El diario de la mujer incompleta
PARTE I
Soy Belén, la mujer incompleta... | 23/10/00 |
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Saludo a este nuevo diario, de cubierta negra y páginas amarillas. Es complicado comenzar a escribir la primera entrada porque creo que debe ser mística, perfecta. Algo de sagrado tiene el comenzar una relación con un nuevo cuadernillo. Yo ya conozco tu forma, tu dimensión, tu color... Ahora es mi turno de presentarme.
Siempre sentí que algo me faltaba, como si una parte de mí hubiese sido borrada de la historia, quemaron las fotos de mi memoria, ahora veo este pedazo de papel celuloide con una imagen que tía Berta dice que soy yo y no me reconozco. No recuerdo absolutamente nada de mi infancia, ni cómo me hice estas cicatrices horribles en mi cuello, no conozco mi historia, es como si no tuviera una. Solo tengo algunos retazos de niñez: La cara de mis padres, una casa grande con muchos cuartos, yo riendo frente a un espejo de feria, una muñeca, un sótano.
Mi vida comenzó luego de haberme mudado a la ciudad con mis tíos, más o menos a los doce años. Tía Berta y tío Jorge me tomaron en custodia luego del suicidio de mi padre, mi mamá tampoco se pudo hacer cargo de mí, está internada en un hospital psiquiátrico. En el asilo me prohibieron visitarla porque cada vez que mi mamá me veía entraba en crisis. Probamos vendarle los ojos, pero fue tanto peor. Así que hice mi vida lejos de ella.
Ahora soy una mujer cuasi funcional, tengo una casa con mi esposo guapo e inteligente, Carlos y yo estamos juntos desde la universidad, me aceptó así, sin pasado. No tengo muchas anécdotas que contar a mis amigos, no sé cómo sucedieron la mayoría de mis cicatrices, la gente no me cree. A veces me preguntan por la marca de mi cuello, tengo una herida grande y redonda, invento una historia distinta cada vez. En una oportunidad respondí que me habían mordido unos duendes mientras dormía, pero mi favorita es la del ataque zombie en mi pueblo.
Mi falta de memoria no es por vejez, tengo 27 años. Mi mejor amiga Darla dice que debería ver a un neurólogo, porque esas lagunas mentales no son normales, y que de paso estoy medio loca. Ahora ella está embarazada, se ve feliz, pero es extraño para mí. Nunca he pensado en tener hijos, los bebés se comen el calcio de sus dientes para formar sus huesos, eso es como mínimo perturbador.
Soy la que ve gatos muertos en lugar de zapatos, cabezas decapitadas en lugar de ropa sucia, monstruos en lugar de árboles. Mi esposo dice que es creatividad mal canalizada, que de todas maneras es más divertido inventar lo que no está ahí. Eso aplica también con mi pasado, como si fuera cualquier persona que quisiera ser. Él dice que soy hija de unos espías alemanes, o que quemé mi orfanato. Quizás alguna de esas fantasías esté más cercana a la realidad de lo que creo.
Las Gemelas | 27/10/00 |
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Darla dio a luz hace tres días. Hoy fuimos a verla al hospital. Llevamos unos peluches, globos y chocolates. Parió a dos hermosas niñas, gemelas idénticas, aún estaban en la incubadora. Comencé a llorar incontrolablemente al verlas. No sé por qué. Solo me conmoví de la nada, Carlos me preguntaba qué me pasaba, y yo no sabía responderle, solo corrían las lágrimas sin detenerse. Odio a los niños, eso es seguro, pero no lo sé.
Imagina, tan solo imagina tener a alguien que te entienda por completo, que te complemente, que sienta tu dolor, alguien que estaría para ti pase lo que pase. Tener un hombro para llorar siempre que te sientas triste, una mano que te levante cuando te caigas, cuando pienses que estás sola, que todo va mal, ahí estará tu otra mitad recordándote que no es el fin del mundo. Cuando ella llore, tu mundo también se derrumbaría. Cualquier cosa por tu otra mitad, cualquier cosa. Cuatro ojos, cuatro piernas, cuatro brazos. Invencible. Una misma alma en dos cuerpos distintos. De pronto me sentí vulnerable, porque jamás sentiré tan intensamente lo que ellas sentirán cuando crezcan.
Ah... No sé en qué estoy pensando. Son solo un par de gemelas, es todo.
El Sueño | 03/11/00 |
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Anoche soñé conmigo misma. Ella era exactamente igual a mí, ambas estábamos en la edad de perseguir mariposas. Mi doble estaba parada entre un campo de flores blancas, me miró fijamente, con la misma sospecha que yo, pero pronto corrió a abrazarme. Comenzamos a girar con las manos enlazadas, cada vez más rápido hasta que caímos al suelo riendo, miramos el cielo, mi cabeza daba vueltas aún. Veía los árboles cambiar de color, las hojas pasaban de verde a naranja y se desprendían, volaban, volteé a mirarla con complicidad, pero ella tenía los ojos cerrados, copos de nieve comenzaron a caer sobre nosotras, intenté despertarla, pero no respondía. Sus mejillas comenzaron a hundirse, su piel a pudrirse mientras su cabello y su cuerpo se cubrían de blanco. Mi esposo me despertó sacudiéndome.
Supongo que eso de las gemelas me afectó más de la cuenta.
Repetición | 13/11/00 |
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Es tercera vez que se repite el sueño esta semana. Tengo trabajo pendiente, pero continúo pensando en ella, en mí. Es que tiene que significar algo. ¿Tendré alguna hermana perdida? Es inútil preguntar a tía Berta, desvía el tema cada vez, pero noto su mirada lúgubre y extraña.
Carlos insiste en que debo ir al doctor porque mis ojos ya comienzan a verse tristes y vidriosos. El otro día se me cayó la olla de pasta. Es mi brazo, a veces deja de responder. Le prometí que iría mañana.
Visita al doc. | 14/11/00 |
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Fui al doctor y me hizo un electroencefalograma, los exámenes no arrojaron ningún valor extraño, excepto por una parte que parecía estar atrofiada. Me preguntó si había sufrido un accidente de tránsito o algo parecido. Quedé en silencio. - De todas formas- replicó, -el cerebro está totalmente reconstruido, no hay tumor-. Eso es un alivio, aunque aún no sé explicar mis lapsus de memoria. El doctor me remitió a un psiquiatra, pero no me llevo bien con las pastillas, tendría que dejar de beber vino y eso no es una opción. Iré a psicoanálisis.
Terapia | 23/11/00 |
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He estado asistiendo regularmente a terapia, dos veces por semana, y en general me siento mejor, creo. Duermo, pero sigo teniendo la sensación de que algo me falta, es casi físico, como si me hubiesen mutilado la pierna derecha. Cojeo por la vida porque no tengo infancia.
Estoy cansada de reinventarme, quiero saber quién soy, quién fui, cómo llegué hasta acá, qué significan mis cicatrices, qué significan mis sueños. Es como si hubiese olvidado algo muy importante.
Mi terapeuta dice que no puede avanzar si no le cuento más de mi infancia, y no es que la oculte, es que simplemente no puedo recordar. Le conté sobre mi sueño recurrente, el doctor cambió su semblante, propuso que probáramos hacer una regresión. Pedí que grabara todas las sesiones.
PARTE II
Tardé un rato en recibir estas grabaciones. Mi doctor me siguió tratando luego de las sesiones de regresión. Él sabía algo que yo no, lo veía llorando luego de escucharme sin yo saber qué le dije, cuestión que me frustraba mucho. Poco a poco me fue revelando mis secretos, lo fuimos tratando, y cuando estuve lista, me entregó todas las grabaciones. Sin secretos, sin sorpresas, para que no sufriera de una crisis más adelante. Creo que fue lo más prudente. Lo que viví, afronté y acepté no es fácil, nadie se imagina el dolor al que sobreviví a costa de saber quién soy...
Hoy, quince años después, transcribo lo más importante para reconstruir mi pasado de la manera más fría y objetiva que pueda, para no quebrar. Esto es lo que descubrí sobre mí:
Sesión 1 | --/--/-- |
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Entré al consultorio del psicoanalista. No fue como las otras sesiones. Esta vez me recosté sobre el diván. Recuerdo pensar que era extraño... Al principio me sentí incómoda, el simple hecho de cerrar los ojos, no saber qué vas a encontrar, qué vas a decir. Perder la consciencia y a la vez descubrir qué hay debajo. Así que ahí estaba, en manos del doctor.
Él tenía en su escritorio una especie de metrónomo, que sonaba y apaciguaba como la canción de las agujas del reloj, solo que sin tiempo. El doctor con sus palabras me llevó a un sitio meditativo, un lugar en donde no había nada y mi esencia flotaba, encontrándose a sí misma, encontrándome a mí misma.
-¿Qué ves?
-Estoy en un lugar oscuro, huelo humedad, la única ventana que hay en la mohosa habitación es pequeña y está muy arriba.
-¿Qué haces?
-Estoy jugando con mis muñecas, alguien está conmigo, sostiene a la otra muñeca. La niña tiene seis años, como yo. Su rostro está borroso, está muy cerca, solo veo el perfil de su cara. Sobre sus cejas hay un tumor que le cubre el ojo y tiene los dientes torcidos, tiene cuatro dedos en una mano, un hueco en lugar de oreja. Es más flaca que yo, frágil, su cabello es liso y marrón. Nos reímos jugando. Se escucha un portazo tras nosotras. - ¡Les dije que no bajaran al sótano! ¡Sal de ahí! ¡Se van a ensuciar! ¡Belén! ¡Anita!-
Hablé con una voz diferente cuando regañé a las niñas. Cuando escuché el audio por primera vez me asustó lo bien que podía caracterizar a una persona con autoridad.
-¿Quién es?
-Mi padre.
-Luego, ¿Qué pasa?
-Yo huyo, me escondo, telarañas sobre mi cabeza y mi vestido. Soy muy torpe al correr, siento un enorme peso en mi espalda. Mi padre me alcanza. (silencio) ¡Anita lo mordió! (risas) Él le da una cachetada a Anita, y me duele como si me hubiesen pegado a mí. No, no, no...
-A la tercera campanada regresarás a esta realidad, retomarás tus sentidos a la cuenta de tres.
Se escuchan mis sollozos, seguidos de la primera campanada del psicoanalista.
-Uno, comienzas a sentir un cosquilleo en la punta de tus pies y de tus manos. Dos, (segunda campanada) eres consciente del espacio en donde estás, sientes el sofá debajo de ti, escucha mi voz. Tres, abres los ojos lentamente, despierta.
Paro de llorar con la tercera campanada.
Me sentí extraña. Esta primera grabación era el pedazo de pasado más real que tenía. No me detuve hasta llegar a la última sesión.
Sesión 15 | --/--/-- |
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Sí, definitivamente Anita era mi mejor amiga, mi cómplice. Mucho más que eso. Transcribo el audio:
-Estoy en mi cuarto, semidormida. ¿Quién grita? Anita también los escucha, los gritos provienen de la sala. Salimos de la habitación sigilosamente. Vamos por el pasillo. Abajo están mis padres discutiendo.
(voz de hombre) Si sigue con ese tumor pegado no va a poder ser nadie en la vida
(voz de mujer) ¡No es un tumor! ¡Es tu hija! Piensa y siente igual que Belén
(susurrando) ¿Anita? ¿Anita, estás bien?
-Describe a Anita.
-Anita está pálida, sus labios están verdes. Yo la cargo al baño. Me veo en el espejo. ¡Ah!
-¿Qué viste? ¿Qué ves?
-¡Aahh!
(silencio)
-¿Qué ves en el espejo, Belén?
-Su cabeza sale de mi cuello. Mi columna está ladeada, la mano de Anita sale de mi costado izquierdo, y dos piernas delgadas cuelgan, pero son cortas y no pueden caminar. Anita y yo somos una, compartimos cuerpo. Yo me siento bien, estoy preocupada por ella. No me importa, nadie comprende, nadie nos comprende. ¿Cómo pudieron haber dicho eso?
La veo llorar, sus lágrimas caen en mi pecho. Me dice que no merezco tener a un monstruo pegado a mí. -No eres un monstruo, Anita, no somos un monstruo. Limpio su cara, la amo. Me dice que no quiere morir.
Estaba profundamente indignada cuando escuché esto por primera vez. Me la habían quitado.
Desde este punto en adelante miré la cicatriz de mi cuello con tristeza y con dulzura.
Un par de veces suspendimos las sesiones por unos días porque era demasiado para procesar. Ya no medía el tiempo. Me obsesioné con Anita al punto de casi arruinar mi matrimonio. Estaba destrozada.
Sesión 23 | --/--/-- |
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-Escuché unos ruidos por la noche, era mi papá que nos vino a dar un beso de buenas noches. Tenía un pañuelo en la mano que olía raro y una cuerda. Desperté por la mañana, miré a Anita, estaba sonriendo con ojos cerrados. Intenté despertarla. Cuando enfoqué mi vista noté que tenía una soga atada al cuello. La sacudí con desesperación. ¡Mami! ¡Mami! ¡Ana tiene algo! Mi mamá corre, le quita la cuerda. Llama a emergencias. Anita tiene el rostro morado. Un frío recorre mi médula espinal. Mi papá la mató, mi papá es un asesino. Llegan hombres de blanco y me dicen que todo estará bien. Es el fin.
Mi esposo escuchó estos audios conmigo. Casi demanda a mi psicoanalista por falta de moral al exponerme a todo esto. pero yo ya lo sabía todo. Es mi pasado, tenía derecho a saber. Yo misma me di cuenta, yo soñaba con Anita todo el tiempo, solo que pensaba que era yo misma. Siempre supe.
Sesión 30 | --/--/-- |
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-Estoy en una habitación blanca, mareada, esta bata es horrible. ¿Dónde está mi hermana? Este nuevo lugar es muy confuso, huele a limpio, higiénico, hermético. Mi visión es borrosa, a veces gritos rompen el silencio. Los hombres de blanco me sacan de la habitación, pienso que veré a mis padres, no los quiero ver, quiero a mi hermana. Me miro al espejo y me falta Anita.
(silencio)
-¿Qué sucede?
-Una doctora habla con mis padres fuera de mi habitación. Mis padres están abrazados, con ojos llorosos. Firma un documento. Los enfermeros me amarran a mi cama. La doctora se acerca con un instrumento extraño y alargado, metálico, como un cincel. Lo meten en mi nariz.
Ruidos extraños se escuchan en la grabación.
-¡Belén! ¡Despierta!
Ese día convulsioné. Carlos después me llevó al hospital, estaba temblando y sudando frío. Me mintieron toda la vida, me inventaron un pasado. Estoy frustrada e indignada. Mi hermana es tan brillante y tan pura que me reencontró en los sueños y me hizo recordar.
Recuerdos desenterrados | 17/12/16 |
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Fuimos al pueblo. Visité a mi mamá, comenzó a gritarme que me fuera, que no podía verme así. Le dije que recordaba a Anita, que lo sabía todo. Mi madre gritaba su nombre. La abracé. Le pregunté si la había enterrado. Me dijo que sus restos estaban en una urna de oro bajo el cerezo del jardín.
Mi madre me pidió perdón por haber borrado a su hermana de su vida, mi padre y ella pensaron que era la única manera de que superara el dolor y pudiera llevar una vida normal. Le pregunté de quién eran las fotos que tía Berta me mostraba diciendo que era yo. Era mi madre de pequeña.
Carlos luego me llevó a la casa de mis padres. No es tan grande como la recordaba, está abandonada, hay un grandioso árbol, el cerezo sobresalía del resto del jardín muerto. Ahí está la urna de oro, sus sagradas cenizas. Abro la cajita y dentro encuentro todas nuestras fotos.
El Regreso de Anita | 23/12/16 |
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Anoche soñé con Anita. Yo estaba parada esperándola en el campo de flores blancas, me miraba y por un momento no me reconoció, corrí a abrazarla. Comenzamos a girar con las manos enlazadas, cada vez más rápido hasta que caímos al suelo riendo, miramos el cielo, mi cabeza daba vueltas aún. Veía los árboles cambiar de color, las hojas pasaban de verde a naranja y se desprendían, volaban, copos de nieve comenzaron a caer y pronto todo se fue a negro. Ella me miraba, no comprendía que así debía ser. Anita me había estado viendo crecer todo este tiempo, ella se quedó en la edad de perseguir mariposas y yo crecí.
Oh shit! Esto está demasiado genial! No es común encontrarse un escrito taaan bueno en Steemit, @madarubio, en serio. Me encantó demasiado.
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