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Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Mateo 6:34.

La semana tiene dos días que no tienen que preocuparnos, dos días que no tienen que causarnos ni tormento ni temor alguno. Es tanta la preocupación por el día de mañana que no nos damos que Dios está en medio de nuestra preocupación, el ayer, con sus errores e inquietudes, con sus flaquezas y desvíos, con sus penas y tribulaciones. Ayer se marchó para toda la vida y ya está fuera de nuestro alcance de nuestros miedos.

Ni siquiera el poder de todo el oro y el dinero de todo el mundo podría devolvernos el ayer. No vamos a poder confundir ni una de las cosas que ayer hicimos; no tendremos la posibilidad de borrar ni una sola letra de las que ayer hemos dicho. El ayer se fue para no volver. El otro día que no debería preocuparnos es el mañana con sus posibles adversidades, problemas y vicisitudes, con sus halagadoras promesas o tristes decepciones. Mañana está fuera de nuestro alcance próximo.

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Mañana saldrá el sol, ya para resplandecer en un cielo claro o para esconderse tras unas nubes; sin embargo, saldrá. Hasta que no salga no tenemos de tener que contar con el mañana, ya que el mañana está por ocurrir. Únicamente nos resta un día, y es HOY. Cualquiera puede afrontar las peleas de un solo día y seguir estando en tranquilidad. Una vez que añadimos las cargas de aquellas dos eternidades, ayer y mañana, es una vez que caemos en la inquietud y nos inquietamos.

No son las cosas actuales lo cual nos impacientan y nos quitan el bienestar. Lo cual nos atormenta y nos lanza al abismo es el remordimiento o la amargura por algo que aconteció ayer y el temor por lo cual sucederá mañana. El Confrontar la vida de todos los días, poniendo tu confianza en Dios para salir adelante, sin pensar en el ayer y el mañana, para mantenerte sano y feliz en el Señor.

Dios es nuestro Proveedor ten Fe.