A lo largo de los siglos XV y XVIII se produjeron en Europa alrededor de 40.000 y 60.000 condenas a la pena de muerte por supuesta brujería. Mientras esto ocurría en Europa, en Salem Massachussets, se vivía uno de los momentos mas trágicos de los Estados Unidos, ya que, a finales del siglo XVII mas de 200 personas fueron acusadas de “practicar la magia del diablo”, resultando en que 20 de ellas fueran sentenciadas a muerte. Debido a estos acontecimientos, podemos preguntarnos si de verdad valió la pena sentenciar a tantas personas a muerte por la simple creencia de que practicaban una especie prohibida de magia, o si sencillamente estas personas fueron ejecutadas por meros prejuicios, miedos y supersticiones.

La creencia de la brujería ha sido muy común en numerosas culturas a lo largo de la historia, y las interpretaciones que se le puedan dar a este fenómeno son muy diversas. Para el siglo XIII en Europa se asociaba a la brujería con la creencia en el Diablo, generándose de este modo una obsesión por el tema, lo cual, terminaría desencadenando numerosos procesos de ejecuciones de brujas.

A pesar del ambiente que se vivía en la época, podíamos encontrar personas que no estaban de acuerdo con lo que estaba ocurriendo, tal es el caso del filósofo y matemático Niccoló Cusano, que en 1456 juzgó, en calidad de obispo de Brenassone, el caso de dos mujeres que habían confesado haber sido transportadas a un Sabbat por una misteriosa dama llamada Richella, después de haber abandonado la fe cristiana. Dijo que en el lugar del Sabbat había hombres que devoraban niños sin bautizar.

Cusano liquidó el asunto como un sueño y sostuvo que esta clase de fabulas servían para reforzar en la gente el miedo al diablo, hasta el punto de hacerles creer que era más poderoso que el mismo Dios, lo que era una blasfemia. Al final las dos mujeres fueron sentenciadas a una simple penitencia.

En el año 1486 fue publicado el libro Malleus Maleficarum el cual servía como guía para los perseguidores de brujas, ya que, este señalaba la manera de identificarlas. Este libro contaba de tres partes, en la primera se refutaba cualquier negación sobre la existencia de la brujería y así promover la justicia divina. También asociaba a las mujeres a esta práctica, ya que, a ellas se les consideraba más débiles y, por tanto, más propensas a sucumbir a la tentación diabólica. En la segunda parte se explica el poder de las brujas los sortilegios que usan y los remedios usados para protegerse de la brujería. Y en la tercera parte se cubrían todos los pasos para detectar y combatir la brujería.

Las brujas no eran más que pobres mujeres subyugadas por una ilusión diabólica. Por su parte a principios del siglo XVI, el hermano Samuele De Cassini llegó incluso a acusar de herejía a los inquisidores, porque creían en el Sabbat, y luchó para que restituyeran a los familiares de las brujas ajusticiadas los bienes que habían sido confiscados.

Al contrario de lo que podría creerse, la muy católica España quedo libre en buena medida de las explosiones de violencia contra las supuestas brujas, de modo que el número de víctimas resulto ser muy bajo si lo comparamos con el de la Europa Central y septentrional.

En el año 1526 una junta de juristas en Granada determino que los casos de brujería serian competencia de la inquisición y poco después se establecieron una serie de normas para los inquisidores, que debían comprobar si los acusados habían sufrido torturas, en cuyo caso las confesiones serian rechazadas.

Cuando en Europa comienza a disminuir la cacería de brujas, comienzan a revelarse nuevos críticos, tal es el caso de Reginald Scot (1594), quien publicó un libro en contra de los excesos en la caza de brujas. Pero las copias del volumen se quemaron por órdenes del rey de Escocia. Así mismo a principios del siglo XVII, el renano Cornelius Loos trato inútilmente de hacer imprimir una obra donde liquidaba como fantasía el Sabbat, las cabalgatas nocturnas y los tratos con el demonio, por sus ideas fue condenado a la hoguera, pero murió de peste en la cárcel antes de la ejecución.

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Una vez más queda al descubierto, que no solo las personas acusadas de brujería eran sentenciadas a muerte, sino que también, aquellos hombre de bien que libremente expresaban su punto de vista eran acusados, encarcelados y ejecutados, a causa de las creencias, supersticiones y miedos, tanto de la iglesia como del colectivo. Hombres inocentes que solo buscaban ser escuchados, perdían la vida solo por mostrar una alternativa distinta a la que se vivía en la época.

A pesar de que en Europa culmino el periodo de la caza de brujas, y hoy en día solo se ve como un acontecimiento oscuro de la historia en la mayoría de los países del mundo, aun podemos encontrar cacería de brujas en la actualidad.

Tal es el caso del Congo y Angola, donde se culpa a los niños de las desgracia y se les llega a acusar de brujería. Cualquier enfermedad o penuria familiar provoca el abandono y la tortura infantil.

Según un informe de Save the children (2007), mas 70.000 niños congoleños son perseguidos o acusados por brujería, principalmente en la capital Kinshasa. Los inquisidores además de los predicadores de la iglesia del despertar son sus propios padres o vecinos.

Un vivo ejemplo de lo que se vive en el Congo según esta organización, es una caída de precio de los diamantes, en las minas de Mbuji-Mayi, la cual, desencadeno el abandono de cientos de niños acusados de brujería. Y un informe del año 2007 de la UNICEF reveló que el número de niños acusados de brujería es masivo.

Podemos darnos cuenta que en la mayoría de los casos en la que se acusa a personas por la práctica de brujería, se debe solo a la necesidad de justificar un hecho que sea considerado una calamidad o desgracia.

En los Estados unidos y en Europa se culpaba a las mujeres, por una creencia que las hacía más débiles a caer en las tentaciones diabólicas, o por el mero machismo de ese entonces, pero la verdad es que, detrás de todo esto los inquisidores solo buscaban dar respuesta a las distintas circunstancias que los rodeaba, tal es el caso de las graves enfermedades que surgían en la época, ya que, estos se negaban a creer que Dios hubiese enviado tales males al mundo. Por su parte en el Congo se busca conseguir respuestas a los males que aquejan a la población, y de este modo, que las personas consigan una excusa para abandonar a sus hijos cuando se sienten incapaces de continuar criándolos, debido a las carencias del continente.