1er Concurso de Cuentonimios Navideños - El año que viene

—Cuándo vuelves? —es lo primero que pregunta mi madre, con la boca torcida.

Me hace pensar que todas las cosas buenas se concentran exclusivamente a su alrededor y que salgo de un lejano agujero en la tierra, olvidado del mundo.

—El año que viene —respondo.

Mi cuerpo flota sobre la alfombra del rellano, mi cabeza casi rozando el muérdago que cuelga de la puerta. Mi madre me planta dos besos y me baja al suelo con un fuerte abrazo. Me aprieta como si quisiera retenerme allí para siempre.

El de mi padre llega luego. Me huele siempre a ropa limpia y aftershave. Se sigue afeitando todos los días y vistiendo impecable, con camisas y chalecos de punto, a pesar de no poder salir de casa. Cada año lo noto más enjuto y tembloroso. Cada vez me cuesta más despegarme de él. Siento cómo su corazón enciende el mío.

Esa sensación es la que me mantiene vivo durante la última parte del año. Fui capaz de guardarla en algún lugar y cuidarla bien. Es la que me hace levantarme día tras día y que al mirar por la ventana no me hunda el cielo gris, ni cale el frío que atraviesa el fino cristal. A veces me pregunto qué sería de mí si algún día me abandonase.

Todo se acelera en la cena. Se habla del coche nuevo de mi hermano y llego a sentir envidia por algo que no deseo. Y veo que mi prima se ha puesto botox y su cara está mucho más estirada que el mantel y más brillante que la plata de las salseras. Y la política se sienta a la mesa y parece que se lo come todo a gritos. Y el pavo ya no sabe como antes y la salsa está cortada. Y alguien acaba de ser padre y ya nadie entiende qué hago yo allí arriba y no les importa lo más mínimo. Y paso a ser un paria al que ven envejecer de año en año, perdiendo pelo e interés a partes iguales.

—Entonces, cuándo vuelves? —preguntan.

—El año que viene —miento.