Pervertida a sueldo| Relato|@cervantes|@mosqueteros

in #cervantes7 years ago (edited)

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Sonia despierta de su trance en una esquina de la habitación. Mira atónita a su alrededor con las pupilas dilatadas por la falta de luz, busca aterrada por toda la habitación con su mirada y aun no comprende nada ¿Como llegó allí? ¿Dónde estaba exactamente? Su mente aun daba vueltas intentando recordar algún detalle. Pero no llega nada. No escucha nada, siquiera un sonido. De repente una ola de calor la sacude, todo su cuerpo duele y es consciente de cada parte de él.

Intenta moverse, pero se da cuenta de que algo la detiene, mueve la mano derecha, que parece estar libre, la lleva hasta su cuello y recorre con la punta de sus dedos aquello que la oprime. Aquello se siente frío y liso como un collar de metal. Su descubrimiento la deja pasmada y abre sus ojos como platos ante la sorpresa.

Aunque no ve gran cosa, distingue formas. Ve algunos artefactos colgando del techo y las paredes y un montón de objetos recostados en el muro del frente. La mayoría son alargados como cañas de pescar, otros son redondos y pequeños como... ¡Grilletes!

-¡Grilletes!- grita para sus adentros.

Como una explosión llegan recuerdos a su mente. Sucediéndose uno tras otro con gran rapidez.
La tortura, el dolor, las risas -ninguna de ella- ¿quienes se reían de ella? ¿quienes se reían de su dolor? o mas bien ¿quienes lo provocaban?

No lo recuerda aún, solo recuerda el frío, en su cuello, en su muñeca, sus tobillos, el ardor de su piel. Se esfuerza más pero solo vienen a su mente voces lejanas y rostros borrosos.

El horror comienza a invadirla y sacude su cabeza con vehemencia, su corazón late aceleradamente, siente ganas de correr y hasta de vomitar. Escucha un sonido metálico.

-Cadenas- pensó. -¡Cadenas y grilletes!

Cae en cuenta de algo... no quiere pensar en ello, se horroriza y se queda inmóvil. Pero la idea sigue allí, por mas que trate de esquivarla y cada vez cobra más fuerza.

Con el miedo recorriendo su cuerpo y los latidos acelerados busca con su mano sus tobillos doloridos atrapados por el frío acero, pero el grillete en su cuello no le permite alcanzarlos. Su horror aumenta exponencialmente. Ahora está claro: está totalmente encadenada, su mano izquierda, sus tobillos y su cuello son aprisionados por el metal.

De su boca escapa un gemido de horror. Comienza a sacudirse desesperadamente, como un animal atrapado, pero el repicar de las cadenas sólo consigue aumentar su terror y su desespero.

Intenta gritar,No lo consigue. Intenta con más fuerza aún, Nada. Busca desde lo mas hondo de su alma elevar su voz, pero aun no consigue ni siquiera un triste aullido. El pánico se ha llevado su voz, y su cordura.

Intenta batirse frenéticamente una vez más, como si su cuerpo fuera presa de un choque eléctrico, arquea su espalda y gime hasta quedar exhausta.

El dolor la golpea. Comienza a llorar y a sollozar de manera desconsolada y ruidosa, sus lagrimas brotan como un rio y su pecho se sacude estrepitosamente ante cada sollozo.

-¿que ha sido de mi?-piensa- ¿porque no puedo liberarme? ¡Dios mio, Malditas cadenas! ¿Por qué no puedo recordar nada? ¡Maldita sea!- La furia comienza a recorrer su cuerpo, descendiendo por la espina dorsal como una ola de calor, hasta inundar hasta el último centímetro de su cuerpo.

-¡Maldita sea!- apenas consigue alzar un poco más la voz.

-¿Pero quien coñ...

Cae en cuenta de algo -de nada vale pedir ayuda- quien quiera que la haya puesto allí, encadenada, a oscuras, en total silencio y completamente desnuda, se había asegurado de que nadie la escuchara ni mucho menos la encontrara.

La pregunta era ¿quien? o sería ¿quienes?.

Volviendo a sus recuerdos borrosos -varios rostros, varias voces- definitivamente eran varias personas.

Con la respiración aún acelerada y paralizada por el miedo mira una vez más a su alrededor para obtener pistas.

Se da cuenta que la cama donde está tendida -más bien encadenada- pasaría mejor por una camilla...

se enciende la luz- ¿pero que diabl....-queda totalmente cegada por instantes, tapa sus ojos con su única mano libre e intenta acurrucarse para cubrir sus partes ahora visibles pero... -¡Malditas cadenas!- grita- se estremece por el sonido de su propia voz, la cual ya no recordaba.

Suenan pasos a lo lejos y su cuerpo se tensa aún más, el calor de la ira que recorría su cuerpo por la creciente ira fue sustituido por un frío intenso, que le calaba hasta los huesos y su cuerpo pareció vaciarse de toda gota de sangre quedando totalmente pálida.

Escuchó con atención. Los pasos se acercaban. Parecían venir de un pasillo solitario. La cerradura giró. Hizo un esfuerzo para incorporarse lo más que pudo y mirar.

Logró distinguir la puerta. Plateada de acero, el suelo totalmente blanco al igual que las paredes. Logró ver lo que ya imaginaba. Las figuras que guindaban del techo en una esquina de la habitación eran fustas, látigos y otros instrumentos que no logró reconocer, pero sabía que todos ellos eran artefactos de tortura. Vió al lado de la puerta un carrito como de enfermera y si no se equivocaba sobre la bandeja de acero habia instrumental médico.

-¿Habían utilizado todo esto en mi?- Pensó horrorizada.

Recorrió su cuerpo con la vista. Estaba lleno de moretones, sangre seca, marcas enrojecidas, heridas suturadas....

-¡Santísima madre de Dios!- Nunca había sido una buena católica, pero en estos momentos solo venían a su mente imprecaciones y plegarias. -pero ¿por qué mi mano derecha está libre?-miro su mano derecha y constató con horror que su mano derecha estaba muy herida, la sorprendió aún más no sentir demasiado dolor- debe ser el pánico que neutraliza mi dolor- pensó avidamente.

Su brazo derecho tenía heridas profundas mal cosidas, cubiertas por coágulos de sangre y hematomas horribles -por eso no la han encadenado- vió a su derecha la cadena que pendía de la camilla, en un extremo tenía el grillete destinado a su mano libre.

-¿por qué tardan tanto en entrar- pensó. parecía mediar una eternidad desde que oyó la cerradura girar hasta ahora-¿me estarán mirando? ¿quien vendrá?- volteo paranoicamente hacia los lados, tanto como las cadenas le permitieron y como si adivinaran sus pensamientos los goznes de la puerta crujieron.

-¡Hola querida!, que bueno que despiertas- dijo irónicamente una voz que le sonaba bastante familiar.

Dirige su mirada hacia la puerta y ve entrar a un hombre bastante alto, vestido con un traje formal -bastante costoso por lo que se ve- avanza hacia ella con paso lento pero firme hasta situarse hasta pocos pasos de la camilla a la cual estaba encadenada.

Intenta descifrar su rostro, pero en su lugar solo ve un borrón, como si una nube se interpusiera entre su rostro y su mirada.

-¿Pero qué diablos...?- Dice ella-
-¿que? ¿ya no te acuerdas de mí?- dice el hombre sin rostro y suelta una carcajada irónica- pero si la pasamos tan bien... contigo- más risas-¿a qué deseas que te quite las cadenas?- extiende su mano y acaricia su rostro con el dorso de esta- no llores querida lo mejor está aún por venir, ya vuelvo-

-¡espera!-grita Sonia desesperada al ver a su secuestrador darse la espalda y caminar hacia la puerta- ¡por favor!- grita, mientras las lágrimas comienzan a brotar una vez más.

El hombre llega a la puerta y la mira una vez más y con voz impasible dice -lo mejor está por venir- y cierra la puerta tras él.

CONTINUARÁ....
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