Relato ilustrado / A los niños de Mapire

Saludos, amigos todos de la comunidad de Steemit y en Venezolanossteem un agradecimiento especial para @marcybetancourt y @solperez, por su capacidad organizativa en beneficio de creativos venezolanos e hispanos.

Comparto esta historia con la misma carga emotiva de aquellos días en que recorrí las costas de La Península de Paria, bien afínales del siglo XX. Para ubicar a quien aún desconoce el oriente venezolano, Mapire, está en la parte más oriental del Estado Sucre, Venezuela.

La ilustración, compañera de este relato, es la imagen idealizada de Baudília, Yiyí, una mujer pariana, espero aproximarme a lo que representa esta madre.

2. yiyi - copia.jpg

Ilustración: Antolina Martell. Lápiz de colores. 20 x 14 cm. Cumaná, 2 mayo de 2021.

A los niños de Mapire


LA HUERTA DE DOÑANA

Doñana tiene los ojos
como caminos de aldea
por sobre los campanarios,
como la miel los cabellos,
como el toronjil las manos.

Cuando Doñana se ríe, la juventud nos reclama,
y somos, como los niños, un presente de canciones
y una cadena de manos que juntan frágiles sueños.

A la Huerta de Doñana nunca han entrado los muertos.

Fernando Paz Castillo

Mapire Abajo y Mapire Arriba, así los llaman y así los conocí a finales del siglo pasado. Ellos se comunican con el resto del mundo por el mar o por la montaña, son y así se sienten, parte de un pedacito de la Península de Paria, situado en un punto intermedio entre Güiria y Macuro, poblados señalados en los mapas holandeses desde el siglo XVII. Mapire Abajo nos sorprendió al bajar del peñero, le llegamos caminando sobre una playa de cantos rodados. A Mapire Arriba, la mejor manera de llegarle es por los senderos apisonados del tanto ir y venir de los lugareños.

Muchos ojos de un negro profundo nos observaban interrogantes y reservados. Para pasar la noche nos reservaron un lugar, en casona prefabricada de estilo caribeño, sus elementos fueron traídos desde Trinidad y armada in situ, antes, casa para comercializar el cacao. Allí es posible colgar las hamacas, cocinar, lo demás debe compartirse con la naturaleza.

Cuando nos adentramos por los caminos, apartando grandes hojas, para subir a Mapire Arriba aprecias los rayos de sol filtrados desde lo alto del bosque de mangles gigantes; la atmósfera de olores y colores enriqueció a la ininterrumpida sinfonía de cantos que jugaban al escondido. La alegría de los niños armonizaba y marcaban el paso haciéndolos perfectos guías del lugar. El descanso obligatorio, respetuoso, entre una y otra casa nos llevó a compartir sus costumbres.

Cuando respiras profundamente y ves la inmensidad de la selva has llegado a Mapire Arriba. Coronando la montaña, fueron construidas pequeñas casas, de mampostería rústica, sin friso, con techo de zinc. La iglesia aislada, la escuela llena de niños, los fogones, enseres y escasos recuerdos son apenas una muestra de sus labores, creencias e historias aun sin escribir.

La primera en recibirnos fue Baudilia Delcine, Yiyí. Cuando la vi por primera vez traía sobre su cabeza un canarín de agua tomada de un riachuelo bendito y en cada mano un balde. Como todos los habitantes de Mapire, Yiyí, también tiene la tez limpia, fina y oscura, como florecitas violetas, frente serena de dulce gesto, señal de muchos nietos.

La seguimos a su casa y al cruzar la entrada inspira a la evocación. Una puerta nos conduce al patio integrado a la cocina. Se impone el maternal horno de barro, modelado por la misma Yiyí semejante a una gran mama.

Todo lo que de allí sale, sabe dulce. Dentro del horno precalentado con tizones es colocada la comida dentro de una cazuela tapada para acelerar la cocción, Yiyí nos mostró sus habilidades para hacer “meriendas”. Variada lista de dulces con nombres en patuá: paté cocó, paté banan, bofló, gató, gatotan y mamadiad, esta última es una receta muy sencilla y de fácil preparación: En un recipiente grande o bandeja de madera, se coloca el coco rallado, el azúcar y las especies, luego debe revolverse con la mano, agregar progresivamente la harina y amasarla. Una vez compacta la masa, se hacen bolitas, dejándose reposar durante 15 o 20 minutos, para luego extenderlas y aplastarlas con un rodillo, hasta lograr una fina tela en forma de galleta, la cual es horneada a fuego lento.

Baudília es una mujer reconocida como alma buena de esta selva; santigua con la oración de San José, conocimiento legado por su predecesor Jorge Logán. Esta abuela ve crecer a sus muchachos, a diario les endulza el corazón, de niños los cobija con cuentos de la selva; de jóvenes, los ve partir con la luna llena alumbrándoles el horizonte.

Amigos, aquí están los pasos:

El primero, dibujé con lápiz grafito. El segundo, comencé a colorear con lápices Faber Castell. Tercero, a la ilustración concluida, la abrí en el programa Adobe Photoshop CS para digitalizarle y lograr darle un mejor acabado.

1.yiyi-mapire.jpg

2. yiyi.jpg

Gracias @migos por su visita.

Sort:  

extraordinario mi estimada Antolina, que exquisita manera de escribir y dibujar, me atrapaste en la lectura

Gracias @graceleon, bienvenida siempre.

Gracias por tus palabras, bienvenido siempre.

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