Las muertes, los divorcios, las despedidas, los despidos… Tienen siempre algo en común y es brindarnos nuevos comienzos.

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Somos nosotros mismos quienes creamos nuestros pensamientos a diario, somos nosotros quienes elegimos cada minuto lo que decidimos pensar al siguiente, somos nosotros quienes se mantienen en círculos infinitos de sufrimiento, recordando lo que nos hicieron, lo que hicimos y lo podíamos haber hecho… y eso de qué nos sirve? Nos mantiene recordando quienes son los verdaderos culpables?, pero ya no son ellos los que nos mantienen sufriendo somos nosotros cada vez que nos recordamos cada día que la cagamos, que aunque ellos pudieron hacerlo mal, fuimos unos tontos por dejarnos engañar, somos quizás peores de lo que fueron nuestros padres, nuestro castigo interior no tiene un límite, lo mantenemos, nos maltratamos y nos hacemos llamar humildes.

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Aunque suene difícil achacar a todos la culpa de nuestro sufrimiento aunque parece que la tienen no nos hará más santos, no les dará un castigo más fuerte, pero si nos hará más infelices. Una parte de mí siente que es doloroso olvidar lo que otros me han hecho, y de alguna forma “perdonar”, pero es más difícil recordármelo cada día y usarlo más como un ancla que como un impulso.

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La vida es eso que empieza cuando recuerdas somos nuestro propio poder, la vida es eso que empieza cuando te das cuenta que no puedes seguir patrones, que no puedes hacer que todo el mundo te ame, que necesariamente no tienes que estar de acuerdo con las personas que ames… la vida es eso que empieza cuando recuerdas que también puedes caminar sola y que puedes disfrutarlo, la vida es eso que empieza cuando dejas de juzgarte, y empiezas a ser y vivir.