AÑORANZA DE UNA REALIDAD.
En esta realidad paralela que vivimos, la añoranza nos da esperanza.
Mucho se ha comentado de la realidad de Cuba; de sus logros y de sus desaciertos como sociedad y como nación; de sus comidas, de sus gentes, de sus urbanismos, entre otros. He estado tres veces en Cuba; gracias a Dios en los tres momentos cruciales; la primera, cuando estaban bajo la protección de la Unión Soviética con el bloqueo en auge. La segunda cuando soplaban los aires de la apertura económica sin la presencia de Venezuela y la tercera, sin la protección de Rusia pero aliada a la Revolución Bolivariana de Venezuela. En las tres oportunidades de visita a esa bella isla del Caribe; siempre me sorprendió el deterioro de las casas, de los edificios; lo descolorido que estaban sus edificaciones. Las bellas casonas, los palacetes que en la época de gloria fueron las expresiones de diversas influencias arquitectónicas; pero que en la actualidad, se van diluyendo al pasar el tiempo por el abandono y el poco cuidado. Lógicamente, sus preocupaciones han sido otras, no resguardar las edificaciones; el contraste visual y emotivo al verlas en ese estado era que en Venezuela en la década de los noventa, no veíamos casas, ni edificios deteriorados, sin pinturas ni cuidados. Todo el mundo se esmeraba en tener cuidado su casa por fuera y por dentro.
Mientras Cuba avanzaba a una realidad distinta, con cierto progreso y apertura; nosotros, en Venezuela caminamos hacia el atraso y el aislamiento de nuestra realidad. Las bondades que ofreció la Revolución Bolivariana se quedaron atrás a la realidad que va mostrando el rostro de la sociedad; el tiempo va deteriorando las edificaciones, las casas, entre otras por no contar con el mismo esmero de años atrás para tener por fuera y por dentro, la mejor casa pintada y cuidada. Muchos han dicho que la sociedad es el reflejo de cómo están internamente sus ciudadanos; creo que estamos mostrando en esta fecha como está el venezolano en su mayoría por dentro; su rostro es la fachada de su casa. Estamos perdiendo las edificaciones que nos dan identidad como las casonas; las casas de las familias humildes van deteriorándose tan vez, porque sus habitantes ya no las habitan, entre otras razones. La acción de un añorado proyecto político va cubriendo todo con el lado oscuro….que va deteriorando poco a poco todo por dentro y por fuera; por lo cual, nuestras edificaciones no pueden escapar de esta realidad. La añoranza de una realidad pasada para muchos les da la esperanza de tenerla nuevamente; sin duda, alguna hay que construir esa realidad que nos devuelva la alegría de ver las fachadas de las edificaciones en buen estado y con múltiples colores de esperanza.
Hay situaciones que está en nuestras manos detener, teniendo sentido de pertenencia y promoviendo la solidaridad entre propietarios, habitantes de las edificaciones se puede hacer mantenimiento y evitar que el deterioro se visibilice.