¿Plagié a Miguel Otero Silva? | Escribo chiquito, escribo micro (xviii)

Releer la novela “Casas Muertas”, ha sido como abrir una cápsula del tiempo. Esta es la primera entrega de una travesía de relectura, un viaje de vuelta a las calles polvorientas de Ortiz, el pueblo que Miguel Otero Silva inmortalizó en la literatura venezolana.

Aunque Casas Muertas, publicada en 1955, ha sido ubicada dentro del género de realismo social por su crudeza al presentarnos la decadencia de los llanos venezolanos, azotados por plagas, desastres y enfermedades.

Sin embargo, releyendo el capítulo 2 encontré un “cuento”, por llamarlo de alguna manera, narrado por el Sr. Cartaya, un personaje muy influyente en Carmen Rosa, la protagonista, que evoca al realismo mágico, desde mi opinión. El mismo tiene una estructura en esencia similar a uno de mis relatos creados para Steemit.

Se trata de un microrrelato que escribí en 2022, llamado “El último bucle”. Yo mismo me sorprendí, al ver la similitud y casi que, hasta el plagio, por haber tomado la idea central del cuento narrado por el Sr. Cartaya en la novela. Y que yo había leído una vez por allá en 1980, cuando cursaba tercer año de secundaria.

Pero, como dije, es más su influencia; la aparición de un grupo de ánimas, cargando un cadáver, que se presenta con el mismo nombre de la persona que se encuentra con la procesión, y se atreve a preguntar: ¿Quién es el difunto? es una leyenda recurrente en Venezuela.

Defiendo mi relato, en que, al escribirlo, no lo hice sabiendo de su semejanza al relato del capítulo 2 de la novela. Surgió más bien de ese inconsciente colectivo que nos une a todos los venezolanos, al contarnos cuentos de espantos y aparecidos.

En este orden, Casas Muertas y “la muerte” están unidas desde la primera línea del capítulo 1, cuando presenta el entierro de Sebastián, el amor de Carmen Rosa. Además, es la muerte del pueblo la que es contada en ella, con una hermosísima carga poética.

La imagen de las casas desmoronándose, la naturaleza recuperando su territorio y la resignación de sus habitantes crean un aura donde la tragedia y la muerte se sienten como un destino ineludible.

Recientemente, compartí un post sobre el hallazgo del libro. El libro estuvo esperándome durante 45 años. Esperando a que ahora, con ojos de adulto, buscara algo más que una nota escolar. Ese impacto visual, directo y estilístico de Otero Silva fue una semilla silenciosa en mi propia escritura, que germinó y ha venido creciendo acá en esta plataforma,

Esa semilla germinó en formas inesperadas en el microrrelato "El último bucle", donde el tiempo, la repetición y la muerte juegan un papel central, en una atmósfera opresiva y circular para el protagonista.

Te invito a leer el capítulo dos de Casas muertas y también El último bucle, y juzga tú si hubo plagio, o no.