El origen de los cuentos (parte 3): La sirenita.
Pero para los que sigáis esta serie de mi blog, como habréis comprobado con La bella durmiente y Pinocho, los verdaderos cuentos en nada se parecen a lo que nos leían para dormir.
La de La Sirenita es una de esas historias que no querríamos que nos leyeran en la cama. Porque antes de que Disney la llevara a la pantalla entre ritmos festivos y peces de miles de colores, el destino de Ariel fue bien distinto.
Conoció a un príncipe, sí.
Cambió su hermosa voz por un par de piernas, sí.
Tuvo como máxima aspiración salir al exterior y enamorar a un humano, también.
Pero ninguna de esas cosas le salió bien. En el cuento clásico de Hans Christian Andersen, nos damos cuenta de la crueldad y la brutalidad a la que la adolescente marina tuvo que enfrentarse. El cuento clásico es un mar de crueldad y brutalidad
Erase una vez, una sirena que cumplió quince años y entonces le fue permitido subir al exterior. Hasta entonces, como ocurrió con el resto de sus hermanas, las sirenas jóvenes no podían ir a los peligros del mundo terrestre, pues quedarían expuestas a formas de vida que no imaginaban.
La Sirenita era la menor de todas estas hermanas, una niña curiosa, pálida y bella, que sentía una profunda atracción por aquello que era nuevo y extraño. Así, una vez tuvo el permiso de visitar la superficie, abandonó su hogar y sacó la cabeza del agua por primera vez.
Aquello que encontró le puso muy nerviosa, y la enamoró inevitablemente. Entre cohetes y fuegos artificiales, un barco hermoso se balanceaba entre cánticos y risas. Dentro de él, un montón de marineros celebraban el cumpleaños de un joven muy bello. El príncipe cumplía 16 años y aquella era su gran fiesta.
Divertida, La Sirenita miró a su admirado príncipe, hasta que una terrible tormenta provocó un naufragio. Ella nadó hasta salvarlo, y lo llevó a la orilla, donde al despertar, él también quedó prendado de la enorme belleza y hermosa voz de aquella niña extraña. La sirena volvió al mar, y tanto ella como el joven príncipe quedaron obsesionados el uno con el otro.
¿Cómo tentar a la suerte para seguir al corazón?
¿De qué manera alcanzar un sueño casi imposible?
¿Para qué seguir viviendo bajo el mar, si los únicos latidos de amor los provoca un humano?
La Sirenita optó por visitar a una bruja que le prometió tener unas piernas preciosas a cambio de su voz. La bruja cortó salvajemente la lengua a la joven, después de advertirle varias veces que en aquel proceso no habría vuelta atrás, y que si no conseguía enamorar a un humano se quedaría muda y sola para toda la eternidad.
Cayó en una tremenda depresión: era muda, se sentía dolorida y estaba sola
La inocencia es un veneno, y el amor mata, y por eso a la joven sirena no le importó lo que la bruja decía, y enseguida se vio convertida en una chica de verdad, con sus temblorosas piernas incapaces de caminar.
Nadie le había dicho que el camino fuera fácil, y La Sirenita, ahora con forma de muchacha literalmente deslenguada, andaría por primera vez sintiendo cómo su propio peso le hacía anclarse al mundo, con un dolor intenso en sus nuevos y ensangrentados pies.
Al verla aparecer, el joven príncipe no pudo evitar enamorarse de ella, pero no lo suficiente como para que el hechizo se rompiera y la adolescente pudiese tener un alma eterna como la de los humanos. Aunque aquella muda le recordaba a la linda mujer que días atrás lo salvó, sabía que no era ella. Le faltaba su perfecta voz.
La bruja se quedó con su voz, y cortó salvajemente la lengua a la joven sirena
Un día apareció en el palacio una mujer con la voz preciosa, similar a la de la sirena, y entonces el príncipe decidió que su búsqueda había terminado, y que se casaría con ella. La Sirenita cayó entonces en una tremenda depresión. Era muda, se sentía dolorida y estaba sola. Las predicciones de la bruja habían sido ciertas, y su corazón estallaría en mil pedazos si no encontraba consuelo.
Fue entonces cuando una voz se le apareció y le conminó a matar al príncipe. Uno de los dos tenía que abandonar el mundo para que el corazón de La Sirenita no se pudriera. Pero prefirió dejarle vivir junto a su novia. Ella desfallecería en ese mar que siempre había sido su casa.
Y aunque La Sirenita no murió, sí fue condenada a una eternidad de recuerdo y sufrimiento. Al tratar de suicidarse en el mar, finalmente la joven se elevó por el cielo condenada a ser hija del aire.
Como un ángel ascendió.
Como una metáfora se evaporó.
Como una inocente enamorada tuvo su cruel destino.
Como una desobediente tozuda, quedó expuesta al calor intenso del sol, con el que su belleza y su nombre desaparecerían para siempre.
Y colorín, colorado este cuento se ha acabado, porque los verdaderos cuentos de hadas son aquellos en los que nadie es feliz ni come perdices
¡¡Nos vemos en el próximo post!!
¡¡Que buena!! Me encanta tu definición de cuento de hadas... "pequeñas mentiras de caramelo" Fantástico trabajo @kira2100
Muchas gracias, seguiré desvelando origenes de los cuentos, aunque aun no se cual será el siguiente. Me he pasado por tu blog, me ha parecido genial.
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