Concurso una imagen, una historia | Exilio

Juan y Miguel salieron a jugar con el perro que su padre les había regalado. Pensaron que sería una buena idea llevarse la cámara de su tío y grabarse jugando con el can.

Miguel empezó a lanzarle la pelota al animal mientras su hermano los grababa. Pasó un rato y cuando el camarógrafo notó que el video duraba más de diez minutos, lo pausó y lo guardó. Luego, exigió que le dejaran jugar para aparecer en cuadro.

Juan ocupó el puesto tras la lente y consiguió hacer un video, si cabía, más largo que el de su hermano. Harto de no ser el centro de atención. Puso el dispositivo en el piso sin dejar de filmar y corrió con su hermano para pedirle la pelota. El perro les miraba con interés para saber quién iba a lanzar el juguete.

Cuando consiguió arrebatarle la pelota de goma a su hermano, Juan lo lanzó sin fijarse en la dirección. La cámara captó los pocos segundos de vida que le quedaban con la pelota aún fuera de cuadro, el perro corriendo hacia ella y los dos niños llorando, consientes de lo que estaba por pasar.

Ambos corrieron ver cómo había quedado el dispositivo mientras el perro mordisqueaba la pelota. Lo único que ocupaba las mentes de los niños era no volver a casa. Ya podían sentir el escozor de la correa marcando sus piernas.