Todos los sábados el hombre llegaba, como siempre traía un libro bajo el brazo, Lezbia, lo esperaba con cierta ansiedad, quería oír aquellas historias que la transportaban a otras épocas, interactuar con otras personas y hasta su perro parecía entrar en esos mundos.
Su prometido siempre la llevaba a las ruinas de aquel castillo que tuvo su época de gloria, él se recostaba y yo, no solo oía, sino que, por medio de la magia, empezaba a recorrer las calles de aquella ciudad. Había mucha gente realizando diferentes actividades, ella escuchó cuando un ruido alto hizo que todos corrieran a un lado. Un carruaje muy elegante pasó a mucha velocidad sin importarle si atropellaba a alguien.
—¿Quién es ese? —pregunto.
—Es el Barón Lorrbrut, señorita, dicen que tiene pactos con seres de otro mundo.
—¿Qué clase de seres?
—Usted no parece ser de estos lares, pero, cuando venía para acá, debió haber visto el castillo, en esa torre alta y sin puertas, el Barón Lorrbrut, encerró a su hija y no la deja salir.
—Pero ¿cómo se alimenta? Es tan alta esa torre.
—¿Ha oído hablar de Katrina?
—¡No! ¿Quién es?
—¡Silencio! no hable muy alto, mire esos rostros, no sabemos quién puede mirar a través de ellos.
Ella miró a todos los que pudo y vio que nadie reía, caminaban como guiados por un ser invisible. Lezbia miró al viejo que le hablaba y sintió el miedo que él manifestaba.
—Katrina es una hechicera, puede volar en su escoba, ella entra a esa torre y alimenta a esa muchacha, ¡quién sabe de qué manera! el Barón Lorrbrut le entregó su vida a esa bruja para obtener mucho poder, pero se convirtió en un ser malvado, la única que puede sacarlo de ese mundo diabólico es su hija, me va entendiendo, ¿verdad?
—Sí, eso creo, es que todo está tan enredado,
—¡Claro! ya nadie entiende nada, es por eso que el Barón Lorrbrut pasa en su carruaje sin importarle si atropella a alguien, ya hemos perdido la cuenta de los que han caído bajo esas ruedas. Él no era así, era un buen gobernante, pero se enamoró de la mujer equivocada, esa bruja llegó una tarde como esta...
El viejo se detuvo y se quedó mirando a Lezbia
—...Sí, a esta misma hora...y ...Usted está llegando… ¡no puede ser! ¡la profecía! el sol estará en cénit junto a la luna, ella aparecerá…
Lezbia miraba aquel hombre fuera de sí, empezó a vociferar que ella era la enviada.
—¡Miren el sol! ¡Vengan todos! ¡Dentro de poco la luna se acercará al sol, vengan, ella es la enviada de las hadas, nuestra salvadora!...
—¡Yo! ¿Enviada de las hadas?
Todos se fueron acercando y la miraban desconcertados, unos reían, otros lloraban. Como por arte de magia llegaron los músicos, así que empezaron a bailar, la calle era una fiesta.
En ese momento se escuchó el ruido de un carruaje que se acercaba.
—¡Es el barón Lorrbrut! — gritaban.
El viejo dio un grito:
—¡Hay que poner barricadas, rápido!
Aparecieron cajones, sacos de arena, algunos troncos de árboles; el Barón Lorrbrut, no tuvo tiempo de frenar y carruaje saltó por los aires y rodó unos cuantos metros, nadie hizo nada por auxiliarlo.
—¡Vamos al castillo antes de que caiga la noche! —dijo una mujer.
Lezbia fue levantada y montada en una litera y todos se fueron al castillo cantando y bailando. En lo alto de la ventana, una joven se asomó y vio la cantidad de gente aglomerada.
—¿Ahora qué vamos hacer? —dijo Lezbia.
—Usted es la elegida, debe saberlo, —dijo el viejo.
—¡Claro! díganle que lance su cabello.
Todos gritaron, ella dejó caer un largo cabello negro y muy hermoso que casi rozó la tierra.
—¡Alguien tiene unas tijeras!
Una lluvia de manos levantó tijeras, luego amarraron algunas a la punta del cabello y la hija del Barón Lorrbrut las subió. Lezbia le dio instrucciones de cortarlo y lo amarrara a un lugar seguro para que pudiera bajar.
—¡Hazlo rápido, que ya se acerca la bruja! —gritaron.
La hija del Barón Lorrbrut, pudo bajar y fue recibida con aplausos. en ese momento la bruja llegó volando en su escoba, sorprendida no miro hacia adelante y fue tal su descuido que chocó contra los muros y se desplomó, los músicos redoblaron los tambores mientras el cuerpo de la bruja bajaba a toda velocidad, la tierra se abrió y se tragó a la bruja. Todos aplaudieron.
—¡Lo hicimos! —gritó Lezbia y se abalanzó sobre el viejo para abrazarlo, su prometido sorprendido no pudo sostenerse, soltó el libro y rodó con ella por el suelo, el perro ladraba asustado.
—¡Ay querido creo que me quedé dormida!
—Parece que sí y justo en el momento en que la bruja se convertía en leyenda.