Elaica XXIV. Los bandidos de Catagun


Ilustración


Elaica es una serie de relatos que se relacionan entre sí porque se desenvuelven en esta mítica y fantástica tierra. Cada relato es una historia distinta y a veces, una continuación.

Relatos anteriores:


Obras literarias originales realizadas por mí.


Los bandidos de Catagun

 
Después de la destrucción de Calirio y su terrible magnicidio que cobró la vida de casi toda la población de la ciudad, los que sobrevivieron huyeron a través de catacumbas secretas que se conectaban con las alcantarillas subterráneas, y fue así, como lograron escapar del mal que los acechaba.

Muchos de ellos se fueron hacia el norte, hacia las colinas olvidadas lejos de Sadmente, donde la vida fría impera y lo desconocido es un factor que infunde peligro. Otros, en cambio, huyeron hacia los bosques de Catagun, vigilados por silínides, guardianas de los cipreses de toda Elaica.

Para estas Antiguas, estos bosques representan a una jerarquía sagrada, porque fueron creados poco tiempo después de que todos los Antiguos arribaran a Elaica. Las silínides aparentaban una naturaleza dócil, pero en realidad eran despiadadas y crueles al momento de proteger a sus amadas arboledas.

Cuando los supervivientes de Calirio fueron hasta allí a refugiarse en sus interiores, las silínides los observaron y no se manifestaron hasta que estos humanos hicieran algo indebido. Construyeron pequeños campamentos con las ramas y hojas que recogían y se desbordaban en lágrimas al pensar en la tragedia que cayó en su antes bello hogar.

Las silínides no tenían conocimiento de lo acontecido en Calirio, ya que para ellas —y para el resto de los Antiguos que se quedaron en Elaica después de la desidia, para resguardar sus creaciones más preciadas— no tenía relevancia alguna, porque no les importaba lo que a los humanos les pasara.

Los supervivientes de Calirio en Catagun, buscaban sus alimentos en el bosque y los ríos cercanos; lo que proveía la naturaleza a su alrededor eran peces, frutas y algunas hortalizas que se conseguían de manera exigua. También se servían de la casa de pequeños y grandes mamíferos, como liebres, conejos y gacelas.

Todo esto poco importaba a las silínides, ya que su prioridad eran los árboles y temían que los humanos fuesen a lastimarles. Se quedaban en constante vigilancia con ellos, cerca pero invisibles, con imposibilidad para ser detectadas.

Después de varios días en el bosque de Catagun, los supervivientes de Calirio pensaron en las huestes negras de Elam y temieron que éstas fuesen a revisar el bosque a buscarlos. Así pues, decidieron construir sus refugios utilizando la madera de los árboles. A tal idea, las silínides se manifestaron y se opusieron con voz imperiosa ante los humanos.

Los supervivientes de Calirio quedaron pasmados y muchos de ellos al verlas con sus armas fantásticas se paralizaron del miedo. Otros, se fueron hacia otras direcciones del bosque, intentando refugiarse del peligro que les acechaba. Las madres abrazaban a sus hijos llorando, puesto que el trauma que habían pasado no se había superado.

Las silínides se quedaron inertes pero imponentes al ver a los inofensivos humanos y expusieron las inquietudes que habían activado su enojo.

—Humanos foráneos, no permitiremos que lastimen a nuestros árboles de Catagun, nuestros más preciados tesoros. Son sagrados para nosotros por su antigüedad. Podemos comprender que no lo sabían, pero ahora que ya están advertidos, si se atreven a talar alguno de ellos las consecuencias serán mortales.

Todos los supervivientes de Calirio escucharon con atención la voz brava de una de las silínides, la cual, portaba una espada con hoja verde y su cuerpo estaba cubierto de pétalos, retoños de flores y ramas, como el resto de sus hermanas. Muchos de los que se habían escondido abandonaron sus refugios lentamente al entender lo que había provocado la ira de estas Antiguas.

Las personas se quedaron en silencio, todavía un poco pasmadas por la fuerte impresión que estos seres les habían provocado. Hablaron entre ellos diciendo cosas como abandonar Catagun ya que el bosque estaba ocupado por ellas. Pero un hombre se opuso a tal idea, porque era peligrosa y durante el trayecto era posible que se encontraran soldados negros de Elam.

Los supervivientes ya no sabían que pensar, tenían miedo tanto de las silínides como de los soldados oscuros de Elam, sin embargo, el hombre que manifestó la idea, cuyo nombre era “Raykim”, habló con las silínides en nombre de todas las personas que estaban en el bosque.

—Mis señoras, dueñas de todo lo que nos rodea, por respeto a su antigüedad y a su misericordia apelo, no nos lancen hacia las afueras de este bosque que nos resguarda. Nuestra ciudad fue destruida por batallones malditos y oscuros de Elam, la primera, enviados por la locura de nuestro rey, que ahora se ha vuelto un gobernante perverso. Nos quedamos sin hogar, sin refugios y con pocos alimentos, no es nuestra intención incomodar o causar mal alguno, si no quieren que talemos sus árboles ¡Está bien! No lo haremos, pero permítannos quedarnos aquí, por favor… solo queremos sobrevivir.

Ante las súplicas de Raykim, las silínides se miraron entre ellas y la lástima comenzó poco a poco a arraigarse en su interior. Todos los Antiguos tenían conocimiento sobre el mal que surgía de Ururthur y que éste en cualquier momento saldría de su contención para corroer otros lugares de Elaica.

Los humanos son los que pagarían por estas graves desgracias, las cuales, arrasaron sus estilos de vida. Fueron los que, después del abandono de los Antiguos, quienes quedaron para defender lo que sus padres crearon.

Las silínides reconsideraron todo esto analizándolo con detenimiento. Unánimemente, decidieron ayudar a los supervivientes de Calirio pero con la condición, de que estos no lastimasen a sus preciados árboles.

Las personas alegremente aceptaron y buscaron en otros lugares cercanos materiales para poder construir fuertes refugios. El bosque de Catagun se encontraba entre los caminos que enlazaban a las ciudades más importantes en Elaica como; Elam, Calirio y Kreon. Las caravanas comerciales transitaban por sus límites y era común siempre para las silínides ver este tipo de transporte desde el bosque.

Al destruir Calirio, los ejércitos negros de Elam comenzaron a usar esta ruta para crear campamentos militares y de extracción de recursos. Esclavizaban a las personas de los diferentes poblados a sus alrededores para estos trabajos.

Ante tales injusticias, surgió el grupo de los bandidos dirigido por Raykim, quien fue un aprendiz de guardia azul en Calirio. Manejaba a la perfección el arco, la flecha, la espada y las dagas, y era muy versado en el arte de la lucha cuerpo a cuerpo. Fue él quien entrenó a sus compañeros para atracar las caravanas comerciales de los soldados oscuros de Elam y robar sus recursos.

A medida que pasaba el tiempo y gracias a su arduo entrenamiento, los bandidos de Catagun se volvieron expertos en el arte del hurto y el bandolerismo. Bajo la protección de las silínides, se refugiaban en el bosque y liquidaban a los enemigos que osaban perseguirlos.

Fue así como sobrevivieron después de huir de Calirio, el bosque se convirtió en un santuario impenetrable para ellos, y aunque tenían capacidades muy buenas para la lucha, no se sentían con el valor de enfrentar a los ejércitos de Sadgón. Solo podían quedarse a esperar el momento en que la libertad emerja de nuevo de las cenizas de Elaica.



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