Por lo que otras negativas seguían: “las niñas no pueden jugar solas con otros niños, las mujeres no pueden salir solas, las mujeres no se tocan, las mujeres no levantan la voz, las mujeres no pueden viajar solas, las mujeres no se pueden vestir descubiertas, las mujeres no pueden escoger si tener hijxs o no, porque todas las mujeres aspiran a ser madres; las mujeres no hablan abiertamente de su menstruación, las mujeres no pueden hablar de sexo, las mujeres no pueden tener pelo en el cuerpo ...” y un interminable número de basura y mierda que no me inyectaron solo a mí y mujeres del siglo pasado, sino a niñas y mujeres del hoy.

Todo esto sumado a historias que se transmitían de mujer a mujer, en las noticias y de mi madre hacia mí: “A las niñas las violan familiares, conocidos y desconocidos; a las niñas las raptan si las ven solas o descuidadas cerca de la calle, a las niñas y mujeres se les mira mal si dicen abiertamente que les gusta alguien, porque eso es de mujeres fáciles; a niñas y adolescentes las usan para trata de blanca, a las muchachas las embarazan y las dejan de madres solteras, en otros países a las niñas les mutilan los genitales, las obligan a casarse a temprana edad… Pero si algo sabía que le podía pasar a cualquier mujer en cualquier lado a parte de la violación es que a las mujeres les pegan, a muchas las desfiguran con ácido, a muchas de las mujeres las matan”.

Parecía que ser una mujer era una de las peores cosas que me pudieran pasar como ser humano y muchos de mis años oscilaron violentamente entre asumir esos roles socialmente impuestos, rebelarme ante ellos y temer que yo pudiese ser la próxima protagonista de una de esas horribles historias que se solían contar en voz baja. Odiaba la toxicidad entre mujeres, odiaba el acoso callejero que recibía desde los 8 años, odiaba tener que maquillar mi piel durante la adolescencia para tapar mi acné, odiaba tener muchas dudas no resueltas sobre mi menstruación, sexualidad y deciciones. Odiaba sentir verguenza hasta con mi madre de hablar sobre ello.

Tener miedo de que me drogaran y desaparecieran, que un día no llegara a casa, por cualquier razón y apareciera en una bolsa de basura. Me tenía harta tener que cuidarme tanto del mundo desde que era apenas una niña. En algún punto mandé mucho de todo esto al carajo y tomé actitudes “masculinas” para sobrevivir a este ahogamiento social que sentía. Actitudes que me hacían sentir más yo, actitudes que al final no tenían género alguno y que con el tiempo entendí que la gente optaba por categorizar en unos roles de género ridículos y castrantes para todxs.

Al día de hoy aún me atormenta el temor a todo lo que he nombrando, porque sigue pasando cada día y nunca sé si yo seré la siguiente (o alguna mujer en mi vida).

“El feminismo es la noción radical de que las mujeres son seres humanos”.
~Cheris Chramarae