Sobre la diferencia de los problemas prácticos y los problemas teóricos: el escaton como fin del principio y principio del fin.
Kircher, «Ars magna lucis et umbrae», Rome 1646.
El dilema del banquero es de reflexividad, no de relatividad. Se trata de un problema binario que se resuelve de forma concreta. El resultado siempre será de 0 y 1. Yo prefiero llamar a este tipo de problemas, problemas prácticos. Los problemas de reflexividad se resuelven una vez el resultado aparece, y concretamente podemos esperar solo dos posibles resultados: uno absolutamente contrario al otro. Por el contrario, la relatividad es mucho más abstracta, y su sistema es ternario. En el mundo práctico un problema ternario no tiene cabida. Los fundamentalistas saben bien de esto. En los problemas teóricos, relativos, el resultado debe ser el menos esperado, aquel se aleje lo más posible de las probabilidades del 0 y 1.
De tal manera que los problemas ternarios no son prácticos y nunca lo serán.
Hay por ahí un escritor americano que por alguna razón ha ganado tracción con su teoría sobre los cisnes negros. Y uno podría sentirse tentado a buscar cisnes negros. Pero al final, se trata de un dilema de reflexividad, no de relatividad. La única diferencia es que juegas con una razón de momios muy desfavorable.
Pero sigue siendo un dilema de banquero.
Los fundamentalistas saben bien de estas cosas: un judío es práctico en su fundamentalismo religioso: tan práctico como un musulmán chií o un fundamentalista del mercado. En la práctica el fundamentalismo, que ofrece resultados concretos, es la norma. Los problemas prácticos ofrecen certidumbre, son verticales, delimitan las diferentes clases sociales, dividen y clasifican. El mundo del dinero es fundamentalista. No hay abstracción en tener 1.6 billones de dólares y compararlo con el que tiene 54 billones. Desde el punto de vista fundamental, el que tiene 54 billones está muy por arriba de la cadena alimenticia y no tiene por qué poner en entredicho su autoridad sobre el de 1.6 billones o el que gana un dólar al día.
Los problemas prácticos se arreglan con soluciones prácticas que pueden ir desde construir una pared entre dos Gobiernos-Estados hasta bombardear aldeas y asesinar enemigos.
Por el contrario, los problemas ternarios, aquellos que ofrecen esa tercera solución imposible, no son prácticos por el simple hecho de que no puede medirse de forma cuantitativa el resultado. Me gusta llamarles problemas teóricos.
a.- Digamos que un físico que quiere cerciorarse de que el objeto que dejó atrás, al darse vuelta, aún está ahí. Aquí, el observador ha dejado de participar aparentemente; y aun así, participa. Aquí, a diferencia del dilema del banquero, participar adquiere otra connotación: se vuelve un fenómeno no contractual donde el /fenómeno/ ha renunciado a cualquier clase de relación reciproca consigo mismo: ni observa ni participa y aún así espera un resultado. La diferencia es que el resultado nunca será el esperado.
Llamemos a este dilema, el dilema del físico. Y determinemos que su problema es teórico, no práctico y por lo tanto no puede solucionarse utilizando tecnología cuantitativa. Si el físico pone una cámara para grabar lo que pasa detrás de él una vez que voltea, la realidad es que al revisar la grabación no estaría viendo el fenómeno que dejó atrás sino una grabación de cámara. Parece un problema de gramática, pero no lo es, es un problema de relatividad.
Los problemas teóricos ofrecen una clase de ventajas que no ofrecen los problemas prácticos. Y si bien no dividen, ni clasifican, ni establecen diferencias verticales, ofrecen otra nueva clase de relación horizontal que puede resultar, a final de cuentas, mucho más productiva que la solución de los problemas prácticos.
Sin embargo, ¿por qué un investigador gastaría su tiempo en tratar de resolver un problema teórico que no le va a redituar un estatus dentro de la consolidada escala social vertical? ¿Sobre todo cuando no se sabe qué tipo de resultado productivo se podría obtener?
Para nuestra suerte, el que los fundamentalistas gobiernen al mundo no significa que el mundo sea fundamentalista. Por el contrario, en realidad son muy pocos los sistemas relativamente controlados.
Por principio es importante hacer hincapié en que son relativamente controlados. Dicho de otra manera, los sistemas donde operan los fundamentalistas son esencialmente ternarios, pero para comodidad perceptual son ordenados de forma binaria.
De tal forma que no solo es gramática, también es ontología. El mundo relativamente controlado es artificialmente inorgánico y para cualquier organismo esto resulta más o menos evidente. Siempre queda esa sensación extraña de que lo que se experimenta como real no es del todo real. Esto es porque se basa en modelos inorgánicos de funcionamiento.
Un ejemplo es la religión: Esta noción del bien y el mal, del cielo y el infierno, de un ser omnipotente que juzga de forma binaria es completamente inorgánica. Los fundamentalistas pueden pretender que el mundo se rige bajo las estrictas normas de este Dios binario, pero en el fondo saben que no está vivo, que no entiende las complejidades de los seres orgánicos. Siempre hay recelo hacia los dioses y hacia la religión.
Otro ejemplo es el de los mercados financieros: Esta idea de que los mercados tienen un comportamiento racional, equilibrado y que por lo tanto puede ser estudiados con modelos dialécticos. Al final, cuando el mercado se desploma y su carácter irracional y desequilibrado florece, nos deja este sabor de que un ser inorgánico y frío nos ha mutilado socialmente. Ya nadie puede confiar en las instituciones porque su posición dialéctica las ha alejado de nuestra expresión puramente orgánica. Los fundamentalistas del mercado son percibidos como un peligro y se dan las revoluciones sociales.
Pero seamos honestos, aun los fundamentalistas son en el fondo orgánicos. Quizá, por comodidad, han programado de forma binaria su código de interpretación de la realidad, pero su hardware sigue siendo ternario. También los fundamentalistas se acercan en algún momento a un punto en el que su software es insuficiente. Requieren, entonces, de una actualización.
En lo personal, esta idea de una Matrix diseñada para ordeñarnos me resulta un tanto absurda. Más plausible me resulta la idea de que en aras de los resultados prácticos hemos optado por la simplificación binaria, aunque sea antinatural. Esta postura no es maquiavélica ni paranoica y, por el contrario, expresa la fragilidad de aquello orgánico y lo humano que nos resulta el experimentar esta fragilidad como especie.
En cuanto a este concepto de un tercer resultado imposible quizá no es la mejor forma de expresarse, pero dentro de la relatividad es justamente ese resultado el esperado. Dicho de otra manera, el objetivo de repetir un problema teórico sería, a final de cuentas lograr reproducir el primer resultado obtenido en un sistema de variaciones infinitas, el escaton. En el dilema del físico, más que una cámara filmando el fenómeno, sería un agujero negro que absorbe las infinitas posibilidades del fenómeno de él mismo sin ser él mismo hasta un espacio y tiempo en el que coincidan su primer experimento y el último en que confirma una hipótesis que nunca debió ser [el objeto que deja detrás]. Esa imposible coincidencia permitiría reproducir al mismo tiempo un resultado dialéctico como el resultado imposible. Sin embargo para que dicho resultado pueda ser teóricamente esbozado, la cuadrícula debe ser horizontal, en platea, en un rizoma interconectado sin controles ni relevos.
Entender al cerebro de forma orgánica debe ser sumamente difícil. Todos los modelos que explican la consciencia son binarios, algoritmos on-off que pretenden comunicar fenómenos físicos. ¿Pero qué pasa cuando lo que se pretende comunicar no es físico y no es práctico, sino que busca entender lo relativo?
.06.03.2018.
@garvofe you were flagged by a worthless gang of trolls, so, I gave you an upvote to counteract it! Enjoy!!
Gracias al dibujo ecologico de mi sobrino en mi ultimo post, llegue a visitar tu blog... Te felicito de verdad muy buen contenido... Algo asi se basa el mio pero soy muy muy concreto, no tengo el arte de extenderme en las ideas. siguiendolo