Don Bartolo y el fantasma (Cuento corto literario)

in #spanish7 years ago (edited)

“A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita a una copa.” — Edgar Allan Poe


San Lejano es un pueblo muy pero muy apartado de las ciudades, de muy pocos habitantes, en su mayoría mujeres, con una bodega, una botica, y una taberna que más tiempo pasa vacía que con dos o tres clientes habituales.

Existe una comisaría que la componen dos funcionarios, el comisario don Pistoles, y su asistente, el guardián Eracles, ambos casi sin trabajo en lo que a seguridad respecta, solo de vez en cuando a buscar a un borracho a la taberna para que salga del lugar.

El pueblo, como todos los pueblos, con sus historias de miedo, y tal vez la de un fantasma que ronda por las noches, y no precisamente para asustar a nadie, nada de eso, sino para llenar de amor a una que otra cincuentona, que en conversaciones que mantienen éstas muchas desean su aparición.

Don Bartolo es el dueño de la bodega, un sesentón con un corazón muy noble, y a quien todos en el pueblo respetan y aprecian, hombre que guarda caballerosidad y educación hacia las damas y porque ya perdió la cuenta de los favores, a cambio de nada, que le ha brindado a los que hacen vida en San Lejano.

Doña Clotilde ha sido la afortunada de haber sido visitada varias veces por el fantasma, al que tanto las damas quisieran su encuentro, ésta en las tardes de plática en la plaza del pueblo, ha dado a conocer de las cualidades varoniles del misterioso aparecido con el rostro cubierto y con una larga capa blanca que deambula por las noches.

Pero el fantasma también tiene quien ande en su busca por haberle arrebatado algunas de estas damas que añoran día tras día caiga la noche, el guardián Eracles, infinidades han sido sus intentos a dar al encuentro, y no precisamente para saber su identidad, sino para darle palos del bueno.

Clarinda es una mujer de 30 años que atrae las miradas de los pocos hombres de San Lejano, aunque a su edad y su belleza se encuentra sin compañía, muchos dicen que su amor se alejó en busca de trabajo en unas minas para convertirse en un hombre adinerado y luego venir a su encuentro.

Pero los habitantes del pueblo murmuran, lo que parece estar a la vista de todos, Clarinda vive haciéndole ojito a don Bartolo, y muchos la creen interesada por la bodega que éste tiene, y no por otra cosa, en muchas oportunidades el bodeguero le suministra los alimentos sin costo alguno.

Clarinda nunca ha creído la historia del fantasma, por el contrario, suele decir que esto es un invento de doña Clotilde, a quien señala como mentirosa por inventar una historia tan extraña, por lo que ambas, jamás, cruzan miradas.

Don Pistoles y don Bartolo tienen una amistad desde la infancia, sus padres fueron amigos, entre ambos nunca han guardado un secreto, una tarde el dueño de la bodega le manifestó al comisario, mientras tomaban una cerveza por el calor infernal que hacía esa tarde, que él no adquiría un compromiso formal porque no era hombre de una sola mujer, que él tenía que estar con una dama distinta casi todos los días, esto venía porque el hombre de la ley siempre le aconsejaba que buscara una compañera sentimental para siempre.

Las mujeres del pueblo siempre hablaban de la soledad sin compañía de don Bartolo, muchas se preguntaban cómo un hombre con dinero no tuviera una pareja, más en un pueblo donde abundaban las mujeres bonitas.

Don Pistoles siempre cuando compartía el ron con su amigo le decía, déjese de eso mi querido amigo, que uno nunca sabe cuándo puede ser el día, don Bartolo solo sonreía y guardaba cierta picardía.

Algunas veces en estas reuniones participaba Eracles, que con algún que otro traguito subido a la cabeza manifestaba no ver la hora de darle alcance al fantasma, éstos le comentaban tranquilo guardián que a los fantasmas nadie los atrapa.

Una noche una mujer que gritaba atrapada por la pasión que le brindaba el fantasma, alertó a todo el pueblo, que de inmediato encendieron las luces, y casi todos pudieron ver atravesar la calle al fantasma con su capa blanca y el rostro cubierto, la mujer le decía que volviera cuando quisiera, el guardián esa noche no pudo hacer nada por los traguitos que se había tomado.

Al día siguiente por la tarde, Clarinda con un pequeño vestido que dejaba mucho a la vista, fue a la bodega en busca de una soda para refrescarse por el calor, don Bartolo, algo sudoroso por la presencia de ésta le ofreció una limonada, la mujer dejaba que sus encantos fueran vistos por el sesentón, al despedirse le dijo al bodeguero que podía visitarla cuando quisiera a su casa, que era bienvenido a cualquier hora.

Esto despertó cierta duda en don Bartolo, quien se preguntó si ésta quería realmente que la visitara o simplemente lo había dicho para llamar la atención del fantasma, sabiendo que Clarinda no creía en el cuento, aunque el día anterior el pueblo había visto al visitante nocturno, y tampoco se podía exponer a que lo vieran visitando la casa de esa belleza, qué no diría el pueblo, un viejo con una joven, además de que dudaba que la dulce belleza quisiera tener un encuentro con él.

Había transcurrido un mes y nada se sabía de la aparición, era como si se lo hubiese tragado la tierra, en la plaza decían que su alma se esfumó, el que lo viera tanta gente hizo que desapareciera del lugar, por lo que ya no era un espantajo, muchas de las damas se lamentaban de su ausencia y el que no las visitara, sin duda era la noticia que mantenía en vilo al pueblo.

Un día varias personas se encontraban con que la bodega estaba cerrada, al tocar la puerta don Bartolo abrió y al salir dijo que estaría cerrado por un par de días porque se encontraba realizando un inventario, aprovechaba para arreglar algunas cosas, y además llegaría la carga con los alimentos.

Esa noche Clarinda se dirigía desde la cocina con un vaso de agua a su cuarto, cuál fue su sorpresa, cuando se encontró de frente con el fantasma, dejó caer el vaso al piso sorprendida por la aparición, pero más sorprendido aún estaba el espíritu cuando la encontró completamente desnuda, lo que hizo acelerar las palpitaciones del espanto que admirado por tanta belleza natural se desplomó al suelo cayendo boca abajo, y así sucumbir ante el encanto natural de la joven mujer.

Presa del pánico, aterrorizada por el momento, se puso una bata y corrió hasta la comisaría para contarle a las autoridades, don Pistoles y Eracles hacían acto de presencia, el guardián intentó verle el rostro a lo que inmediatamente el comisario le llamaba la atención: “Ni se te ocurra verle el rostro, además los fantasmas no tienen rostro, y serían siete años de mala suerte si lo hicieras”.

Con lágrimas en su rostro salió el comisario y el guardián le dijo ¿por qué llora al fantasma? Este ripostó “no lloro, lo que pasa es que estas cosas de muertos y fantasmas me dan alergia, te me vas ahora mismo y buscas al sepulturero y que traiga un féretro”, Eracles le dijo: “un ataúd para qué, si es un fantasma, ahí no debe haber cuerpo solo el ropaje”, “haz lo que te dije y ya.

Don Pistoles al estar solo encubrió bien el cuerpo para cerciorarse que nadie lo viera, al llegar el sepulturero le dijo: "métalo en el cajón y séllelo muy bien. Póngale muchos clavos”.

El comisario le pidió al guardián y al sepulturero que lo pusieran en el coche, y les dijo muy bien yo hago lo demás, y así perdiéndose de vista trasladó la urna muy lejos, tanto que tardó un día en ir y venir, solo don Pistoles se encargó de enterrar el cajón.

Al regresar al pueblo los reunió a todos en la plaza: “Les he pedido verlos aquí para decirles que don Bartolo me acompañó para enterrar lo que quedaba del espanto, y me dijo que les informara que él aprovechó el viaje para ausentarse porque fue a un encuentro estrictamente familiar, y que no cree que vuelva más al pueblo, por lo que me pidió que lo despidiera. También queda muy claro que la leyenda del fantasma ha muerto en San Lejano”.

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Fuente


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