Una imagen, una historia
Canelo y la abuela Camila
La abuela Camila se encontraba para ese tiempo muy enferma, ya casi no podía caminar y se quejaba constantemente del sinfín de achaques que no la dejaban tranquila ni siquiera para dormir. A duras penas se levantaba bien temprano de la cama y se dirigía, poco a poco, hacia su antiquísimo sillón, ayudándose con el palo largo y pulido que le servía de bastón. Su mal carácter, sin embargo, su amargo humor lo mantenía intacto, y al parecer se fue acrecentando a medida que las dolencias de la vejez la asediaban. Por esa razón, cuando la madrina de Rigoberto, su nieto, el único niño que había en la casa, le regaló un perrito, enseguida protestó de forma enérgica y sentenció, de una vez, que no quería ver jamás a ese animal cerca de donde ella se encontrara.
Fueron muchas las ocasiones en que la abuela Camila amenazó a Canelo (ese fue el nombre que le asignó Romina, su hija, la madre de Rigoberto) con su largo garrote y lo echaba de su lado con gritos que incluían palabras soeces que nunca antes se le habían escuchado pronunciar. El pobre animal optó entonces, como una instintiva protección, por no acercarse en ningún momento al sillón donde ella solía estar; es más, en cuanto escuchaba el inconfundible sonido del balanceo del asiento se salía inmediatamente de la casa.

Imagen del concurso / F
Romina y el pequeño Rigoberto, en cambio, adoraban a Canelo. La mamá del niño celebró un día, con gran alborozo y lágrimas en los ojos, que su hijo, quien ya estaba por cumplir seis años y aún no había aprendido a caminar, se levantó una tarde, de forma repentina, del suelo y comenzó a perseguir al perro con pasos inseguros, en un primer momento, pero unos minutos después ya corría jugueteando con el animalito y parecía que le importaban muy poco las frecuentes caídas, se limitaba a levantarse y a seguir jugando con Canelo.
Sucedió también que una tarde, cuando ya las sombras de la noche comenzaban a borrar el sol, escucharon en el patio los ladridos desesperados del perro; emitía unos gruñidos que denotaban una intensa furia y que se prolongaban demasiado tiempo; aquello era sumamente extraño, tanto así que la abuela Camila se levantó con un ímpetu inexplicable de su sillón y gritó: Carajo, ya a ese animal le dio mal de rabia, hay que sacrificarlo porque eso es un peligro… No obstante, cuando se asomaron a la puerta trasera de la casa, se percataron de que el valiente Canelo se enfrentaba a un zorro enorme que intentaba penetrar en el corral de las gallinas; y a pesar de que lo excedía en tamaño, logró finalmente que huyera hacia los cercanos matorrales.
Después de ese episodio, la abuela aseguraba, con incriminatorio acento, que por culpa de esa maldita bestia que la hizo casi levantarse corriendo de su sillón sus dolores se le habían agravado. Si ya antes me quedaban pocos días de vida, ahora me quedan menos, se quejaba constantemente y miraba alrededor para asegurarse de que Canelo estuviese bien lejos de ella. Una mañana, sin embargo, Romina y Rigoberto repararon extrañados que la abuela no había emitido ninguno de sus acostumbrados lamentos y, algo que era más raro todavía, el perro escuchaba cerca de ella el traqueteo del sillón y el repicar del garrote en el piso sin que saliese huyendo de inmediato. Fue entonces cuando la anciana dijo, con una voz cansada y lejana: Ven acá, Canelo. Vamos a dejar de fingir que nos detestamos porque ya es hora de despedirnos. Y el perro se subió a su regazo, mientras la abuela lo acariciaba con sus manos y se quedaba dormida para siempre.
Invito a los amigos:
@goodybest y
@ikwal


Muchas gracias por su apoyo...
Wow, me encantó muchísimo tu historia, es increíble. Al mirar la imagen, personalmente me sería difícil imaginar una buena historia. Tú, en cambio, lo lograste a la perfección.
Gracias por su lectura, amiga. Me complace de que le guste el relato. Saludos.
Buena historia, hay gente que sólo busca razones para quejarse.
Gracias, amiga... Este relato no tiene nada de jocoso, pero parece que resulta entretenido. Un gran saludo.