"Si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino, ¡hazte médico, hijo mío!"

Otras veces serás tu quien agradezca poder estar ahí, conocer gente con historias increíbles, aprender de sus vivencias, acompañarlos en su progreso y aprender a dar el verdadero valor a las pequeñas cosas.

Pero cuando por fin llegue el día, cuando hayas culminado una etapa y sepas que es real y que luego de tanto tiempo finalmente lo hiciste; vas a saber que estás preparada porque en ese momento vas a recordar todo lo que pasaste para llegar hasta ahí, vas a tener más claro que nunca el cómo, el cuando y el por qué decidiste iniciar...

Este es un recordatorio, una nota de mí para mí, para la muchacha de 22 que inició a ciegas un rumbo descabellado, son algunos de los consejos que me habría gustado escuchar y que no me dijo ni Esculapio. Y aunque todas las situaciones son distintas y cada cabeza es un mundo, tal vez puedan servir de apoyo para alguien más. Aprovechen cada consejo y tomen nota de las advertencias pero no se queden con la versión de otra persona, no tengan miedo de atreverse a intentarlo y vivir su propia experiencia.

Esto fue todo por ahora, todas son fotografías personales – algunas editadas con Canva–. Pueden leer algunas de mis aventuras en el internado: Relatos intrahospitalarios: ¡Emergencia en la morgue!, Relatos intrahospitalarios: Los hijos de Martha., Cuatro meses jugando a la pediatra y La pichón de ginecólogo.