De niña, en la escuela, todas teníamos nuestra cuevita, ese escondite donde eres la reina, donde te sentías en un mundo concebido para ti: un árbol, una mesa perdida en un oscuro rincón, una chatarra abandonada en la calle…

Mi cuevita era mi casa, un jardín donde todas las flores eran sembradas a mi alrededor para que yo sobresaliera como una estrella.

Crecí sintiéndome importante y segura entre juguetes, música, consejos y libros.

Escuela, liceo y universidad fueron, de algún modo, parte de un libreto escrito para mí, y que yo iba cumpliendo escena tras escena bajo la dirección de una Maga del amor.

Pero siempre, después de cada presentación, la cuevita me esperaba, entonces Director y Actor se fundían en un abrazo cálido y jugaban a ser felices.

Ahora que quise más, ahora que los sueños me han traído tan lejos, que la búsqueda de obras más importantes me traen hasta este mundo, cuando debería gritar de alegría, cuando los aplausos del público colman la escena, me siento sola en esta ciudad; los árboles que me reciben no son grandes ni lanzan frutas a mi paso para que muerda su corazón y sienta la mano de Dios en mis labios, la lluvia no es a cántaros para lavar la sábana de mi cuerpo, aquí la lluvia llora y se arrastra en gotas tristes en los cristales del vehículo que me conduce a mi destino, edificios desconocidos se insinúan borrosos a mi paso, ramas enjutas me siguen, quizás me enseñan el camino de una nueva cuevita, pero yo solo pienso en todo lo que dejé buscando un nuevo sendero.

Si deseas participar en el concurso he aquí la información.

Gracias por su lectura. Hasta la próxima.