Un hogar soñado
En varias ocasiones he hablado de Sanabria, mi paraíso personal, mi patria chica, donde he forjado muchos de mis mejores recuerdos y donde sigo colmándome de verde y de paz cada verano para afrontar el otoño.
El tiempo no parece transcurrir allí con la misma velocidad que en otros lugares, parece que se hubiera detenido, pues sigo percibiendo el valle, el lago, las cascadas o los riachuelos con idéntica intensidad. La belleza imperecedera del lugar causa en mí el mismo arrobamiento que cuando era niña; aunque las construcciones muestren un inevitable deterioro, la vegetación, más frondosa cada año, mitiga la sensación de decadencia y me sumerge en un mundo mil veces soñado.
A ese mundo pertenece esta casa, un antiguo y pequeño hotel junto al río Tera cuyas habitaciones recorría una y otra vez en mi mente infantil, ya que nunca entré en él. Creía que algún día sería mi hogar, y había elegido la habitación abuhardillada que miraba al río para los momentos de ensoñación, el gran salón de la planta baja para las fiestas con la familia, el porche para desayunar al sol de la mañana... Ese pequeño portal con el escaño de madera era lo único que no tenía que imaginar, porque se veía desde la calle, igual que el serbal –llamado allí escanfreixo– que lo adornaba con sus ramas y sus frutos rojos. Y ese rincón es el que reflejé en este óleo, que hoy luce en la pared de un hogar malagueño y zamorano a la vez.
Precioso
Muchas gracias, @itzikuna.
Amiga, tu relato está muy hermoso, me conmovió.
Un abrazo! @pinus
Tan sensible como amable, @kristal24. Gracias de nuevo y otro abrazo para ti.
El relato es extraordinario. La pintura... ya la conocía y valoraba. Qué evocador de momentos, paisajes y edades. Magnífico.
Cuando los comentarios vienen de un escritor de tu talla, son especialmente valiosos para mí.
Grandioso relato. En cuanto a belleza literaria, de lo mejor que he visto escrito por aquí. El cuadro, precioso.
¡Uf, cuánto honor!