas compañeras murmuran entre sí; creen que no las escucho pero aunque no entienda su idioma llegan hasta mis oídos sus melodiosos murmullos. Llevan algún tiempo aquí, por eso no me he sentido sola de un todo, pero no están conmigo sino a pesar de mi; quizás siempre han estado y no soy más que una intrusa que invadió su espacio o tal vez me siguen a cada lugar que voy y hasta hoy noto su presencia.
Por ahora nos ha tocado coexistir, ellas se sienten cómodas aquí y yo aunque quiera no puedo marcharme aún. Se han ido acostumbrando a mi sosegada presencia tanto como yo a su curiosidad y susurros; husmean en mi memoria, sueños y recuerdos, me observan (sé que lo hacen) mientras duermo o mientras escribo; me escuchan mientras recito mis frecuentes monólogos o me cuestiono; tal vez me hablen pero no las entiendo, y en ocasiones se acercan tanto que puedo percibir un estremecimiento; como ahora parada frente al ventanal, con la mirada perdida en la calle desierta, a pesar del café caliente mientras espero ver sus rostros reflejados en el húmedo cristal.
fuente
That street that belongs to me from so much walking, from so much seeing, from so much suffering; it waits submissively for its usual visitors, longing for the voices and sounds of times gone by and like me, lamenting absences and suffering the cold of abandonment. How much I would like to go out and tell you that I am with you, that I have not left and that I am only waiting for the moment when I am ready to accompany you again.
My mischievous companions murmur among themselves; they think I do not hear them, but I do not understand their language as I find their melodious murmurs up to my ears. I have been here for some time, that is why I have not felt unique in everything, but I am not with me but in spite of myself; perhaps they have always been and I am only an intruder who invaded their space or perhaps they follow me to every place I go and until today I feel their presence.
For now it has been our turn to coexist, they feel comfortable here and I, although they want to, I cannot leave yet. They have become accustomed to my quiet presence as much as your curiosity and whispers; they snoop around in my memory, dreams and recollections, they observe me (I know what they do) while I sleep or while I write; they listen to me while I recite my frequent monologues or question myself; perhaps they speak to me but I don't understand them, and sometimes they come so close that I can perceive a shudder; like now standing in front of the window, with their eyes lost in the deserted street, despite the hot coffee while I wait to see their faces reflected in the humid glass.