Mi amada Venezuela - relato encarecidamente tricolor
Quizá no sea el mejor contando cuentos, pero para contar esta historia con más nadie cuento, porque sólo en mi cabeza encuentro aquel lugar al que no pertenezco, pero les aseguro que de allí vienen los sueños, ilusiones y fantasías que sólo con pisar aquella tierra admiras, cuando pequeño viaje a ese mundo de ensueño, inspiración de mis obras, un mundo de impresionantes criaturas que sólo en tus sueños verías, es más en los míos cada noche los encuentro, después de aquel viaje me sobraban los cuentos.
Desde el valle de mis recuerdos abundantes arroyos de emociones nutren las memorias de mi añorada infancia, ¿por donde empiezo mi cuento?, muchos inicios, muchos comienzos, muchas cosas que contar quiero pero ¿Cuál contar primero? Ese día en el que llegue a la tierra vuelta Edén, así le llame, me parece una buena forma de empezar.
Llegué a una cuidad similar a cualquiera con edificios, plazas y muchas tiendas, en donde la gente se apresura en su caminar y ni un milagro se detiene a observar, al igual que mis padres todos siempre ocupados están, pero antes de una queja más, pude notar, que ese lugar en donde la gente hablaba un poco extraño y algo acelerado, con palabras graciosas y de muchos significados, los habitantes eran amables, de hecho cálidos.
Las personas de esas lejanas tierras se comportaban como mis familiares, incluso más que los hermanos de mis padres, a pesar del trabajo diario ellos cordiales a toda hora su ayuda me ofrecieron, vi como los niños imitaban aquello, desde los buenos días hasta ceder su puesto hicieron, una amabilidad contagiosa que hasta a mi me atravesó el pecho, a colaborar con otros me condujeron. Gustoso y animado salude a quien veía, detuve puertas y fui escudo de desánimos del día.
Allí era costumbre sonreír a toda hora incluso al dormir, esa noche empecé a notar que algo extraño había en aquel lugar, me preguntaba como el animo no perdían y ningún chiste se repetía, parecían canciones sus conversaciones, repuestas rápidas que aumentaban los humores, con que facilidad a cualquier problema lo gracioso le pueden encontrar, sin dejar de preocuparse en una solución hallar.
El día era soleado y la noche parecía de invierno, en la casa de enfrente de los árboles murciélagos salieron, eran enormes lobos que alas les crecieron pero sólo las frutas se comieron, en mi cama el sueño no pude conciliar pensando en todo lo que afuera había para documentar, tenía un cuaderno donde mis aventuras solía anotar, al día siguiente debía preguntar la razón de que las mujeres se arreglaran para desfilar, porque mamá ni en los días festivos de esa manera se va a arreglar.
Desperté con el cantar de aves y me asomé para poderlas divisar, pero en el cielo criaturas hechas de fuego seguidas de unas hechas de mar sólo pude observar, su plumaje con colores del alba hacían el cielo atravesar, sorprendido de cómo su plumaje pasaban a desfilar, un garfio por pico y en su rostro una máscara blanca imitando a los humanos al alardear, guacamayas se hacían llamar.
Mi curiosidad fue creciendo por aquel lugar que apenas iba conociendo, pronto busqué un mapa, para ver que esa ciudad a la que nada le faltaba, ni cincos milímetros de mapa llenaba, consintiendo mis deseos decidí visitar eso lugares que emblemáticos los habitantes consideraban.
El primero por mayoría y de pronta mención era una montaña, muy amada, muy conocida y donde se decía que sin guía fácil te perderías, árboles tan altos que sin importas si fuese de noche o de día, luz alguna no verías, hogar de feroces bestias de todo tipo aladas, con garras y de muchas escamas, para adentrarme en aquella montaña me lo pensé una semana, cuando me contaron de los insectos, las arañas y todas sus hermanas.
Lo que me hizo entrar fueron las maravillas que podría encontrar, no por sus cascadas, ni por sus animales si no la sensación tan grata de ver como el cielo desbordante de perfección goteó su obra en la tierra, la clara composición de un paisaje pleno, donde todo lo que veas es bello, todo esta vivo y se mantiene sereno, sin discordia alguna en un perfecto momento, el silencio se pierden en el canto del viento, al que como percusionistas lo acompañan dando compás las gotas de agua en el arroyuelo.
Tal como dijeron era la vegetación, árboles tan altos y frondosos que no dejaban ver el cielo, caídas de agua por donde pasaras, no era sólo verde porque de flores el paisaje se adornaba, en lo alto de la montaña al voltear al sur se veía la ciudad, sus calles y edificios decorados por su brillar, pero al norte algo aún más espectacular, un sendero de casas que llegaban al mar, de esplendido oleaje, picado por algunos botes que sus aguas van a surcar.
Un valle separado del mar por una montaña está, nada igual en ninguna parte se podría encontrar, revisé mi mapa nuevamente necesitaba saber, que tanto del azul profundo el borde del mapa llegaba a tocar, para mi sorpresa de punta a punta el norte de ese lugar besaba el cristalino mar, todo el norte era costa, playas y a nadar.
Descendí de la montaña de vuelta a la cuidad, topándome con habitantes que bellas flores cultivaban por todo el lugar, flores grandes, coloridas y muy radiantes que a cualquiera harían suspirar, todas parecían pintadas por hadas u otra criatura fantástica, les decían las flores mas bellas que en esa ciudad se pudieran cultivar, incluso me contaron que por las tardes acompañados de las neblinas habitantes de las montañas la cuidad decoraban.
A mi cama exhausto ese día pude regresar, escribiendo cuanta maravilla pude observar, las mariposas danzaban sobre las flores custodiado que nadie les robara sus colores, los pumas y jaguares de la montaña no eran por menores, buscando como presas al que cometiera errores, las serpientes todas muy diferentes incluso había algunas que los venados en sus bocas cabrían, insectos de muchas formas raras más que alimañas es como si jugueteros sus obras extraviaran, de las arañas para que hablar del tamaño de tu cara te podrías encontrar.
Me quieren servir la cena, y hay algo que me apena, todo el día pase comiendo de lo que me ofrecieran, tanto pude hoy probar que ni hambre tengo para variar, bebidas hechas de arroz que llevan mucha cocción, dulces hechos de mermeladas que en tu plato brillaban, otros incluso de patas de vaca, ahora al pensarlo con calma en cada calle algo nuevo probaba pero como no hacerlo si los olores de todas partes desbordaban, aceras perfumadas por las cocinas que allí se encontraban.
Termine cenando olvidado todo lo sugerido, en aquella mesa me vi tendido, feliz de ver el plato cuyo aroma no me dejaba pensar en rato, había pesado, un plátano tostado, ensalada y una crema que el animo levantaba, de mariscos y camarón, calamares y un poco de arroz, en un caldo naranja se juntaban, cautivando a quien se asomara.
Esta gente me sigue pareciendo extraña cualquier comida es una exquisita hazaña, sin importa los ingrediente, tenían aroma, color y mucho sabor, nada les faltaba, no había opción que no probara, cada cosa de la mesa degustaba, cosa que no hacia falta pues apenas el plato vaciaba me lo llenaban, mamá se enojaría si yo dejase, comida pero a ellos un chiste les parecía.
A la mañana siguiente me aventuré a una plaza, los juguetes no eran lo que me esperaba, de madera, papel y cuerda los fabricaban, unos volaban, unos se giraban, otros hacían ruido y uno por usar mal mi brazo amorataba, después de diez intentos casi lo lograba, con una mano se sujeta el extremo largo y con la misma en el se vuelca una taza, el que más me gustos dificultad no implicaba, de empujar con los dedos esferas de vidrio se trataba.
Habían juegos en los que todos cantaban y aprender la letra no me costaba, saltos, danzas, esquivar y atrapar, en eso todo el día pasó sin avisar, mañana un lugar diferente debía visitar, por eso pedí un paseo por la ciudad, mientras más la veía más una selva con edificios parecía, en todas partes algún árbol crecía y el culto a las plantas los habitantes mantenían en cada balcón un jardín luciría, más divertido todavía había calles en los que animales silvestres vivían, perezas, iguanas, cachicamos que a diario cruzaban la vía.
Si algo más de esa ciudad recuerdo luego se los cuento, por los momentos a los llanos les llevo, donde los hombres usan sombrero y las mujeres con flores adornan su cabello, había tanto polvo como caballos y tanto sol como en ningún lado, la piel sentía arder desde la mañana hasta el atardecer, más a ríos me invitaban a el calor perder, viendo que había uno más profundo me acerqué, pero de la orilla no pase por los lugareños que me preguntaban si alguna pierna quería perder.
Un señor de ese lugar, con correa, guantes y botas todo de cuero le gustaba usar, tomó una rama del suelo para un tronco del otro lado del rió señalar, el susto que me he llevado no me lo a dado ni mi papá, un dinosaurio, con garras, colmillos y cola de látigo para golpear, se movió tan rápido que ni pude parpadear, de esas bestias esta lleno el río piénsalo bien si quieres en el nadar.
Creía que a ningún otro animal temería, que inocente de mi parte pues no sabía lo que en la selva vería, insisto en que es muy extraña la esta tierra y su geografía, montañas, selvas, páramos, desiertos, playas y sin contar las otras maravillas que nos aguarda, puesto que ningún clima del planeta aquí falta.
De la vida de campo unos días pude disfrutar, viendo como cazaban lapas y el terco ganado no se dejaba arrear, montar a caballo era normal lo entretenido era ver cuando los iban a domar, relinchando, pateando y brincando no se dejaban ganar pero en manos expertas el mas salvaje se dejaba cabalgar.
En la mañana con el cantar de un gallo allá se suele despertar, comenzando las labores diaria que el sudor de la frente vienen a cobrar, frente a las casas como monte crecen las plantas de las que frutos puedes tomar, pregunte para sembrar una y la semilla me mandaron en algún terreno arrojar, a la semana las hojas empezaban a brotar, tan noble es esa tierra para cultivar que casi ni cuidado piden para alimentos ofrendar.
De algunos árboles ellos sacaban la vajilla, perfectamente esféricos y pintados con esmero, tazones marrones frutos del patio, esos árboles eran enormes, usaban trenzas naranjas y flores adoradas, algo que de el no me gustaba era ese olor que a cualquiera mareaba, no se como describirlo pero demasiado se perfumaba esa señora de ramas muy altas.
Algo por mencionar era su música, vaya forma de cantar tenia, un ritmo que mi cuerpo sacudía, ellas danzaban disfrazadas de flores y ellos con pantalones, camisa y sombrero, todo esto al compás de tres instrumentos a la que le sumaban el cuarto si no querían dejar el suelo, lo que más me gustaba escuchar eras las discusiones entre cantantes que con rimas se hacían lugar, cuantas cosas ingeniosas se podían escuchar donde tardar en responder era sinónimo de perder.
Me contaron de uno de ellos que al mismo diablo tuvo que enfrentar, eligiendo esa forma de pelear, y a pesar del miedo que él oponente le pudiera causar, no dejo nada en su arsenal por usar, esperando que el sol saliera sin dejarse intimidar, respondió toda la noche dejando al otro sin palabras que rimar.
No hay habitante de ese lugar que no tenga una historia de fantasma que a la seis de la tarde te quiera contar, con su café sentado fuera de la casa reunió a la familia el más viejo que allí vivía, a la cama flotante me mandaron a sentar, no había querido probar una por miedo a resbalar, pero después de usarla compre la mía porque esa sensación extrañaría, como dormir en un columpio que te abrazaba se sentía.
Verdaderamente cuando anochece todo se oscurece, la distancia entre casa y casa, deja un abismo negro que espanta, en aquel ambiente el anciano empezó a contar como a él un jinete fantasma una noche lo fue a buscar, cazando lapas bajo la lluvia en el monte se fue a agachar, cuando escuchó los cascos de un caballo y su relinchar, se agachó debajo de un arbusto a esas hora no debería haber nadie en aquel lugar, lleno de barro levantó el rostro para el extrañó desde su escondite espiar.
Cabalgaba un caballo negro de ojos rojos, que ni rastro tenía de lodo, el hombre llevaba un traje blanco que ni siquiera estaba mojado, un buen rato frente a él se quedó esperando para irse dejándolo todo asustado, cuando lejos iba tomo su arma y dio por terminada la cacería, porqué el se sentía la presa de algo que no entendía.
Como no me había asustado, algunos señores llegaron, cuando el corazón se me salía de pecho, al viejo un gran abrazo le dieron, en algún lado se sentaron y las historias continuaron, una mujer que cada noche llora buscando a sus hijos, se lleva a los que encuentre y el que se niegue es devorado, un hombre que recorriendo los senderos por las noches va cortando el viento al silbar, se dice que en un costal con los huesos de sus padres para siempre debe cargar.
¿Cómo dormir? con aquellos relatos dando vueltas en mi cabeza, puesto que todos afirman que es verdad, tengo miedo de que esos fantasmas por mi vengan, los sonidos de la vida nocturna despiertan, pero con la brisa mansa de en una cómoda hamaca no hay quien a mi me mueva, de esa región de vaqueros me dependía con hermosos recuerdos.
Luego una región nevada fui a visitar, así es junto al llano una cordillera había en la que nieve caía, abrigado debía estar o mal de páramo me iba a dar, las flores que crecían en este lugar eran aún más grandes que las de la montaña de la ciudad, campos alfombrados por sus pétalos que de brillantes colores pintaban el suelo, los lugareños comen mucha carne de cerdo, ni hablar de pan y el queso, cálidos sus hogares y no por cerrar los ventanales.
Entre las calles se veían a los niños jugar pero yo el frío no podía aguantar, un par de guantes me fueron a prestar para el pico más alto de este país ir a visitar, en un teleférico de vaivén subiría sin temer, me contaron que era el más alto y el segundo más largo del mundo pero no les quería creer, media hora y un cuarto de viaje me lo hicieron saber, dentro de la cabina para llegar a la cima aprendí a tejer, por las clases de un señora muy amble que tenia tejido hasta babero del bebé.
No hay palabra que describa el espectáculo que mis ojos veían, una obra monocromática parecía, sólo rocas y nieve habían, tocando el cielo seguiría, lugar donde el sol tiene su lecho me decían, cuanta paz cuanta calma es esa gélida montaña, pero aún así la vegetación abundaba.
Lo único más cálido que la gente era el chocolate caliente, lo único más dulce que su trato eran los postres que comían a cada rato, lo único más rojo que sus mejillas eran los tulipanes que veía desde mi silla, lo único más alegre que su habla eran los sabores del helado habían tantos como te imaginaras.
De la tierra nevada terminé en el lugar que el sol adornaba, brillante tierra de gente animada, no me lo van a creer pero a toda hora cantaban, me mostraron un gran lago que por su tamaño
En esta tierra agraciada un relámpago de un lago se ha enamorado, con el buen clima esta peleado pues cada noche regresa el lago buscando, brama y grita, lanza destellos testigos de su amor por aquel suelo, pelea por la tierra tocar, recordándole a todos que su corazón latiendo esta, allí estará estirándose hacia el lago hasta el final, nadie le quita el sueño de las noches alumbrar.
Diablos del yare
para que viera a unos diablos en plena plaza danzar, dejen que les de una descripción eran del tamaño de cualquier hombre y todos vestían de rojo sin excepción, saltando desconformes por la falta de atención termine cantándoles una canción.
Rostros enormes y algo deformes, ojos saltones de diferentes colores, tenían cuernos y colmillos aterradores le digo, de bailar no se tuvieron hasta caer rendidos, a los pies de la iglesia sus cabezas cayeron después de tanto ajetreo en personas se convirtieron.
Árboles de chocolate, de café y de mango vaya forma de pasar un sábado,
Un delta es una geografía singular, consta de muchos ríos que entre ellos se van a juntar dejando poco espacio por donde caminar, islas que en agua dulce van a navegar, el suelo es de pantano tengan cuidado al caminar, esta maravilla en ningún otro lugar puedes observar, a la gente no parece importarle pues viven en ese lugar, sus casa ---, sus botes y algo que detallar.
Mimos que da la brisa a las altas ramas de la gran verde aclamada, cual si no la selva que me aguardaba, húmeda y cálida la morada de los ojos que me asechaban, caminado en ella me encontré a la serpiente más grande que el mundo habitaba, le gusta nadar y comer todo animal que se encontrara.
Rodeado de maravillas cada día me encontraba, encada rincón de mi nueva morada, reflejo esplendido de la divina creación, mi nuevo hogar conmueve mi corazón.
De niño escuchaba historias iguales me producian miedo pero son muy emocionantes te felicito por esta.
Muchas Gracias