Requiem de un enfermo terminal
Hola amigos, les saludo con los buenos deseos de que se encuentren bien. Hoy les quiero compartir un relato, que es el reflejo de una realidad vivida con frecuencia en las clínicas, hospitales y sanatorios de cualquier parte del mundo, donde no sólo es la salud la única vulnerada, sino también las emociones ante la falta de apoyo familiar y afectivo. Inspirada en esos componentes, surgió éste relato, en un intento por colocarme en las zapatillas de los enfermos que sufren la soledad de una enfermedad terminal. Acompáñenme a descubrirlo.
A Lucy se le vence el permiso otorgado por la clínica, con motivo de su luna de miel.
Por lo que retoma la rutina de sus labores, ataviada con el blanco uniforme de pie, a cabeza.
Ingresa a la dirección de la clínica donde es recibida por sus compañeros, quienes coinciden con ella en la guardia nocturna.
_ ¡Holaaa! , bienvenida, nueva señora de ¡Ginoble!
Le dicen todos en medio de abrazos y besos.
_ Gracias, aquí estoy de vuelta, felizmente casada
_ Si ya lo podemos notar en tu rostro, en el que sólo vemos felicidad y vemos que te ha sentado muy bien el matrimonio, porque estás más hermosa que nunca.
_ Bien debo irme a cumplir con mis labores, ¡By! ¡Los quierooo!
_ By Lucy te queremos.
Esa noche a Lucy le tocaba realizar la guardia en el horario nocturno, en el área de oncología, donde permanecen los pacientes más vulnerados, por la terrible enfermedad del cáncer.
En todos sus años como profesional de la enfermería, no ha podido evitar sentirse conmovida con cada paciente que le toca atender.
A pesar de que se les entrena para separar el trabajo de las emociones, y operar en sus labores con absoluta objetividad.
Hoy Lucy tiene un encuentro con un paciente adolescente de 17 años, enfermo de cáncer, al que debe aplicarle un agresivo tratamiento, tras contraer una infección respiratoria, al tener su sistema inmunológico muy débil.
_Buenas noches Sam.- Saluda Lucy en voz baja
_ Hola. - Responde el chico, con voz muy débil, casi sin aliento, con una mascarilla de oxígeno colocada en su pálido rostro, casi traslúcido.
_ ¿Cómo te sientes?
_ Bien
_ Que bien, me alegra, soy Lucy
_ Seré tu enfermera en el turno de esta noche
_ Ok, soy Sam
_ Lo sé.
_ Es hora de aplicar tu tratamiento, ¿vale?
_ Vale, responde Sam, casi sin aliento.
Lucy intenta hacer de las vida de los pacientes, lo más amena posible, tratando de ser una compañera amistosa y empática, sobre todo con aquellos pacientes que no cuentan con el apoyo familiar y afectivo, como es el caso de Sam.
Leyó en el historial del joven que ingresó sólo a la sala de emergencias de la clínica y permanece sólo, sin la presencia de ningún familiar, ni de un solo amigo.
Sam Roberts, Es hijo único de una madre soltera, que está tan enferma como él.
Ella, se encuentra internada en el hospital psiquiátrico del estado de Nueva York en Haven Avenue, con un cuadro severo de esquizofrenia, recibiendo tratamiento para enfermos mentales. Su perturbada mente ignora lo que le ocurre a su hijo.
Sam, está sólo y enfermo con una enfermedad en su fase terminal, asistido por servicios sociales que le costean el tratamiento y la estadía en el centro asistencial.
Padece un tipo de carcinoma neuroendocrino indiferenciado de células pequeñas, es considerado el cáncer de pulmón más agresivo. De acuerdo a los diagnósticos clínicos, se inicia con la inflamación de los conductos aéreos (bronquios) en el centro del tórax, aunque las células son pequeñas, se desarrollan rápidamente y forman tumores grandes que se extienden rápidamente en forma de minúsculos ramilletes de uvas, haciendo metástasis por todo el organismo del paciente, migrando hacia otros órganos a través de la sangre.
Lucy, no puede evitar conmoverse ante la gravedad del caso que le tocó atender.
Antes de proseguir, se encierra en el baño de la enfermería y llora sin reprimir sus lágrimas, para evitar quebrarse frente a él. Traza un mapa en su mente con acciones, consistentes en juegos, lecturas, cosas ocurrentes, a fin de amenizarle al chico la estadía en el centro clínico.
Se recompone y se incorpora a la habitación donde yace Sam, jadeante con mucha dificultad para respirar y alta temperatura.
Permanece atenta, durante la noche, dentro del cuarto frío, rodeado de luces blancas, gélidas e impersonales, capaces de enfriar el corazón, cuando de lo que precisa es de una cálida compañía y afectuosas expresiones de cariño.
Observa que el chico no ha probado bocado, al observar que las bandejas de la comida, permanecen intactas sobre la mesa portátil, donde se colocan los alimentos para los pacientes.
_ ¿No tienes hambre?
_ No
_ vamos prueba un poco
_ No gracias, no me provoca, no me obligues a comer, no voy a morir de hambre, moriré porque estoy enfermo.
Sam tiene mucha tos, con una secreción abundante de moco sanguinolento y de mal olor.
_ Deberías ponerte un tapaboca, te puedes contagiar.- Le indica Sam a Lucy.
_ Pierde cuidado cariño, lo que tienes no es contagioso.
Es más de la media noche, hora del descanso de Lucy. Aantes de salir de la habitación, le indica a Sam:
_Voy al cuarto de descanso, si precisas de mi ayuda, presiona este botón, ¿vale?
_ Vale, añade Sam jadeante y tosiendo persistentemente.
_ Pero antes de irte, ¿me puedes conseguir un lapicero y un cuaderno?
Lucy siempre mantiene en su locker esos implementos, porque recurrentemente hay pacientes que los solicitan.
_ Aquí tienes
-Gracias
_ De nada, nos veremos más tarde.
Lucy regresa a la habitación de Sam, una hora después de su descanso.
Él está dormido y Lucy se encuentra con que hay una larga nota escrita, sobre la pequeña mesa de noche, colocada al lado de la cama de Sam.
La toma y la lee, descubriendo una dolorosa confesión de un enfermo terminal:
“Sólo tomaré una siesta”
Lucy inadvertida, inhala profundamente para reponer su aliento comprimido, por lo que acaba de leer, un gélido frío recorre su cuerpo, sus ojos se inundan de lágrimas, pero no puede mostrarse frágil ante un paciente con esas severas condiciones de salud.
Da media vuelta y mira compasiva a Sam, que duerme bajo los efectos de la morfina.
_ Dios mío, pobre chico, tan joven… y pensar que nadie llorará su muerte, porque ni su madre estará consciente para avisarle.
Ella continúa cuidando a su paciente, procurándole los cuidados hasta el amanecer cuando finaliza su turno, y se marcha camino a su nueva morada.
Allí la recibe Luciano, su recién contraído esposo. Amoroso y receptivo, la toma entre sus brazos y la acomoda en la cama mientras la desviste y le coloca el pijama para dejarla descansar, mientras él, se dispone a salir a su lugar de trabajo.
Ella lo abraza quejumbrosa y agotada, lo besa tiernamente y lo deja ir, a cumplir con sus compromisos laborales.
Sucumbe ante el cansancio y duerme, dejando atrás la dura realidad que acaba de vivir.
Luego de dos horas de sueño, el inconsciente que nunca duerme, trae a Lucy de vuelta a la realidad. Intenta luchar contra el insomnio cerrando sus ojos, invocando al sueño, pero sin éxito.
Por lo que decide, permanecer en reposo, y aprovecha para encarar una charla interior consigo misma:
_En Reiteradas ocasiones, la vida se muestra rigurosamente extraña y al parecer, caprichosa, y en las mismas ocasiones, nos cuesta entender, el porqué de este comportamiento incoherente, muchas veces incomprensible para nuestro raciocinio…
_ A menudo acostumbramos a ver las cosas desde la perspectiva de la lógica tradicional…
Lucy, es una chica que se ha preocupado por indagar sobre los misterios de la vida y de la muerte, sobre cómo opera el destino en la existencia, filosofando con frecuencia sobre estos tópicos.
Indaga sobre el porqué de las desigualdades sociales y de la suerte que les toca padecer a unos y a otros con sus respectivas consecuencias:
Por un lado, lo que la sociedad común nos enseña desde que nacemos, a través de los sistemas sociales creados para adoctrinar al individuo, por el otro, a través de los patrones familiares que nos enseñan, lo que ellos mismos aprendieron, transmitido como herencia desde sus antepasados, van forjando patrones que configuran nuestras creencias y la manera de cómo vemos el mundo.
Resulta doloroso pensar en las paradojas de la existencia, cuando presenciamos la vida de personas que son nocivas para la sociedad, viven holgadamente como parásitos, disfrutando la abundancia de bienes materiales forjados por otros, gozan de buena salud, y hasta se consiguen una buena familia, amorosa y protectora, que les provee posición económica, prestigio e infinidad de beneficios, muchas veces innecesarios.
Una llamada a su móvil saca a Lucy de sus abstracciones, avisándole que Sam, acaba de fallecer, y derrama en su nombre la única lágrima que el destino afectivo tenía para él.
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