El Fumadero - Viernes por la noche, un taxi y una pandemia [relato corto].steemCreated with Sketch.

in Writing & Reviews4 years ago (edited)

Viernes por la noche, un taxi y la pandemia


Hace unos días me pasó algo curioso, aunque no sea si esa sea la palabra adecuada para definir tal hecho, la verdad es que le había estado dando vueltas y vueltas, no sabía si escribir sobre ello y menos aún publicarlo en algún lado, pero siento que si no lo hago explotaré, y entonces la pena por mí mismo me terminaran ahogando.

Hace unos días, concretamente el primer fin de semana de diciembre, creo era un viernes tipo tres de la tarde recibí un mensaje de Whastapp, era un amigo, me contó por nota de voz eufórico que a finales de este mes o a principios del siguiente le llegaba la Playstation 5, yo lo respondí casi igual de emocionado que en cuanto le llegue que me avise.

La conversación giró como por quizás diez minutos en fantasías estúpidas sobre lo bien que la íbamos a pasar jugando al Play etc, de pronto me dijo que estaría bueno reunirnos e irnos por unos tragos ahora mismo, no sé, quizás la emoción del momento fue lo que dio pie a dicha decisión. “¿Ahora mismo con este peo de la pandemia como está?” pregunté un tanto extrañado, a lo que él dijo “Claro marico ya mismo, todo el mundo está saliendo, hay que aprovechar diciembre que fastidio estar encerrado todo el año hay que hacer algo”

La idea no me terminaba de convencer en un principio pero accedí, total todo el mundo estaba saliendo ya nadie se tomaba enserio el tema del confinamiento, la pandemia o el distanciamiento social, incluso había gente que hablaba en tono de teoría conspiratoria “ese virus es mentira nos están jodiendo”. Me habían pagado hace poco unos ciento cincuenta dólares en efectivo que me debían hace ya tiempo y me dije a mí mismo “¿Por qué no?”

Ah sí lo hicimos; salimos un rato, fuimos por unas cervezas, luego compramos una botella de wisky y fuimos a su casa a jugar un rato videojuegos y hablar estupideces, que es lo que básicamente hacemos cada que nos vemos. Ya ese mismo día en la noche, a eso de las ocho y media quizás, tuve que irme, pensé que podría quedarme y pasar la noche en casa de mi amigo, pero a su madre bajo estas circunstancias virulentas no le parecía una buena idea, lo cual respeto, hay que cuidarse.

Afronté la lúgubre noche de Caracas y rápidamente tomé un taxi que me llevase hasta mi casa, detuve al primero que tuve cerca haciendo el típico gesto con la mano y gritando "taxi", se detuvo rápidamente, abrió la puerta del copiloto y me dijo; "¿Donde lo dejo amigo? son quince dólares o al cambio". Me alarmó un poco la actitud del conductor, cuando le dije hacia donde me dirigía, me preguntó si era muy difícil llegar o muy lejos, esas preguntas me llenaron un poco de intranquilidad, así como también su insistente prisa por subirme al auto. Caracas es una ciudad muy peligrosa y lastimosamente siempre se debe andar con la guardia en alto, eran las ocho de la noche pasadas mas o menos y en tiempos de pandemia así que no le di muchas vueltas y me subí al asiento del copiloto.

Inmediatamente al subir noté el nerviosismo del aquel taxista, y procedí a examinarlo detenidamente en el momento en que me subí al carro; parecía un hombre joven quizás unos tres o cuatro años mayor que yo, bastante más delgado, tenía el rostro demacrado, ni el tapaboca podía enmascarar aquel semblante, como si no hubiese visto una cama en días y tenía una para nada discreta actitud de ansiedad y nerviosismo al volante.

Su actitud y que el cielo me perdone, no me parecía normal, de hecho la encontré muy sospechosa así que procedí a vigilar discretamente que no quitase las manos del volante o hiciera algún movimiento extraño, vi hacia el asiento trasero para asegurarme de que no había nada sospechoso, de repente un frío recorrió mi espina dorsal, era el estado de alerta del cuerpo, luego de unos breves (que para mí fueron eternos) diez minutos de viaje el silencio se vio interrumpido por una llamada a su teléfono. El muchacho lanzó un gesto de desencanto y contestó. Yo vire la cabeza hacia la ventana haciendo como si no me importase nada.

Escuché a una señora, o quizás a una muchacha no lo tengo muy claro, hablaba agitada y con voz entre cortada, casi a los gritos, no entendí muy bien lo que decía, pero si escuché las palabras del taxista; “Bueno, pero diles que le den una noche más, nosotros se la pagamos ahí resolvemos.” “¿No hay otro lado donde llevarla? Pregúntales cuando piden por dejarla una noche mas, coño Claudia yo no tengo plata para pagar una clínica yo termino esta carrera y voy para allá ahorita no puedo hablar.” Volvió a repicar el hombre en un tono brusco y preocupado.

Yo seguía mirando por la ventana del copiloto como si no me hubiese enterado de nada y escucho al hombre dirigirse a mí en un tono apenado “Coño mi pana discúlpame tengo a mi mamá enferma en el hospital, esta muy delicada con el virus del coño ese, no he dormido bien en días, el carro no es mío es de un primo que me está haciendo la segunda porque necesito la plata urgente.” Todo eso lo dijo rápidamente y sin pausa alguna, yo no supe que decir, me sentí un poco mal por hacerme una primera impresión apresurada de aquel hombre. Asentí en silencio mientras hablaba y solamente dije “coye varón que ruda está la cosa”, las palabras más estúpidas que se me pudieron haber ocurrido, la verdad es que después de aquel episodio telefónico en mi mente solo predominaba la idea de bajarme cuanto antes de ese auto, no quería ser parte de la tragedia que ese hombre atravesaba, el teléfono del conductor sonó en algunas ocasiones esporádicas durante el viaje pero él no contestó, ignoro si eran mensajes o llamadas, él solo tenía la vista fija en el camino y seguramente el corazón ahogado en el pecho.

Nuevamente silencio durante el resto del viaje, ya estábamos un poco más de la mitad de camino, faltaba poco para llegar a mi destino de hecho, cuando nuevamente su teléfono comenzó a sonar insistentemente, el entendió la llamada con el mismo gesto de incomodidad que la primera vez, era la misma mujer, esta vez se escuchaba más clara y más nítida, a gritos desesperados y fuera de sí, estaba rebasada por el llanto, eso era lo que me parecía; “No está respirando Juan, nos quieren sacar de la habitación, tenemos hasta las doce de la noche, nadie me quiere ayudar auxilio ven pron…” el tipo cortó la llamada de golpe, tiro el celular a la guantera y siguió manejando como si nada, yo no quise preguntar, no quería ni verle la cara, mis ojos estaban fijos en el cristal de la ventana del copiloto, viendo las luces parpadeantes de Caracas.

La incomodidad y la amargura del momento me invadieron y me sobrecogieron con cada segundo, me sentí mareado, tenía ganas de vomitar, definitivamente no quería estar allí, necesitaba salir de ese taxi. Reuní algo de valor para articular palabras y le dije al tipo de forma tímida e indecisa “hermano déjame aquí y ve para allá”, el taxista se volcó fugaz como un rayo a la acera y frenó en seco, se giró a mí y me dijo con la voz resquebrajada “¿De pana chamo de verdad quieres que te dejé aquí?" "si mi pana, tranquilo" respondí yo al instante sobriamente, fue en ese momento que vi su rostro, estaba llorando, desbordaba en lágrimas, se veía que hacía esfuerzos incalculables por contenerlas, quizás ni el mismo se había percatado de ello. Me bajé del auto, tambaleante, saqué el billete de cien dólares y uno billete de veinte del dinero que me habían sobrado de la noche de tragos y juegos, se los deje encima del asiento de copiloto; me gustaría decir que lo hice por caridad o altruismo, pero no, lo hice por pena, por culpa más que por otra cosa, la verdad no sé de qué pero esa fue la razón.

El taxista aceleró rápidamente, dio una vuelta en U digna de una película de acción y desapareció entre el asfalto y las luces de la calle, yo terminé de llegar a mi casa a paso veloz pues como ya dije Caracas de noche es una dama muy pero que muy peligrosa. Al llegar entre rápidamente en mi habitación, me senté al borde de la cama en silencio; Sentí pena por aquel hombre, pero quizás no la suficiente, sentí asco conmigo mismo porque por un momento mientras estaba en un bar bebiendo unas cervezas, en un ambiente agradable con un amigo, justo en ese momento de algarabía realmente pensé que todo este asunto de la pandemia no era tan serio, que quizás era exagerado, que no era para tanto y quizás para mí y para muchos así lo sea, pero para otros, quizás unos pocos o muchos, es una auténtica pesadilla.

Me acosté en mi cama, aliviado de haber llegado a mi casa sano y entero, a pesar de la pena y lo moralmente trastocado que me sentía, una pequeña parte de mí, la parte egoísta que todos escondemos del mundo, agradecía profundamente el no ser yo aquel hombre tras el volante de ese taxi prestado.


fotografíatomada por Michael Gaida

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Gracias por llegar hasta aquí...
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 4 years ago 

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Bárbaro, me atrapó la historia, pobre hombre y un gran gesto de tu parte, a pesar de la desazón inicial, varias lecturas de la situación, es triste tener a un familiar en esas condiciones y tener que buscar de donde no se tiene para tratar de ofrecer respuestas a su salud, o al menos ayudar a aliviar su pena. Bien por ti y por la reflexión, efectivamente nos hace examinarnos.

Muy amable usted, gracias por sus palabras y me alegra que haya sido de su agrado.

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