Día 1

Madrugas por primera vez en algo de tiempo, mientras recuerdas que las calles ya están puestas, incluso en horas tan intempestivas. Devuelves unos libros en la biblioteca, preparas las últimas provisiones y te desplazas hasta el aeropuerto de Alicante.

El avión se retrasa, pero asciende y vuelve a bajar.

Los semáforos en Berlín cambian de color veloces, a nadie le da tiempo a pasar en verde.

Llegas al piso alquilado donde el dueño en cuestión está de viaje y en un correo te indica que las llaves se encuentran en una bicicleta para niños atada cerca de la puerta del portal.

Has perdido tiempo en el aeropuerto y ahora te toca correr al supermercado, sprinteas azuzado por el google maps.

Llegas a tiempo y obtienes tus ansiadas provisiones, pero en medio de todo ello, es "la hora de cierre", ves como las luces se apagan y los estantes son cubiertos por lonas automatizadas que se cierran despacio y te dicen adiós.

La gente corre en estampida a las cajas y se disgregan en busca de su siguiente destino.

Llegas al piso, lo preparas todo para el día siguiente y te acuestas nervioso pensando en las infinitas posibilidades que se ciernen a tu alrededor y en algún punto, te quedas dormido.