Amor en los tiempos de crisis: La realidad de los jóvenes venezolanos

in #spanish6 years ago (edited)

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Levantarte todos los días en la mañana con la incertidumbre de lo que podrá pasar, con el pesimismo de que las cosas empeoran cada día más, con la constante preocupación de que comerán hoy los tuyos, escuchando atentamente lo que comentan los demás, y, al darte cuenta que viven una realidad completamente igual a la tuya, desmoronarte anímicamente.

Cada una de esas situaciones son, cuanto menos rutinarias para, por lo menos, 7 u 8 de cada 10 venezolanos. Sin embargo, los otros 2 o 3 no están exentos de la situación crítica que atraviesa el país, solo que por motivos económicos su estabilidad es un tanto más “soportable”.

Dichas situaciones son difíciles y abrumadoras, aún más desde la perspectiva de los jóvenes venezolanos. Sin datos en mano, al menos 5 de cada 10 estudiantes universitarios han desertado en busca de, ya no digamos una mejor calidad de vida, sino más bien de “una mejor forma de sobrevivir”, bien sea acá en Venezuela, pero mayormente emigrando a otras naciones.

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Y es que si bien es cierto que la crisis es algo que afecta a casi toda la población sin distinción de credo, estatus social o edad, para efectos psicológicos y sociales, la juventud es la mayor afectada del caos que vive la nación por varias razones.

En primer lugar, la energía y entusiasmo de cada uno aporta ese plus que una sociedad necesita para salir adelante. Entusiasmo que se ha venido a pico conforme avanza el tiempo y la anarquía se apodera aún más de la nación. Esto es completamente entendible, un joven venezolano debe soportar universidades vacías debido a la deserción de docentes y estudiantes, horas de caminatas o incomodidades inimaginables para llegar a sus lugares de estudio o de trabajo, la zozobra de su familia en cuanto al pan de cada día, la imposibilidad de divertirse con sus allegados por el escaso y casi nulo poder adquisitivo, que para no ser menos inconveniente, también es cada vez peor.

Los sueños, proyectos, metas u objetivos que son propios de un joven, por más pequeños e insignificantes que parezcan, para un joven venezolano es una completa odisea, una utopía que solo podría alcanzar en otro lado del mundo, lejos de sus fronteras y de sus seres queridos. Las pruebas son contundentes: El solo hecho de valerse por sí mismo para un “chamo” promedio es muy complicado: La comida sería casi imposible de pagar con un sueldo mínimo mensual, que si acaso llega a los 5.000.000 Bsf. Ya ni hablemos de alquiler de una habitación, ni mucho menos de comprar una casa, tampoco de ropa, teléfonos, accesorios o salidas con los amigos, esos son “lujos” demasiado exclusivos para un grupo cada vez más pequeño.

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Tampoco mencionemos el hecho de ser padres, ya que en Venezuela el embarazo adolescente es un tema preocupante también, porque el tan sólo hecho de tener bajo su responsabilidad a un niño para un joven venezolano significaría un total martirio. Algo insignificante, o al menos no tan esencial como una cuna o un coche supone más el menos las ganancias de un año de trabajo exclusivamente. Y ni hablar del hecho de mantener una familia promedio, con un par de hij@s y una esposa, eso evidentemente no está en sus posibilidades ahora mismo.

La incertidumbre y el agobio se apoderan de los jóvenes venezolanos, quienes desesperados huyen de nuestras fronteras en forma de éxodo masivo ansiosos de poder vivir, más que sobrevivir. Cada mes, cada semana, cada día, cada minuto, miles y miles de jóvenes emigran de Venezuela. Los terminales se llenan, la frontera se desborda, los buses compiten a quien llega primero a Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Argentina, ansiosos de regresar para volver con más migrantes.

Mientras en las calles de Lima, Bogotá, Buenos Aires, Quito, Guayaquil o Santiago se pueden ver a jóvenes portando gorras o franelas de Venezuela, vendiendo golosinas, agua, café o cualquier otro producto, se vacía cada rincón de Caracas, Barquisimeto, Maracaibo o Valencia, pero más aún los corazones de sus familiares, quienes con esperanza bendicen a la distancia a sus hijos, sobrinos, nietos o hermanos, y esperan con ansias verlos pronto. Al final, solo queda el vacío y la desolación, sentimientos que justo ahora son muy comunes en toda la población venezolana.

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Por otro lado, los que se quedan solo mantienen la esperanza de que por un intervención divina sus súplicas diarias sean escuchadas y puedan cambiar las cosas para mejor en un país en donde eso parece bastante lejano. Sin embargo, la mayoría mantiene el pensamiento en otra geografía pero, incapaces de emigrar como sus afortunados compatriotas, solo les queda tragar grueso, aguantar el llanto, levantar la cabeza y seguir adelante en una hostil realidad que, para colmo, se torna cada vez peor.

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Muy fuerte nuestra situación. Que bueno que busques llevar la realidad a los ojos del mundo de esta manera.

Siii asi es, es muy fuerte... Pero este tipo de redes al menos nos permite dar a conocer nuestra triste realidad como bien dices...

Muy buen post! el sentimiento que hoy compartimos todos.

Muy dura la situación.