La arqueología submarina tiene su origen en uno de los mitos más antiguos de la historia de la humanidad, el de la Atlántida, el continente sumergido. Esta tierra misteriosa, sumergida en el mar, obsesiona la imaginación humana desde los tiempos más lejanos. Más adelante, cuando las civilizaciones mediterráneas comenzaron a aventurarse fuera de sus países de origen para conquistar otros mares, su historia quedo jalonada de desastres infligidos a sus barcos por los elementos, produciéndose dramáticos naufragios en los que desaparecían los marinos, hundiéndose en el misterioso fondo del océano apenas explorado; de este modo los mares, se convirtieron en la tumba de innumerable riquezas; lo mismo sucedió cuando los soberanos europeos enviaron a sus hombres a explorar las costas de América. A partir de entonces, el descubrimiento de los restos de naufragios y el hallazgo de tesoros perdidos en las profundidades fue un anhelo constante tanto de navegantes como de quienes Vivian en costas próximas al escenario de algún naufragio importante. Durante mucho tiempo se efectuaron búsquedas de esta naturaleza sin que se consiguieran resultados convincentes. Solo en épocas muy recientes las investigaciones arqueológicas submarinas han conseguido la restitución de un notable conjunto de elementos que contribuyen de manera esencial a nuestro conocimiento del pasado

La técnica al servicio de la arqueología submarina

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El éxito de estas investigaciones está directamente relacionado con los medios de los que se dispone actualmente: en principio, instrumental de inmersión y también, aparatos de lectura de fondos marinos, así como maquinas potentes y precisas que permiten a los buceadores rescatar y subir a la superficie los restos encontrados. Una de las grandes ventajas de la arqueología submarina estriba en que nos devuelve testimonios de civilizaciones antiguas que el agua ha mantenido, por lo general, en un buen estado de conservación, sobre todo en lo relativo a elementos fabricados con madera. Esta investigación tiene, pues, importancia especial para el estudio de aquellas civilizaciones en las cuales el mar tenía un papel privilegiado y cuya historia se basa en una serie de navegaciones de las que apenas si se han conservado huellas. Es el caso, principalmente, de las civilizaciones de la Europa Septentrional.