Alyth quedó sola el día que Walther acabó con la vida de su madre al resistirse esta a ejecutar una orden. Este acto de rebeldía dañó a Catriona tras años de soportar a su esclavista. El disparo de bala de plata acabó no solo con su vida sino con las esperanzas de Alyth de recuperar la normalidad con la que había vivido los primeros ocho años de su vida.

—Viví con Walther hasta hace dos años. Una noche, muy tarde, volvió de la ciudad y entró en mi cuarto e intentó atacarme. Me desperté cuando lo sentí sobre mí. Yo estaba asqueada y molesta. Tan pronto caí en cuenta de lo que quería me transformé, olvidé en dónde estaba y me dejé llevar por toda la rabia. Cuando volví en mí, corrí a lavarme, tomé mis cosas y hui del lugar.

—¿Y dónde viviste todo este tiempo?

—En el bosque. Andy, no quería ver a nadie ni estar con nadie. Estaba harta de todo.

—¿Por qué volviste con los humanos? ¿Por qué buscaste trabajo conmigo?

—Mis familiares se ganaban la vida haciendo trabajos relacionados con la naturaleza. Es todo lo que sé y lo que mejor se me da. Me estaba volviendo loca en las tierras altas recordando todo lo que me pasó. El trabajo me serviría para distraer la mente.

—¿Tienes más familia? Digo, aparte de tus padres —preguntó Andrew, con la esperanza de que, de haber la posibilidad, estos la ayudaran. Sólo habría que ponerse en contacto con ellos.

—Los kelpies tienen fama de utilizar o matar a los humanos. Los que se niegan a hacer esto son exiliados. No recuerdo cuando fue la última vez que jugué con mis primos. No sabía que sería la última.

En la habitación cayó un silencio incómodo el cual duró hasta que el dueño de la casa y de la granja tuvo una idea que, de resultar, los salvaría a ellos o terminaría de empeorar la situación.

Tras haber alimentado a sus hijos, Andrew llevó a Alyth a practicar tiro. La kelpie no soportaba el ruido de los disparos.

—No puedo hacer esto—lloró, frustrada—. Mejor me entrego y así se acabará todo esto. Perdona por ocultarte cosas.

Andrew la abrazó y se sentaron juntos a descansar de las prácticas y de la única cosa en la que él pudo pensar.

De un momento a otro, Alyth se puso de pie y fue a atender a una yegua de Shire que la miraba desde su cuadrilla. Se mantuvo a su lado y, sin dejar de acariciarla, explicó:

—Cada vez que entro aquí me pide que la toque. Me aprendo todo lo que les gusta y a cambio, se portan mejor.

Andrew se acercó a Alyth y le propuso otra idea que podría parecerle menos trabajosa.

Andrew Abernathy se comunicó con Nicholas Abercrombie y se excusó de hbaer estado enfermo y no haber respondido sus mensajes. Tras las primeras palabras, le ofreció entregarle a Alyth cuando quisiese. Ansioso por cumplir su venganza, Nicholas dijo que pasaría por su granja al día siguiente con compañía. Andrew les pidió que fuesen discretos y que terminasen cuanto antes.

Desde que Alyth aceptó la nueva solución, el padre de familia acomodó a sus hijos y a la tía Colleen en el sótano y les pidió no salir hasta que él volviera. Dio la orden a los tres. Pensaba que la mujer de sesenta y cuatro años podía olvidarse de seguirla y ponerse a sí misma y a sus sobrinos en peligro.

Andrew y Alyth se quedaron en la parte superior de la casa cerrando la mayoría de las puertas y ventanas para luego ir a los establos a preparar a los caballos. Alyth se desvistió y tomó apariencia de Clydesdale.
El mensaje de Nicholas cayó en la bandeja de entrada del celular de Andrew.

—Ya están aquí —anunció. Los dos sintieron el estómago muy pesado—. Iré a traerlos. Cuando los veas en medio del campo, sales y caes sobre ellos.

El dueño de la granja llegó hasta la entrada de la misma y guío a su vecino y a los seis hombres que habían venido a cobrar venganza junto a él hasta la zona donde los caballos eran llevados a pastar.

—Iré a traerla —dijo antes de alejarse unos cuantos pasos. Con el brazo derecho hizo una señal y, esperó que todo saliera como había planeado.