¡Hola, querido amigos de Steemit!

Hoy quiero compartir con ustedes este breve relato para participar en Venezuela Concurso/ Semana 24/ Una imagen y un cuento. Actividad que convoca mi gran amigo @acostacazorla. El relato es una ficción de cómo fue que tomé la foto a este gato que estaba costado en el porche de mi casa hace unos días y me rregaló estas fotos que ahora les muestro. Realmente este relato no tiene un título, pero para efectos del concurso le he colocado uno. Espero lo disfruten.

La mañana había estado fría. La lluvia de la noche dejo secuelas en el alba. Papá y mamá había salido a casa de abuela, y yo estaba echado en el sofá de la sala leyendo a Borges. Era la media mañana y el silencio se hacía sentir en mi pecho. Caía una tristeza desde el techo, tal vez fue la humedad o la soledad que ya comenzaba a adueñarse de la casa. Pensé por un momento en la fotografía cuando desvíe la mirada hacia la cámara compacta sobre el escritorio de la computadora. Ojalá tuviera una excusa, susurré en mis adentros. Quisiera hace fotografía más seguido. Este encierro y esta inseguridad me llenan más de temor que el hecho de que resulte que no tengo el talento para hacer unas fotografía decentes. Con tal, la verdad es que no quiero ser fotógrafo solo quiero aprender de la fotografía. Allí afuera se escuchaba un murmullo. ¿Será Sabarela? Me dije a mi mismo sentándome en el sofá. Solté por un momento el libro, esperé unos segundos. Escuché un caminar sigiloso entre las pocas matas que hay en el poche. Escuché un breve ronroneo. Me asomé muy cuidadosamente y allí estaba, un pequeño gato (creo, nunca he sabido diferencia entre gato y gata) de pelaje blanco con negro. Nunca he sido amante de los gatos, además del hecho de que me causan alergias, he tenido siempre encuentro un poco incomodos con ellos. Una vez, saliendo con una chama, un gato, bueno, su gato, aunque ella decía que era de su hermana, me intentó arañar varias veces. Tuve que apelar a las alergias para no ir más a su casa. También, me pasó algo parecido con el gato de una amiga, no me podía ver porque ponía una mira de celos inconfundible, me observaba muy cuidadosamente de lejos, y me sostenía la mirada fijamente por largos ratos.

Esta vez era diferente, su mirada era otra, su caminar. Voltee hacia la cámara y en un brinco sigiloso, como gato, la agarré y volví hasta la puerta. El gato ni se molestó en verme. Entonces dije suavemente: ¡Por favor, no te muevas! Posa un poco para mí. El gato volteó para mirarme con unos ojos serenos, no había miedo ni huida. Tomé mis primeras fotos. Me dejó de ver, volvió a tomar su postura inicial, tomé otras fotos. Volví a hablarle: Veme un momento, por favor. Volteó de nuevo hacía mí. Así, está bien; dije. Se levantó, siguió posando. Vino hasta mí, se dejó tomar más fotos. Me vio con esa mirada de “listo”. Yo le agradecí, hizo una pequeña genuflexión, me vio por última vez y salió por la reja.